The Strokes, ‘Comedown machine’
"Si hay algo que tenemos claro que Casablancas aún no ha entendido, es que una cosa es que algo te guste, y otra que seas capaz de hacerlo"
En La canción de Lord Rendall (1989), Javier Marías narra la historia de un combatiente en la Segunda Guerra Mundial que llega a casa para descubrir que ha sido suplantado por un tipo que es exactamente igual que él. Desde la ventana, observa atónito cómo su otro yo interactúa con su familia, hasta que, sin motivo aparente, el tipo los asesina a todos mientras entona la vieja canción de Lord Rendall. El protagonista queda paralizado ante la salvajada que acaba de presenciar, pero una vez superado el estado de shock y la desazón que provoca ser testigo de la muerte de tus seres queridos, el único pensamiento que le viene a la cabeza es la duda sobre quién acabará en la horca. Él o su doble.
Género: Pop rock
Título: Comedown machine
Sello: RCA
Año: 2013
Puntuación: Dos y media
Mientras Julian Casablancas asesinaba a The Strokes durante la gestación de su anterior disco, Angles, el resto de la banda observaba cómo unos tipos que se parecían sospechosamente a ellos, pero que, sin duda, no eran ellos, se erigían en cómplices del genocidio y no podían evitar pensar en qué les dirían a sus amigos, a su familia, a su sello, a sus fans cuando se supiera que aquello había llegado a las tiendas de discos con su nombre. Algunos fueron a pedir cuentas, pero la mayoría, al escucharlo, simplemente, se fueron a otro lado, o incluso a otra época.
Dos años más tarde, se lanza medio a traición, sin apenas promoción, sin nadie que esté disponible para defenderlo en una entrevista, sin siquiera gira anunciada, el quinto disco de los neoyorquinos, y uno no puede evitar pensar que hay, por lo menos, dos miembros de The Strokes que no se han enterado que su banda tiene largo nuevo en la calle.
Más allá de confirmar una vez más que los de Julian Casablancas son como aquellos novelistas que llevan solo un libro dentro, como aquellos futbolistas que jugaron un buen partido, este Comedown machine nos sirve para comprobar cómo, de tanto hacer el ganso, The Strokes han logrado sumir al mundo en un estado de confusión solo equiparable al que habitan ellos mismos, que ya no saben si son un grupo, un solista con un trastorno bipolar, una banda de tributo o un avatar de Guitar Hero. Así, medio planeta ha decidido que es hora de defender su obra, que el que espera otro Is this it se equivoca, cuando el que espera otro Is this it no es que anhele que repiquen ese disco –muchos se enamoraron de ellos desde las páginas de Dazed and Confused, no de Classic Rock, no temen a la moda y no esperan que sus bandas sean como AC/DC-, sino que, simplemente, desea que sean capaces de escribir otra vez una docena de buenas canciones, ya sea con falsete y teclados analógicos, o con faja y bandurria. A estas alturas eso ya no importa. Solo queremos salir de aquí sin que los daños sean irreparables. Para ambas partes.
Y la cosa empieza bastante bien. Tap out es la primera —desafortunadamente, luego se verá que también la última— vez en que la vocación sintética y ochentera de Casablancas logra aunar un ritmo funk con una melodía vocal notable para resultar en un tema más que apañado. All the time recupera el sonido de sus dos primeros discos, pero por muchas escuchas que le des, lo máximo que logra sacar de ti es la idea de que Room on fire tampoco estaba tan mal. One way trigger, el tema que sirvió de avance y que, si no hubiesen existido Angles y First inpressions of earth, hubiese escandalizado a los fans (a estas alturas, lo escandaloso sería un buen single), suena a A-ha y, bueno, dicen que también a un tema de Maná que ahora no nos vamos a molestar en entrar en Google para saber su título. Gana con las escuchas, justo lo contrario que Welcome to Japan, que a primeras parece un logrado pastiche Duran Duran, pero pronto se manifiesta como previsible y rematadamente holgazán. A partir de aquí, la cosa entra en modo potaje. Del brillante arrebato punk de 50/50 al apreciable intento por revivir sus primeros años de gloria de Partners in crime, pasando por un inverosímil intento de dream pop en Chances, media idea refrita en aceite vencido en Happy endings y dos de las peores canciones que va usted a escuchar este año: 80’s comedown machine y Call it fate call it karma. La primera es tan morosa que parece que a Casablancas se le va a acabar la batería a medio cantar; la segunda es algo así como un luchador de sumo tratando de embutirse en un traje de Hedi Slimane. Y es que, si hay algo que tenemos claro que Casablancas aún no ha entendido, es que una cosa es que algo te guste, y otra que seas capaz de hacerlo, o de vestirlo. No todos los fans de golf pueden ser Tiger Woods, no todos los pornófilos la tienen como Nacho Vidal y no todos los que se enamoran de los ochenta pueden salir de casa con torera y hombreras y esperar que cuando vuelvan la familia no haya cambiado la cerradura.
Cuando Javier Marías publicó por primera vez La canción de Lord Rendall se inventó el nombre de un autor y lo incrustó en una compilación de cuentos fantásticos clásicos. La narración era tan buena que nadie se dio cuenta. Lo mismo pasaba con Is this it. Le decías a alguien que había sido grabado en el Bowery en 1974 y se lo creía. Como entonces aún no andábamos tan a la greña con la retromanía, eso era un señor piropo. Ahora, en cambio, escuchas Comedown machine y piensas que si Casablancas se inventara un grupo (pongamos que los llama The Shits, por decir algo) y lo presentara bajo ese nombre, no lo escucharía ni el resto de miembros del grupo.
Valoración: 0 ABERRANTE, el mundo sería mejor sin él; 1 PRESCINDIBLE, nadie se acordará de él; 2 PASABLE, para incondicionales; 3 ACONSEJABLE, en su estilo merece la pena; 4 INDISPENSABLE, un éxito asegurado; 5 OBRA MAESTRA, uno entre un millón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.