Km 0
El tono de las tertulias políticas está cambiando. 'Kilómetro 0', de Telemadrid, es divertido, ágil y muy bien llevado
Cómo ha cambiado la tonalidad de las tertulias. Ya no se rompe España por las costuras separatistas catalanas, sino que el sentido de Estado de los socios de allí sostiene la cordura nacional. Se agota el recurso a justificar los males por la herencia recibida y Zapatero es una sombra lejana a quien se reconoce como el primer gestor de la catástrofe, gestionada ahora por el siguiente en la lista. Las tertulias políticas son una vuelta al día en 80 opiniones, pero como el día tan solo trae sorpresas feas, los que antes agitaban el fantasma de la debacle se han convertido en adalides del arrimar el hombro y la solidaridad nacional. Y se agradece más que los excesos que provocaba el relevo electoral, que era la obsesiva prioridad de algunos.
Es enternecedor escuchar a esforzados contertulios convencernos de que el repago sanitario es saludable, porque así ingeriremos menos preparados químicos y nuestros abuelos no andarán todo el día mandándonos a la farmacia. Se oye también que para los alumnos de hoy será buenísimo recuperar los grupos de 45 chicos por aula. Dicen que nosotros estudiamos así y ahí estamos, cultos, preparados y triunfadores en la vida, frente a los malos resultados del informe PISA. Les falta añadir, en esa lectura tan sorprendentemente generosa con la precariedad, que también aprendimos a aguantar la transpiración y desenvolvernos en el metro en hora punta gracias a esas clases donde no cabía un alfiler y el profesor se abría paso entre las filas de pupitres a machetazos o bofetones.
En Telemadrid, la tertulia Kilómetro 0 es buen ejemplo. Su moderadora, Ana Samboal, se muestra mucho más ligera que en los informativos, donde se riñe a las noticias que no comulgan con la doctrina que se imparte. Aunque entre los invitados no falla nunca el hiperventilado Terstch, el debate es divertido, ágil y muy bien llevado. Puede que esta tertulia se convierta en un verdadero kilómetro 0 para el propio canal, una vuelta a la senda que nunca debió abandonar. No es lo mismo recalentar el motor electoral que gestionar la urgencia histórica de la España de ahora, donde lo peor sería acabar quemando el motor por no saber graduar las revoluciones.
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