Cacerías
La película danesa 'La caza' es un buen plato para degustar en los tiempos que corren por contar algo sobre los peligrosos instintos humanos


La película danesa La caza es un buen plato para degustar en los tiempos que corren. Bastaba con respetar su título original, Jagten, es decir Caza, sin el artículo, para evitar la confusión con la película de Carlos Saura, pero aún así comparte con el clásico del cine español el deseo de contar algo sobre los peligrosos instintos humanos. El director Thomas Vinterberg ha abandonado los cilicios estéticos del sello Dogma 95, al que contribuyó con su Celebración. Pero no renuncia a su gusto por cierta histeria, donde las psicologías quedan tan a flor de piel que pierden su valor de interioridad para convertirse en un espectáculo algo subrayado. Sin embargo, explota el privilegio del cine y la ficción en general para obligar al espectador a masticar la vida con una boca ajena.
Nada más recomendable para la España actual que sentarse a ver la peripecia de un hombre contra el que, a cuenta del testimonio confuso de una niña, se desata una terrible persecución y obligarnos a experimentar una noticia de sucesos en carne propia. Cuando las sentencias se dictan en los telediarios, cuando basta un plano televisado del acusado para levantar una opinión compartida, es bueno recordarnos la inmoralidad de obviar la presunción de inocencia. Debería ser una norma de conducta, pero en nuestra relación con la violencia, el rencor y hasta la corrupción nos guiamos por nuestro caprichoso argumentario, donde los fines que nos parecen nobles justifican todos los medios, pero somos incapaces de aplicarnos el viceversa. Ha pasado con el reportaje de los escraches en Informe semanal, para el que exigimos un cronometraje ideológico enfermizo. Aceptemos que el criterio propio completa mejor cualquier reflexión que imponer el corsé al trabajo ajeno.
Y de regreso al cine danés bueno es reparar en su fortaleza. En un país de apenas seis millones de habitantes no se acumulan solo nombres reconocidos en el mundo entero, sino una industria sólida, que oscila a lomos del bilingüismo entre películas de autor y de éxito internacional. En la periferia de Copenague unos barracones cedidos por el ejército sirvieron para levantar los modestos estudios de Zentropa. Funciona mejor la humildad en las infraestructuras y dejar la ambición para las tareas creativas. Fórmula opuesta a la que suelen elegir nuestros responsables nacionales.
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