Capítulo 5: el arte bizantino (c. 300-1204). Con la expansión del cristianismo el arte dirige su mirada a la cada vez más arraigada fe. Con una masa de población analfabeta, las imágenes se convierten en un medio para educar en la religión. Los mosaicos de la iglesia de San Vital en Rávena son un ejemplo cumbre de esta forma de expresión dedicada a glorificar la figura de Dios.Capítulo 10: el arte barroco (1600-1750). Tras la calma del Renacimiento, irrumpe la emoción. La pasión, el movimiento y la teatralidad definen la plástica barroca, desde la arquitectura a la escultura y la pintura. El contraste de las luces y las sombras, patente en esta pintura de Caravaggio, o la oposición de curvas y contracurvas definen la factura de unas obras concebidas para satisfacer la contemplación estética guiada por el fervor religioso.Capítulo 15: arte académico (siglos XVII y XIX). Las Academias se erigen como estandartes del buen gusto y la perfección artística. Las formas y colores, exquisita y habilidosamente equilibrados y proporcionales, se subyugan a una jerarquía temática, con cima en la pintura de historia. Los Salones, como el de París, abiertos únicamente al arte acorde con la convención, se convierten en los centros fundamentales de exposiciónCapítulo 20: simbolismo y esteticismo. Inspirado en la literatura, el simbolismo, al igual que el esteticismo, plantea una contestación al realismo. El arte ya no tiene un objetivo espiritual, ni tampoco decorativo: el arte vive solo por el arte. Mientras que el simbolismo intenta desentrañar lo oculto, el esteticismo se concentra en la belleza.Capítulo 25: expresionismo (c. 1890-1934). El yo más íntimo se erige en motor fundamental de la creación artística en una época marcada por el malestar social y la guerra. Los colores, las formas y los temas pasan a definirse únicamente en relación a la interioridad del artista. Grupos como Der Blaue Reiter (El jinete azul) o Die Brücke (El puente) se consolidan como colectivos de creadores con premisas comunes.Capítulo 30: suprematismo. Fundamentado en las ideas de Malévich, el suprematismo busca transmitir nociones profundas a través de las formas geométricas más simples, en especial el cuadrado y el círculo, para alcanzar un lenguaje pictórico puro. Arraigado en la tradición ortodoxa rusa, el suprematismo bebió también de movimientos concomitantes en el tiempo como el cubismo y el futurismo, aunque también del arte primitivo.Capítulo 35: renacimiento de Harlem (décadas de los 20 y 30 del siglo XX). Los negros estadounidenses que poblaban el barrio de Harlem, en Nueva York, se lanzan a explorar su identidad a través del arte. Tras la guerra de Secesión de 1865, los esclavos africanos del sur de Estados Unidos emigran hacia el norte, para comenzar un largo proceso de integración en el que no olvidan sus raíces culturales.Capítulo 40: expresionismo abstracto (1943-1970). Tras la Segunda Guerra Mundial, surge una ola de artistas que exteriorizan la desazón a través de las formas abstractas. La individualidad y la espontaneidad dirigen los destinos de este estilo, en el que el color y la acción toman el protagonismo en dos vías diferentes: las de los movimientos paralelos Action Painting y Color field painting, iniciados en Nueva York.Capítulo 45: el arte conceptual (décadas de 1970 y 1980). Con las raíces hundidas en los preceptos dadá de Marcel Duchamp, el arte conceptual busca el pensamiento por encima de la forma. Facetado en pintura, instalaciones, videoarte o performance, incluye también movimientos concomitantes como el 'land art' o el minimalismo. En un ejercicio de introspección, el arte conceptual huye de los medios y métodos de representación tradicionales del arte.Capítulo 50: arte de los nuevos medios (1970-). El exponencial desarrollo de la tecnología a finales del siglo XX impulsó el nacimiento de nuevas formas de arte, todavía en formación y que encuentran soporte en medios como el video o Internet.
