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OPINIÓN
Columna
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Así nos ven

Dos 'realities' sobre desmadres alcohólicos en la costa española levantan protestas de los municipios. Asusta la visión de nuestro propio monstruo

Ricardo de Querol

España es un país chocante que solicita a la vez el rescate y organizar unos juegos olímpicos, que vive del turismo extranjero pero desaconseja a los suyos viajar fuera, que recurre a los más manidos tópicos sobre el exterior, ahora descrito como un lugar lleno de mosquitos por el ministro Soria, pero que se enfada mucho por la imagen que se da del país fuera de él. Así que puede ofender tanto el guiñol francés por bromear con el dopaje como inquieta que la prensa internacional dé detalles de nuestros agujeros o se haga eco del castizo alcalde que asalta supermercados. Lo último es protestar porque nada intelectuales programas de televisión inviten al abuso etílico en nuestro suelo.

MTV está rodando Gandia Shore, la adaptación española de un reality show exprimido durante seis temporadas en Estados Unidos con el nombre Jersey Shore. Es una de tantas derivaciones del gastadísimo modelo Gran Hermano, ahora centrado en ocho jóvenes —“explosivos, guapos y con cuerpazo, con ganas de fiesta, espontáneos, ligones y divertidos”— de juerga en las playas de la ciudad valenciana de origen de los Borgia. Dando la razón a quienes se temían lo peor, sus cámaras ya han filmado (¿provocado?) una pelea a la puerta de un pub. El Ayuntamiento de Gandia ha pedido, sin éxito, que se retire su nombre del programa. Tampoco quiere verse Lloret de Mar como la muestra la televisión alemana ProSieben en We love Lloret, otro supuesto experimento sociológico regado en cubatas. El municipio gerundense hizo igual petición con igual (falta de) respuesta.

El verano pasado ya arrasaba en clubes británicos como españoles el videoclip Loca people (La gente está muy loca), pegadiza y a ratos patética recreación de una noche de borrachera en Barcelona. Una parodia, dijo su autor, el dj catalán Sak Noel, que al parecer gusta a los pariodados.

Lo solidario, entonces, es veranear en España mientras millones de europeos se dejan su patriotismo en casa y siguen bañándose, en el mar o en copas, aquí. Pero luego sacan en televisión cómo nos ven y cómo se ven a sí mismos durante esas vacaciones que sostienen el PIB, y nos asusta la visión de nuestro propio monstruo. El dilema es que no queremos que nos retraten como el paraíso de la juerga que (también) somos. Pero mucho menos que dejen de venir.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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