Boardwalk Empire, el fascinante poder del pecado
“Todos tenemos que decidir por nosotros mismos con cuánto pecado se puede vivir”. Enoch Nucky Thompson le dice esta frase a Margaret Schroeder en uno de esos diálogos inteligentes y concisos que se recogen una y otra vez en Boardwalk Empire, la serie que recrea con maravillosa pulcritud la vida de negocios de la mafia, trapicheos políticos y cambios sociales que ilustraron el período de la prohibición alcohólica en Estados Unidos. El escenario es Atlantic City, la metrópoli del Estado de Nueva Jersey que, antes de que existiese ni tan siquiera Las Vegas, fue en los años veinte y treinta del siglo pasado la ciudad del pecado y del juego.
Con el sello de calidad de HBO (Los Soprano, A dos metros bajo tierra o Juego de Tronos), Canal+ comienza esta noche la emisión de la segunda temporada de esta obra maestra de la pequeña pantalla, que vuelve a recordarnos una vez más que las buenas historias de la mafia conservan intacta su capacidad para profundizar en el espíritu humano, donde la contradicción, el deseo y el miedo pueden determinar la decisión más insignificante así como toda una vida.
Con su presencia magnética y sus ojos saltones, Steve Buscemi es Nucky Thompson, el personaje principal de Boardwalk Empire, basado en el político republicano que dominó Atlantic City durante décadas, tejiendo toda una red de contrabando ilegal, prostitución y casinos mientras su cara fue una de las más populares y respetadas por el aparato político estadounidense de la Costa Este. Como toda gran sentencia en una película de la mafia, su frase a la señora Schroeder parece definir esta serie que traza un incisivo retrato de las relaciones humanas y de los acontecimientos históricos en las que estas se producen.
Boardwalk Empire no repara en detalles para mostrar cómo funcionan las tripas de la mafia, sustentada a través de favores y complicidades políticas así como de su capacidad de reacción para deshacerse de un cadáver. A medida que se conoce en qué consistió realmente eso de la Prohibición, que no solo lucró a los que ya estaban al frente del tinglado del entretenimiento y la corrupción sino que además alumbró a una nueva generación de mafiosos, creando un choque generacional en el crimen organizado, uno se sumerge en la época posterior a la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, que cambió la mentalidad de una generación entera y afectó a la psicología social de Estados Unidos, el país de las oportunidades. Solo que las oportunidades en esos años para los ambiciosos o los más perdidos en la vida (porque a veces lo mismo da) pasaban por la mafia: era un camino mucho más rápido y ventajoso que ser un simple ciudadano honrado.
“Esto es América, ¿quién coño te detiene?”. Esta frase la escucha Jimmy Darmody, el protegido de Nucky Thompson que acaba de regresar de la guerra. Herido, con cicatrices interiores que no se curan, el poderoso Jimmy, llamado a ser algo grande en esta segunda temporada e interpretado por Michael Pitt, radia una fuerza asombrosa en pantalla, como si fuera una mezcla de Michael Corleone y Sonny Corleone. Porque Boardwalk Empire recuerda a los mejores relatos de la mafia. Con Martin Scorsese como productor ejecutivo y dirigiendo el capítulo piloto, la serie rastrea hasta las esquinas más oscuras de los personajes para conseguir mostrar un retrato humano veraz y apasionante, que termina por ser, con unos y otros, el retrato del Atlantic City de los años veinte. A pesar del bombo y platillo de la bendición de Scorsese a este serie ganadora del Globo de Oro, el mérito reside en su creador Terence Winter, que escribió algunos de los capítulos de Los Soprano antes de meterse en este proyecto personal.
De esta forma, con una esmerada recreación al más puro estilo Mad Men, el espectador se sumerge en las peripecias de sus personajes, que se cruzan con las del mafioso Lucky Luciano o Al Capone, en mitad de la llegada del último invento que es una aspiradora, de la aparición de un grupo de presión contra los negros que es el Ku Klux Klan, la concesión del derecho al voto de las mujeres o las noticias que llegan a los periódicos de los sucesos revolucionarios que sacuden a Rusia. Todas estas cosas y muchas más son el paisaje a un tiempo en el que el mago Houdini es la estrella de los grandes espectáculos y la música que suena se alterna entre las composiciones del Tin Pan Alley, el jazz vocal y el blues clásico urbano y de cabaret. Y todo rodea la lucha de intereses que libra Nucky Thompson, como el gangster más poderoso de Atlantic City, contra sus rivales en Chicago o Nueva York, o la desesperada búsqueda por asentarse en un sitio que guarda la mirada fría de Jimmy.
Abundante en personajes, no solo el elegante y político Nucky y el joven y valiente Jimmy sustentan por todo lo alto a Boardwalk Empire. Margaret Schroeder, interpretada por Kelly Mcdonald, y el agente federal Nelson Van Alden, al que da vida Michael Shannon, son las otras dos grandes figuras que forman el póquer. Si la ilustrada señora Schroeder, que lee las novelas de Henry James, es un personaje que crece en cada capítulo hasta presentar una profundidad moral tremenda, no lo es menos el imprevisible y enigmático agente de la ley, quien muestra una fe cristiana a prueba de bombas y poco a poco deja vislumbrar un mundo de contradicciones sin igual. Ambos son dos personajes alucinantes que están a la altura de Nucky y Jimmy, dignos de El Padrino o Uno de los nuestros.
Otros personajes también son destacables pero mención especial merecen el de Al Capone, interpretado por Stephen Graham, y Chalky White, interpretado por Michael Kenneth Williams. A pesar de la distancia de pertenecer a Chicago, fuera del estupendamente recreado paseo marítimo de Atlantic City, Al Capone muestra una curiosa y hábil evolución del personaje, que ofrece otra mirada sobre el mafioso más famoso de la historia. Y con el segundo porque, para el espectador familiarizado con The Wire, permite ver al gran Michael Kenneth Williams, irremediablemente asociado a la figura de Omar Little en The Wire, uno de los personajes más arrebatadores de la historia de la televisión, en el papel del líder del barrio negro de la ciudad, que trabaja para Nucky. Una de las escenas que protagoniza para conseguir información de un enemigo es de los mejores momentos de la serie, en tanto en cuanto parece el mismo Omar viajando en el tiempo hasta los años veinte.
Parafraseando a Vito Corleone cuando dijo aquello de “voy a hacer una oferta que no podrá rechazar”, se puede decir que Boardwalk Empire es una serie que no se puede rechazar si el lector gusta de las buenas historias de la mafia. Esas historias que, mucho más allá de pistoleros, prostitutas y droga, narran la construcción de una sociedad al tiempo que se adentran en las sombras del alma, que nublan y confunden la línea abstracta que separa el bien y el mal. Relatos que hablan, en definitiva, sobre todos nosotros porque, como decía Nucky, protagonista de Boardwalk Empire, “todos tenemos que decidir por nosotros mismos con cuánto pecado se puede vivir”.
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