Gojira, ‘L’enfant Sauvage’
"El quinto álbum de los franceses formará parte de muchas listas de los discos del año" "Hay auténticos momentos de martillo neumático y otros de sensibilidad desarmante"
Nos vamos a atrever con un poco de futurología, pero apostamos sobre seguro. Cuando acabe 2012, L’enfant sauvage (Roadrunner), quinto álbum de los franceses Gojira, formará parte de muchas listas de los discos del año. Para entonces el groove metal de esta banda de Bayona habrá demolido las fronteras editoriales y estilísticas y será loado, como ya pasara con los estadounidenses Mastodon o con Lamb of God, por el público indie. Pero este es un grupo europeo, quizá el único que puede tutear a esas dos referencias de EE UU.
Género: metal.
Título: L’enfant Sauvage
Sello: Roadrunner
Año: 2012
Puntuación: * * * * 1/2
L’enfant sauvage no es, sin embargo, un disco en absoluto fácil. Es asimétrico, pese a las repetidas escuchas, su centro de gravedad se empeña en desplazarse hacia el final. Es llamativo que uno comience a orientarse en la canción número 10 (Born in winter), o que los casi siete minutos del primer corte (Explosia) no se dejen hincar el diente hasta varias semanas después de machacar el álbum ¿cuántas canciones esconde esa primera canción?
Como algunas plantas, este elepé plagado de referencias a la autosuperación, la conciencia y la ecología, florece en dos ocasiones y a dos ritmos distintos. Si la estructura de los pétalos de las flores es fractal, también lo es la escucha de este disco como un todo. Nunca es el mismo álbum. Y lo mismo sucede con cada canción; van plegándose sobre sí mismas, complicándose con cada audición.
Hay auténticos momentos de martillo neumático (My last creation) y otros de sensibilidad desarmante (The wild healer). Son temas que se toman su tiempo en dar la cara, tan imprevisibles como volutas de humo, alejados de cualquier estructura mínimamente comercial. La voz de Joe Duplantier camina fácilmente por los tonos graves y el death metal más gutural sin restar credibilidad al álbum.
Al contrario. Este elepé se acompasa inquietantemente con el espíritu del momento (como le ocurriera en 1997 al Ok computer de Radiohead). L’enfant sauvage es una fiel descripción de estos desasosegantes albores del siglo XXI y por eso está obligando a cada vez más gente en cualquier lugar del globo a girar la cabeza hacia Francia, hasta ahora un país secundario en lo que al metal se refiere.
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