40 años
En el territorio televisivo, la persistencia modélica de Informe semanal habla con bastante crudeza del espacio que las cadenas privadas decidieron dejar inexplorado
Nuestra relación con el pasado a veces es tan complicada como mear con la bufanda puesta. Nunca tienes manos suficientes para apartarlo. Vean si no cómo bracea el presidente Feijóo para salirse del álbum de fotos de una turbia amistad. Su posado en un narco incomparable, en afortunada expresión de Javier Coronas, llega como un recadito por afear a su partido otras escenas de corrupción. Pero también el pasado volvió con fuerza esta semana para festejar los 40 años de Informe semanal. Que un programa celebre tan larga vida en un medio tan agitado es un hito histórico. Solo el 60 minutos de la CBS norteamericana, programa en el que se inspiró, le supera en cumpleaños, en antena desde 1968.
El repaso de estas cuatro décadas propició un Informe semanal deprimente. El ser humano es aficionado fiel a las guerras, el terrorismo, la corrupción, el hambre ajena. La fragilidad de nuestro equilibrio democrático, en lugar de convertirnos en prudentes y constructivos, nos arroja a los brazos de iluminados con tentaciones absolutas. Queda claro en el repaso que la mejor Europa es imprescindible para fomentar un equilibrio entre libertades y bienestar. Pero ¿dónde está esa Europa?
En el territorio televisivo, la persistencia modélica de Informe semanal habla con bastante crudeza del espacio que las cadenas privadas decidieron dejar inexplorado. Cuando Gran Hermano lleve 40 años en antena y sus más memorables concursantes sean abuelos cascados que se escandalizan por el descaro de sus nietos, que a lo mejor ya no se hacen piercings, ni se tatúan, sino cosas peores, y consideran la cocaína un caduco anzuelo para su explotación mental, la televisión pública seguirá siendo la única que coloque como una prioridad la información rigurosa. La celebración no debería cegarnos. Por mucho orgullo de aniversario, Informe semanal pelea contra un presupuesto escaso, cada vez más dependiente de la imagen enlatada y multiuso, con menor capacidad para generar imágenes propias, enviados destacados, profundidad de análisis y tiempo para desarrollar reportajes inolvidables. Ahorrémonos las velas de cumpleaños y demos alas de verdad a la tele que se perpetúa en el tiempo, esa que tendría que estarse fabricando hoy porque dentro de 40 años habrán pasado 40 años y algo tendremos que celebrar.
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