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EL PAÍS que hacemos
Por Equipo de Comunicación
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EL PAÍS refuerza su oferta cultural

Jordi Amat asume la coordinación del suplemento ‘Babelia’ y Carlota Rubio se pone al frente de ‘Quadern’

Jordi Amat y Carlota Rubio
Jordi Amat y Carlota Rubio, nuevos responsables de Babelia (I) y del Quadern (D), en la redacción de EL PAÍS de Barcelona.Albert Garcia
El País

Tras el lanzamiento de la nueva etapa de la revista de cultura y pensamiento TintaLibre, coeditada por EL PAÍS e Infolibre bajo la dirección de Jordi Gracia y Jesús Maraña, el periódico renueva a los responsables de los suplementos culturales Babelia y Quadern. Jordi Amat, ensayista y columnista de este periódico, y responsable del suplemento catalán en los últimos dos años, pasa a coordinar Babelia mientras la periodista Carlota Rubio se hará cargo de Quadern tras haber sido responsable de la sección de Libros de Núvol. Hasta ahora, la coordinación de Babelia corría a cargo de Javier Rodríguez Marcos, en la actualidad subdirector de Opinión del periódico.

La suma de los nuevos proyectos traslada la voluntad de reforzar desde EL PAÍS la relevancia de la cultura contemporánea con un enfoque conectado con la actualidad en sus múltiples facetas —la crítica literaria, la prescripción solvente, el reportaje cultural, la música, las series, el cine— y sin dejar de explotar las herramientas que las nuevas tecnologías ponen en manos de los medios. Tanto la renovación de firmas y de temas como la conexión con los intereses de la nueva sociedad explican estos cambios, y así definen sus objetivos sus nuevos responsables.

Los semiconductores

Jordi Amat

Si el mundo se quedaba sin semiconductores, todo iba a dejar de funcionar. Las potencias globales lo proclamaban. Los necesitaban ya. Muchos semiconductores: esos elementos que permiten el paso de la corriente eléctrica o que actúan como aislantes para impedir el paso de la electricidad. Sin ellos, no hay chips; sin chips, colapsamos. Ese chispazo lo crea también el equipo de  Babelia junto a una red de colaboradores en Europa y América. Hace años que somos el transmisor que conecta con profundidad al lector de EL PAÍS con el tipo de conocimiento humano que es el propio de la cultura. El suplemento quiere seguir funcionando como uno de los más eficientes semiconductores de la cultura en lengua española, una función que le ha sido reconocida gracias al trabajo de diversas generaciones de críticos y periodistas. Un semiconductor del hispanismo global que, como proclama su nombre, es puerta de entrada de voces de otras tradiciones para intentar comprender, además del aquí, también el cambiante ahora. Un espacio que dialoga con los clásicos e incorpora con valentía y más pluralidad la nueva sensibilidad. Y que también se atreve a aislar sin miedo lo malo que funde los plomos de los lectores. El Babelia de siempre donde todo cambia.

Un lector común

Carlota Rubio

Uno de mis descubrimientos del año ha sido la Virginia Woolf crítica literaria. Tituló el compendio de su obra ensayística The common reader con toda la intención del mundo: no le interesaban las lecturas academicistas, sino un lector común exigente con sus contemporáneos. “Los criterios que planteamos y las variaciones que formulamos pasan a formar parte del ambiente y se convierten en parte de la atmósfera que los escritores respiran cuando trabajan”, decía. Eso es lo que es y tiene que continuar siendo Quadern: la garantía de que la maquinaria se mantiene bien lustrada para que el escritor (o el artista o el músico o el cocinero o el escenógrafo) no sea autocomplaciente y para que el lector común sepa detectar y acoger la calidad cuando aparezca.

Entre el ruido de la novedad, la prescripción sin argumento, y el olor a moho de algunos circuitos, Quadern ha sabido colocarse en el centro del debate, y el objetivo es que, gracias a ello, pasen cosas. Un reportaje no tiene que dar testimonio a una tendencia, sino obligar a un escritor a revisar un capítulo de su manuscrito bajo una nueva óptica; una entrevista tiene que provocar una nueva colaboración en un museo; una crítica frenar un éxito deshonesto; y una columna inducir un instante de incomodidad productiva. Trabajaremos para que todo esto salga de Quadern, con una aproximación flexible a los géneros, los soportes y la definición de eso a lo que llamamos cultura. Y lo continuaremos haciendo en catalán, que no es solo una lengua, sino también una tradición y una mirada concreta sobre el presente.


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