No es culpa mía, me han dibujado así
Lo de la animación moderna en televisión se ha convertido en un territorio movedizo. De hecho, las novedades son mínimas (me refiero a aquellas que logran colarse en las grandes cadenas, ya sean generalistas o por cable) y el panorama sigue siendo el mismo que hace un lustro: Padre de familia, Los Simpson o South Park.
No es que ninguna de ellas tengo nada malo, más bien al contrario, aunque reconozco que ya no presto atención a ninguna de las mencionadas porque tengo la impresión de que ya han dicho todo lo que tenían que decir. De hecho recientemente traté de dar una vuelta a mis gustos animados con The Life & Times of Tim (la serie de HBO) pero no logré engancharme a la propuesta.
Sin embargo, hace solo unos días y de rebote llego a mis manos una serie llamada Archer. En Estados Unidos la emite F/X, la cadena más atrevida de Fox al otro lado del Atlántico. En España se estrenó el pasado mes de septiembre en Canal Plus (sigue en emisión en los diales 5 y 42). Al principio reconozco que su estilo old-school me dejo desubicado. Claro, también contribuyeron a ello que en el primer episodio el protagonista, después de recoger una camisa en una tintorería regentada por un indio (tapadera en realidad de una agencia gubernamental secreta) se quejara del olor a curry de la prenda afirmando que "esta camisa huele como el tanga de Indira Ghandi". Tampoco pasó desapercibido la foto de una señora desnuda abrazando a su perro con intenciones libidinosas o la discusión entre una pareja de ex-novios en la que ella acaba diciendo: "te dejé porque arrastras un cordón umbilical de 35 años".
¿Qué es Archer? Pues, por no andarnos por las ramas, la historia de un agente secreto, misógino, elegante, irresistible y completamente idiota llamado Sterling Archer. El tonto con traje está a las ordenes de Malory Archer, su madre, por la que siente algo a medio camino entre el complejo de Edipo y el odio irracional (cuando en el piloto un agente ruso amenaza con matarla, éste -Archer- tiene una erección). Archer y Archer se detestan con cariño pero conviven a diario en su particular oficina, habitada por otros personajes -igualmente detestables- como el Dr. Krieger (una especie de Q pero sin 007) un hombre obsesionado con su blackberry o Lana, la atractiva agente secreta que solía salir con Archer (hasta que descubrió que salir con un imbécil tiene sus consecuencias) y que ahora le desea una muerte lenta y dolorosa.
La vida de Archer transcurre en un ambiente de torpeza, siendo como es un tipo miserable y a pesar de ello la serie es espléndida, graciosa, salvaje sin levantar la voz y dotada de un cinismo más eléctrico que la guitarra de Angus Young. Negros, judíos, hombres, mujeres, blancos y asiáticos, todos tienen las mismas oportunidades de ser destripados sin que su sexo, religión o raza constituya ningún impedimento. La igualdad de oportunidades nunca había sido tan palpable.
Además, esos títulos de crédito que hubiera podido firmar Maurice Binder y el sabor dulzón a James Bond de andar por casa ayudan lo suyo. Estamos en un mundo paralelo (o no) donde el destino del mundo se decide en superordenadores con contraseñas que un niño de cinco años tardaría 30 segundos en descubrir y donde la única preocupación del protagonista es conseguir acceder a su cuenta de gastos para subirse las dietas. Archer vive en el "todo vale" que rige el mundo ahora mismo: "!!dispara perra, hazlo por la democracia!!" le dice el protagonista a uno de los agentes de campo a los que está entrenando. Hasta la animación, con matices de Daniel Clowes y toneladas de cultura pop en vena, contribuyen en dar al producto ese aspecto de serie de otros tiempos con humor de estos. Lo de salvar al mundo desde la estupidez es una nueva revisión de aquello tan recurrido de la vida imitando al arte (y viceversa).
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