De la euforia de Sargent a la angustia de Schiele
La exposición 'Retratos de la Belle Époque' recorre en Valencia 40 años de arte en Europa hasta la Primera Guerra Mundial
Desde la Guerra Franco Prusiana de 1870 hasta el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), numerosos artistas intentaron plasmar las convulsiones culturales y sociales de cuatro décadas de efervescencia económica, transformación tecnológica y crecimiento de urbes por toda Europa. Un "laboratorio cambiante", en palabras de Tomás Llorens, comisario junto con Boye Llorens de la exposición Retratos de la Belle Époque, que se ha inaugurado hoy en el Centro del Carmen de Valencia, y que exhibirá hasta el 26 de junio obras de Klimt, Schiele, Munch, Toulouse-Lautrec, Kokoschka, Sargent, Zuloaga o Sorolla entre decenas de grandes pintores de la época.
"Es una época con un sentimiento de euforia extraordinaria y también, subyaciendo, un sentimiento de ansiedad creciente", explica el experto en arte. Y eso es lo que explicita la muestra, los cambios culturales y sociales, mediante un género pictórico, el retrato, a través de los grandes nombres de la pintura de aquellos años. Desde el brillo de los cuadros de la ilustre aristocracia de John Singer Sargent, en Inglaterra, o Joaquín Sorolla, en España, hasta la zozobra psicológica de las pinturas de Egon Schiele y Oskar Kokoschka.
Una gran muestra producida por la Fundación La Caixa y el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, con un coste de un millón de euros, que después viajará hasta Barcelona (19 de julio a 25 de septiembre) y que reúne 78 cuadros de prestigiosas instituciones de 11 países, como la Tate de Londres, el Museo Thyssen-Bornemisza, la Galería Estatal Tretiakov de Moscú, la Nasjonalgalleriet de Oslo, Galleria degli Uffizzi de Florencia, el Leopold Museum de Viena o el Metropolitan Museum de Nueva York. Hasta el Palacio de la Zarzuela ha aportado un cuadro que a diario contempla en su despacho el Príncipe Felipe, el Retrato del rey don Alfonso XIII con el uniforme de Húsares, pintado por Sorolla en 1907.
Aunque la base de la exposición es el retrato, se abordan las obras de distintas temáticas a lo largo de nueve salas. Así, en la primera, dedicada al autorretrato, hay obras de Eugène Carriere, Ignacio Pinazo, Asta Norregaard, Sargent o Sorolla. La segunda sala, quizá la más espectacular, se llena de grandes pinturas de figuras de la alta sociedad, cuadros coloridos y optimistas, como La duquesa de Sutherland, de Sargent, el Retrato de la condesa Mathieu de Noailles, de Ignacio Zuloaga, Y Cléo de Mérode, de Manuel Benedito. O varias obras luminosas de Giovanni Boldini, como la espectacular La mujer de rosa (retrato de Olivia de Subercaseaux Concha) o la delicada pintura que hizo, al igual que Benedito pero nueve años antes, de Cléopâtre-Diane de Mérode, una bailarina de belleza legendaria retratada por todos los pintores de París y que, según Llorens, como símbolo de la Belle Époque, fue mencionada por Marcel Proust en sus obras.
Luego viene una sala titulada Temperamento y carácter, con obras que intentan penetrar en la psicología de los retratados. Y junto a obras Christian Krohg, Anders Zorn, Valentin Serov, Jacques-Émile Blanche o Sargent, sobresale por su color La Sargantain, el retrato con un vestido amarillo que hizo Ramón Casas a Julia Peraire, que luego sería su mujer.
La cuarta está dedicada a retratos de grupo, donde abundan los Sorollas, y también hay un Sargent . La quinta aborda los ambientes, con creaciones de Severin Kroyer (como el retrato de Edvard Grieg y su esposa), Asta Norregaard, Casas, Santiago Rusiñol, Maurice Lobre, o con la obra Negro y plata de James Jebusa Shannon como colofón
La sexta se dedica en exclusiva a Henri Toulouse-Lautrec. La séptima a retratos al aire libre, con varias obras de Sorolla y otros ejemplos de Marie Bracquemond, Maximilien Luce, John Lavery, Gustave Caillebotte, Sargent o Théophile-Alexandre Steninlen.
En la octava se aborda el retrato como símbolo, con el hipnotizante retrato de Maria Munk en su lecho de muerte realizado por Gustav Klimt o el cuadro que dedicó Hans Makart a Sarah Bernhardt. Una sala donde también sobresalen varias obras de Hermen Anglada-Camarasa, los oscuros óleos de Michail Vrubel o un retrato de Edvard Munch. Por último, la novena sala aborda la amargura de los años de la Gran Guerra, con obras de Max Oppenheimer, Kokotschka, Ernst Ludwig Kirchner, Auguste-Elysée Chabadu y que culmina con el sobrecogedor autorretrato de Egon Schiele titulado El Poeta, una obra que recoge a la perfección el clima con el que Europa afrontó los años previos al gran conflicto mundial.
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