Escarnio
Los escraches han robado el protagonismo a la verdadera esencia del asunto, que no es otra que los desahucios.
Si no puedes vencer a la Semana Santa, únete a ella, podría decirse de algunos españoles. Son aquellos que participan en los actos celebratorios con un sentido de pertenencia al pueblo de origen, de continuidad con tradiciones locales y de vínculo a lo cercano en un mundo que cada vez fomenta más la intemperie social. Pese a que el ritual es religioso, la lectura correcta tendría que sumarle elementos lúdicos, catárquicos y de raigambre. Al domingo de resurrección le correspondió además ser el día más triste del año, galardón que logra por el cambio horario, que le deja con una hora menos.
El domingo de 23 horas nació en pleno debate nocturno en La Sexta Noche, moderado con rigor por Iñaki López. Se centró en la pertinencia democrática del fenómeno de los escraches a políticos. Unas acciones que han robado el protagonismo a la verdadera esencia del asunto, que no es otra que los desahucios. La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, logró reconducir el ojo de los espectadores hacia la forma de protesta, con unas oportunas declaraciones donde calificaba de proetarras a los participantes en el acoso a los diputados en sus domicilios. En España acaba siendo etarra casi todo el mundo, no en vano lo fue hasta el presidente Zapatero durante ocho años, por una especie de paranoica estrategia dialéctica.
Pero Ada Colau fue capaz con su verbo urgente de sacudirse la mentira que los asocia con organizaciones filoetarras y hasta de recordar que la primera víctima de un escrache fue la ministra socialista Beatriz Corredor, efímera responsable de un departamento de Vivienda que terminó por ser desahuciado de los consejos de ministros socialistas cuando se les quemó el rancho de las políticas sociales. Venció porque todos sus contrincantes estuvieron de acuerdo en que la dación en pago es la estación final del escándalo de los desahucios en España. Y ahí es precisamente donde el Gobierno se muestra inflexible. Tras derrotar y degradar la iniciativa legislativa popular en el Parlamento, ha dejado a sus diputados desnudos ante el escarnio social, pero al mismo tiempo, si logra que la protesta transgreda las líneas de aceptación democrática, puede apuntarse la victoria final. El debate ya se ha trasladado al escrache, primera derrota del movimiento ciudadano.
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