Las 21 águilas gigantes de Noruega soltadas en la cornisa cantábrica que Asturias ya no quiere
Transición Ecológica y las comunidades acordaron un proyecto piloto para soltar ejemplares de pigargo, la rapaz más grande de Europa que el ministerio considera extinta en España, pero tras las críticas de biólogos y ecologistas el proyecto se ha paralizado y queda en el limbo
Dos ejemplares de pigargo, el águila más grande de Europa, realizan un vuelo majestuoso sobre un río. Se persiguen, juegan en el aire. Uno se posa, grácil, en la rama de un árbol y el otro le sigue al instante. Allí se acicalan y se miran de reojo. Esta escena, habitual en los países escandinavos, no sucede junto a un fiordo, sino en la cornisa cantábrica. El Ministerio para la Transición Ecológica, que considera esta rapaz extinta en España, impulsó en 2021 un proyecto de reintroducción de pigargos —traídos desde Noruega— con el visto bueno de Asturias y Cantabria. Se soltaron 25 ejemplares, 21 de los cuales siguen volando por la zona. Tras las críticas de algunos biólogos y ecologistas —que niegan la presencia histórica del ave y creen que puede ser dañina para especies autóctonas—, Cantabria y Asturias han paralizado ahora la iniciativa, dejando a estas 21 aves enormes en un complejo limbo administrativo.
“El comité científico del ministerio incluyó en 2018 al pigargo entre las especies extinguidas en España. A partir de ahí, nosotros hicimos un proyecto serio de reintroducción —en el que el ministerio ha invertido 360.000 euros— que ha dado unos resultados espectaculares”, explica Ernesto Álvarez, presidente de Grefa, una entidad ecologista especializada en la recuperación de rapaces —buitre negro, aguilucho cenizo, cernícalo primilla, milano real—. Desde la orilla de un río asturiano, Álvarez mira, orgulloso, por un telescopio a través del cual se ve perfectamente a la pareja de pigargos posados en la rama. “Si te fijas, detrás hay un tercero”, sonríe. Es un ave enorme (las alas extendidas de las hembras pueden llegar a los 2,5 metros), señorial, de mirada firme, cuyos ejemplares adultos pesan de cuatro a seis kilos. Comen principalmente carroña, pero también peces, insectos, otras aves y hasta pequeños mamíferos.
Grefa solicitó ejemplares a Noruega, que ha colaborado en varios proyectos de reintroducción, y montó una gigantesca jaula de aclimatación (de 25 metros largo por 10 de ancho) en el concejo asturiano de Ribadedeva. “Aquí llegan los pollos con 70 días. Primero los alimentamos en nidos, y cuando están preparados saltan, pero se quedan en la jaula, con lo que aprenden a volar y a socializar entre ellos”, explica en las instalaciones Lorena Juste, coordinadora del Proyecto Pigargo. “A los dos meses les abrimos la jaula y pueden salir, pero con esta técnica salen cuando ya están preparados. Además, les seguimos trayendo comida a las instalaciones, por eso muchas veces regresan”, prosigue.
Pero el proyecto no gusta a todo el mundo. “No es una especie autóctona de Asturias. Es un gran depredador y puede suponer problemas para otras especies nacionales como el cormorán moñudo, que está en peligro”, señala Maritxu Ameigeiras, de Ecologistas en Acción Asturias. Nicolás López-Jiménez, de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), añade: “Su introducción ha creado alarma en las poblaciones locales por posibles daños a la pesca y la ganadería. Consideramos que es un proyecto de introducción, no de reintroducción. Hay otras prioridades para invertir el dinero público a la hora de recuperar otras especies de aves”.
Críticas científicas
También algunos científicos han levantado la voz contra la iniciativa. “Se está liberando aquí una especie que no tiene hueco en el ecosistema desde hace miles de años. Puede competir con el águila real o el quebrantahuesos por la comida, y echarlos de las zonas de nidificación. Se ha hecho sin base científica”, critica Germán Orizaola, investigador Ramón y Cajal en Zoología de la Universidad de Oviedo. Junto con otros dos colegas, firmó una carta abierta oponiéndose al plan en sus inicios y mantiene su opinión contraria.
Seguramente esta polémica ha influido en el cambio de posición de Asturias y Cantabria, dos regiones que en 2021 —cuando se soltaron los primeros ejemplares— enviaron sendas cartas al ministerio manifestando su apoyo al proyecto “para restaurar las poblaciones de especies extintas en territorio español”. Dos años después, en febrero de 2023, Grefa presentó en el Comité de Flora y Fauna —que aglutina a ministerio y comunidades— un informe de casi 230 páginas en el que resume que la reintroducción está funcionando mejor de lo esperado, que hay una baja mortalidad (siguen vivos 21 de los 25 ejemplares) y que incluso ya se han formado dos parejas.
Sin embargo, las dos autonomías norteñas pidieron no continuar, pese a que ni siquiera financian la iniciativa. “Habiendo estudiado los informes, el Principado y el resto de comunidades limítrofes entendieron que no se daban las circunstancias adecuadas para proseguir”, explica una portavoz de la Consejería de Medio Rural asturiana. Guillermo Blanco, consejero de Desarrollo Rural cántabro en funciones, añade: “No está acreditado que la introducción no genere efectos directos o indirectos sobre aves marinas amenazadas, y tampoco está acreditado que el pigargo fuese un reproductor en nuestro país en tiempos históricos”.
Miguel Ferrer, investigador de la Estación Biológica de Doñana-CSIC y experto en reintroducciones de aves, niega la mayor: “Hay evidencias científicas claras de que el pigargo, que es de origen africano, estuvo en España. Eso es indiscutible”. Coincide en ello el ministerio: “En tiempos históricos ha sido registrada muchas veces, mediante observaciones, registros documentados, ejemplares cazados…”. Ferrer defiende el proyecto: “La base científica del proyecto es sólida, el ministerio está a favor y la gente de Grefa es seria. Nos estamos cargando la biodiversidad en Doñana, en Las Tablas y en muchos otros sitios y no parece importar, y cuando hay un proyecto para recuperarla surge una oposición sorprendente. Asturias y Cantabria mantienen ahora una postura reaccionaria. Son las mismas comunidades que se oponían a la protección del lobo, quizá su cabreo tenga que ver con esa decisión”.
“Está habiendo mucho bulo contra la especie: vimos noticias de ataques a ganado cuando todavía no habíamos soltado ningún ejemplar, y además es algo que no suele pasar”, critica Ernesto Álvarez, de Grefa. Otra entidades ecologistas acusan al pigargo de interferir con el quebrantahuesos, en peligro de extinción en España. Gerardo Báguena, vicepresidente de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, que ha recuperado esta especie en los Picos de Europa, señala que han visto un pigargo en el muladar donde alimentan a los buitres, pero no hubo interacciones ni problemas entre ellos. “También ha habido interacciones en vuelo, pero sin que hayamos detectado ninguna alerta”. Báguena no se muestra contrario a la reintroducción del pigargo, pero echa en falta que haya habido más información sobre ese proyecto, tan cercano al suyo.
Destino incierto de los ejemplares
¿Qué hacer ahora con los 21 ejemplares de esta águila sueltos en Asturias? Varias entidades conservacionistas, como Ecologistas en Acción, SEO y la Coordinadora Ecoloxista d’Asturies han pedido la retirada de los animales, algo que también comparte Germán Orizaola. Asturias y Cantabria no se pronuncian. Grefa, por supuesto, pide continuar con el proyecto, mientras que el ministerio señala: “Lo que corresponde es dar continuidad al seguimiento, para ir teniendo información de la supervivencia, distribución y hábitos de los ejemplares que fueron liberados y que perviven”. La captura de los ejemplares no está sobre la mesa.
El Instituto Noruego para la Investigación de la Naturaleza (Nina, en inglés), el organismo que ha colaborado con España para ceder los pollos liberados aquí, se muestra contrariado por la paralización. “No queremos comentar la decisión de España, pero podemos asegurar que, si la idea es tener una población viable de pigargos en el país, es muy pronto para detener la reintroducción”, apunta por correo Duncan Halley, líder del proyecto en Nina. En cuanto a las críticas, apunta: “En Noruega tenemos censados unos 12.000 pigargos, y hay cientos de miles de ovejas, cabras y terneros pastando en libertad. No hemos encontrado un solo caso en el que esta rapaz ataque al ganado”.
Grefa ha marcado a todos los ejemplares con un GPS que aporta además datos de telemetría. “Nos ofrecen datos de temperatura, altitud, velocidad de vuelo… Con eso podemos saber sus pautas de comportamiento, como dónde comen, y podemos ir a verlo, o si se forman parejas”, dice Lorena Juste. Así saben que Valkiria, uno de los ejemplares liberados en Asturias, voló miles de kilómetros hasta el norte de Alemania y luego volvió, mientras que Loki hizo lo propio hasta Países Bajos. “Tienen una orientación increíble. Pueden volar miles de kilómetros pero al final suelen volver al punto de partida”, apunta la bióloga. También han llegado hasta España pigargos de otras latitudes, como Francia o Alemania.
Según el informe de la entidad ecologista, basado en estos seguimientos, no se han evidenciado impactos en especies autóctonas y solo se han detectado un par de intentos de depredación sobre especies de fauna no amenazada, como anátidas y gaviotas comunes. En cuanto a pescado, se ha visto que se alimenta de peces típicos de estuarios como los múgiles. “Se trata de una especie que se alimenta mayoritariamente de carroña, por lo que interfiere de una manera muy limitada con otras especies silvestres en el conjunto de área de distribución mundial que ocupa”, señala el ministerio.
Jesús Bordás, alcalde en funciones de Ribadedeva, quiere que el proyecto continúe: “Nos comprometimos y cedimos instalaciones. Es una iniciativa beneficiosa para el municipio que no está causando ningún problema. Si se consolidara, podría ser un atractivo turístico, podríamos hacer puntos de observación de pigargos y un centro de interpretación, igual que el del quebrantahuesos”. De hecho, los lugares ya están elegidos, pero todo se ha parado con la marcha atrás del Principado: “Hay que tener palabra, si empiezas algo hay que terminarlo”.
Álvarez, de Grefa, muestra su enfado por las críticas: “En 42 años realizando proyectos de reintroducción nunca había visto una reacción tan ‘ecocida’ contra la biodiversidad. El proyecto está sirviendo para reintroducir la especie, y también para que actuemos sobre cables y torres de alta tensión para evitar que tanto pigargos como otras rapaces se electrocuten. Tenemos que seguir”. Germán Oraizola lo contradice: “Esta actuación se ha hecho sin base científica, sienta un mal precendente”. Ajenos a la polémica, los pigargos saltan de la rama y emprenden el vuelo hacia el cielo asturiano.
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