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OPINIÓN
Columna
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Basurización

David Trueba

Los altos cargos de la comunidad de Madrid padecen una esquizofrenia dialéctica que les obliga a llamar externalización a la privatización sanitaria. Es tal el esfuerzo mental que incurren en constantes lapsus. Para solventar este problema y esquivar a Freud, lo mejor es que opten por una tercera palabra, libre de correspondencias mentales directas. Pueden llamarlo basurización. Suena hasta bien: la basurización de los servicios públicos. Porque en realidad de lo que se trata es de hacer con los servicios sanitarios lo que en muchos lugares se hizo con la recogida de basuras. Convocar un concurso y conceder la gestión externa a cambio de un fijo anual por habitante.

A lo largo de los años hemos visto casos repetidos de amaño de concurso y cobro de comisiones corruptas para designar las concesiones de limpieza. España tendrá que alcanzar la transparencia algún día, lo dijo la vicepresidenta en Espejo público, con un enorme acierto en el diagnóstico sobre el desprestigio de la política producto del opaco funcionamiento de la administración. Pero miremos hacia Granada, donde la huelga de recogida de basuras ha llevado a la ciudad a extremos insultantes. Sucede cada cierto tiempo en otras ciudades, aeropuertos, hospitales, colegios, generando una situación en la que la administración, pese a haberse lavado las manos en el asunto, termina por estar obligada a mediar en el conflicto ante el problema de salubridad pública. El chantaje de las concesionarias es habitual, por un lado aprietan la precariedad de sus trabajadores y por otro ponen la mano para aumentar el pago de la administración. Así, la solución soñada por contables de laboratorio se convierte en un doble problema.

Mientras se produce el alucinante dislate de que dentro del partido gobernante se haya alzado una batalla por el fraudulento e insultante euro por receta, la basurización de los servicios sanitarios avanza implacable, con un concepto de ahorro asombroso, como el que hemos visto en Castilla-La Mancha con el cierre de las urgencias rurales. Es cierto que la mejor manera de ahorrar es morirse, pero plantearlo tan abiertamente da un poco de pasmo. Existe un ahorro inteligente y moral, que tiene su primer gesto en la transparencia y el rigor. Dos elementos opuestos al concepto de basurización.

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