Gestos
Como todos los fatigosos tópicos convendría replantearse la certeza de ese tan rotundo consistente en que un gesto vale más que mil palabras. Admitiendo que las palabras intentan muchas veces disfrazar la vacuidad o las mentiras, manipular o estafar (el ancestral discurso de gran parte de la clase política sería representativo de la inanidad de las palabras), habría que ser específicos con el tipo de gestos, las circunstancias en las que estos son reveladores, y el valor o la nulidad del millar de palabras.
Recuerdo gestos muy trascendentes en la historia reciente de este país. El de Carrillo en el Congreso aquel siniestro 23-F. Sentado, impasible, fumando con displicencia, cuando todo dios había acatado la orden de los payasos armados de tirarse al suelo. Su obediencia ante las metralletas era muy humana, pero lo de Carrillo, ese político oscuro, su dignidad o su escepticismo sabiendo que si había matanza empezarían por él, fue grandioso. Como los de Suárez y Gutiérrez-Mellado exigiendo cuentas al cutre y zarzuelero jefe de los golpistas, empeñado en vano en zancadillear a un anciano para tirarlo al suelo. Son gestos que revelan la fortaleza moral en las circunstancias más temibles.
Se le han observado gestos memorables a un futbolista ejemplar llamado Puyol, que otorgan sentido a su capitanía del equipo. Ocurrió en Vallecas, con un Rayo excesivamente humillado al marcar su cuarto gol el Barcelona. El teatrero y avieso Alves (ya sé que es un jugador muy bueno) en compañía de Thiago montan una grotesca e interminable danza para celebrar el gol. Puyol la corta con un gesto radical y les exige que jueguen. Vuelve a imponer su autoridad y su sentido común el miércoles cuando Piqué pretende mostrarle al árbitro el encendedor que ha arrojado una rata protegida en el anonimato de la masa. Puyol corta inmediatamente la denuncia de Piqué con un pragmático y profesional: “Tú, a jugar”. Este defensa central que jamás ha lesionado a nadie, dotado de coraje, visión de juego, nobleza, inteligencia, sentido del mando y alma, reúne todas las virtudes para legitimar su capitanía de un equipo que ya es legendario. Puyol habla poco, pero sus gestos revelan una personalidad modélica. Es todo un hombre. Tiene lo que hay que tener.
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