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Paseos en kayak o museos gratuitos para los turistas más “sostenibles” en Copenhague

La capital danesa pone en marcha una iniciativa que recompensa a los visitantes que recojan plástico o se desplacen en bicicleta o transporte público

Turismo Copenhague
Un grupo de turistas se desplazan en bicicleta por el centro de Copenhague, a finales de mayo.SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)
Pau Alemany

El runrún de críticas creciente hacia el turismo de masas hace tiempo que suena cada vez más fuerte. Las molestias que provoca a la población local o la gentrificación de los barrios que aumenta el coste de vida son algunos de los motivos esgrimidos en varias ciudades europeas para rechazar el incremento constante de visitantes. En algunas autonomías españolas, como Canarias, Baleares o la Comunidad Valenciana, han salido a la calle para exigir limitaciones de afluencia. En Barcelona, unos manifestantes incluso dispararon con pistolas de agua a un grupo de viajeros que descansaba en una terraza. Ante este rechazo en aumento, Copenhague ha puesto en marcha una iniciativa con la que busca apagar el ruido contra el turismo.

La idea consiste en incentivar a los turistas mediante regalos o descuentos para que realicen acciones sostenibles durante su estancia en la ciudad. Aquellos que elijan desplazarse en bicicleta en vez de en coche, que colaboren en jardines urbanos o recojan botellas de plástico que se encuentren en la calle, entre otras actividades, tendrán acceso gratuito a algunos museos o restaurantes o podrán hacer una excursión en kayak. Eso sí, tendrán que encontrar alguno de los 24 establecimientos que se han adherido a la iniciativa y que se pueden consultar en la página web de Wonderful Copenhague, la oficina nacional de turismo.

El programa comenzó este lunes y se mantendrá hasta el 11 de agosto. Es un proyecto piloto que, de momento, únicamente se realizará en la capital danesa, y su expansión a otras ciudades dependerá del éxito de este mes. El director del programa, Mikkel Aarø, expresa su optimismo acerca de la iniciativa. “Elegir la opción verde no es escoger la aburrida, sino la interesante. No queremos forzar a nadie, sino que intentamos convencerlos”, comenta Aarø.

El director de la oficina nacional de turismo argumenta que hay una notable diferencia entre los visitantes que quieren actuar de manera sostenible, un 82%, y los que realmente lo hacen, un 22%, según una encuesta de la propia organización. “Es un nicho que tenemos que aprovechar, porque las personas tienen la voluntad de cambiar ciertos hábitos cuando visitan otros países, pero a veces necesitan un empujón para hacerlo”, comenta Aarø. La capital danesa acogió a 12 millones de turistas que durmieron al menos una noche en 2023.

Los visitantes tienen distintas opciones para demostrar que han realizado la acción medioambiental. En algunos establecimientos, se les requerirá una fotografía en la que aparezcan junto a la bicicleta alquilada; en otros, se les pedirá el tique del transporte público. También hay otras actividades que serán gratuitas, como pasear en kayak por el canal que atraviesa la ciudad, aunque con la condición de recoger la basura que se encuentren en su interior.

Rechazo al turismo de masas

La alternativa danesa se engloba en un contexto de rechazo hacia el turismo masivo por el colapso que empieza a suponer en algunas ciudades. En España, la primera manifestación de este año se produjo en Canarias, donde 57.000 personas, según la delegación de Gobierno, salieron a las calles de las siete islas para reclamar medidas concretas como una moratoria para impedir la concesión de más pisos turísticos o la implantación de una tasa a los viajeros.

La manifestación canaria de abril fue la pieza de dominó que desencadenó un efecto mariposa en otras comunidades del territorio. En Mallorca, por la falta de vivienda y la masificación; en Málaga, contra los efectos del turismo excesivo; en Valencia, para recuperar los barrios gentrificados. Y también en Barcelona, donde unos pocos manifestantes decidieron bloquear la entrada de restaurantes con cinta adhesiva o rociar con pistolas de agua a los turistas que se encontraban en las terrazas.

Pero el problema no es exclusivo de España, aunque es uno de los países más afectados por la cantidad de turistas anuales que recibe. También otras ciudades europeas han tomado medidas para lidiar con el turismo masivo. Es el caso de Venecia, en Italia, donde los visitantes que no pernoctan deben pagar una tasa de cinco euros. O Ámsterdam, capital de Países Bajos, que solo permite construir un nuevo hotel si antes cierra otro —aunque los proyectos ya aprobados, unos 20, sí que seguirán adelante—.

Para evitar que las protestas contra la masificación desemboquen en acciones negativas frente a los turistas, el director de la oficina nacional de turismo argumenta la necesidad de realzar los aspectos positivos que pueden generar los visitantes. “Viajar es tomar decisiones constantemente, en la manera de consumir o de comer, así que hay que motivar a los turistas para que esas opciones sean lo más sostenibles posible”. Aarø incide también en la necesidad de repartir tanto geográficamente como temporalmente a los visitantes, para que no se agolpen en las mismas fechas y en los mismos lugares cada año. Y añade que la acogida estos primeros días “ha sido muy buena”.

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