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Tentaciones

Björk + Celia Cruz = Xenia Rubinos

La nueva sensación de Brooklyn tiene sangre cubana y puertorriqueña y mezcla electrónica y ritmos caribeños

Xenia Rubinos.
Xenia Rubinos.Bernardo Pérez (EL PAÍS)

Es bien sabido: Brooklyn es un hervidero. Del barrio neoyorquino salen puntualmente vibrantes propuestas. “Mucha gente hace música muy creativa en Estados Unidos, pero nosotros no nos vemos representados en ellos. Somos particulares”. Quien eso asegura es Xenia Rubinos, arquetipo de este crisol de culturas y estilos del barrio que el viernes visitaba Madrid en viaje promocional. Nacida en Connecticut, afincada en la zona desde hace seis años, por su sangre corre sangre puertorriqueña y cubana. Lidera el proyecto que lleva su nombre junto a un batería italiano (“somos mediterráneos”, afirma), a medio camino entre el pospunk de E.S.G., la música electrónica —se ha llegado a decir de ella que es una suerte de Björk con sangre latina—, el R&B y la música de sus ancestros.

La herencia caribeña se hace patente en varias de las canciones de Magic trix, su disco de debut. Igual que en el álbum, en su conversación salta del inglés, lengua que aprendió en la escuela, con el español que hablaba en casa con su familia. “Creo que parte de mi mente se quedó ahí, en el español”, afirma la cantante y teclista. “Esos años formativos son muy importantes, desde<TH>que naces. Pasan muchas cosas que tal vez no recuerdes, pero que forman parte de ti siempre”.

Quizá es un homenaje a su legado, a su familia o, simplemente, es un acto reflejo, pero en Magic trix abundan dichos populares y las referencias a cuentos y canciones infantiles. “Es algo muy concreto y una forma muy simple de entender la vida. Los niños aprenden jugando, les ocurren cosas y lo entienden de esa manera. Creo que con los músicos pasa lo mismo. La música es como un juego que sirve para entender la vida y a los otros. Y a la vez para no entender nada”.

Su proyecto es para ella justamente eso, un juego que nació en sus años universitarios en Boston —cuando aspiraba a convertirse en cantante de jazz— de su colaboración con el batería de Nápoles Marco Buccelli. “Al principio no le caía bien”, explica ahora entre risas el batería. “Me decían de él que tenía que escucharlo, pero me caía fatal”, añade la cantante. Durante esos años formativos compartieron proyectos eclécticos: un trío de música improvisada, un grupo en el que Xenia escribía “canciones tontas de pop” y un conjunto multitudinario con marimba y saxofón.

La mentalidad de la cantante está alejada de la de esos músicos que llegaron a mediados del siglo pasado a Nueva York procedentes, como su familia, de Cuba y Puerto Rico. Solo se relacionaban entre ellos y lo que tocaban era lo mismo que sonaba en las fiestas en sus islas de origen. Los tiempos han cambiado y su espíritu, abierto a cualquier idea (desde Timbaland a Fiona Apple pasando por las historias de su bisabuela), es justo lo contrario. “Los músicos que estaban en Nueva York en esos momentos formaban parte de un movimiento, no estaban solos. Y yo no me siento parte de ninguna escena. Veo que mi música es como yo: nací en Estados Unidos, he vivido la experiencia americana, pero mis familiares son de otro sitio”.

De esos vínculos procede su interés por la superstición y la santería, algo muy propio de las islas de donde proceden sus padres. La canción que abre el disco, Help, está inspirada, en un personaje llamado Rosa, una especie de chamán que, dicen, formaba parte de sus ancestros. “Vino a Estados Unidos de Puerto Rico a curar a un hombre que se estaba muriendo. Vino con sus seis nietos y vivía debajo de un puente. Y curó al hombre”, afirma la cantante, que utiliza este tipo de historias pequeñas para homenajear una herencia cultural que reivindica. “Es algo que me fascina mucho, es parte de mi cultura. Siempre me han interesado los dichos populares sobre supersticiones, hay mucha humanidad en esas expresiones, me suena muy musical. Las creencias y las religiones pueden ser muy creativas”.

En el disco, grabado en solo cuatro días, solo suenan teclados, batería y bajo eléctrico. Sobrevuela una sensación de espontaneidad y de actitud de hazlo tú mismo con los —pocos— elementos con los que contaban. “La grabación fue ruidosa y muy divertida. Trabajamos con las cosas que teníamos frente a nosotros, y solo eso”, recuerda Rubinos. “Fue como un espacio donde todo es posible. Lo más importante es que tengas una idea y la lleves a cabo. Tal vez después no sirva para nada, pero al menos lo intentaste”.

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