Cachalotes en el Mediterráneo: tras el rastro sonoro del gigante marino

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Cachalotes en el Mediterráneo: tras el rastro sonoro del gigante marino

Unos 2.000 ejemplares de este fascinante cetáceo sobreviven en el Mediterráneo occidental tras sufrir un enorme declive en los últimos 90 años. Unos investigadores utilizan la acústica para adentrarse en su universo sonoro y ayudar a su conservación en las islas Baleares


En el apartado de observaciones de su cuaderno de bitácora hay hallazgos maravillosos. Txema Brotons repasa con el dedo las hojas en busca de sus encuentros con cachalotes en la cubierta del velero Irifi (su casa y su oficina durante muchas semanas al año). Ahí está anotado el nacimiento de una cría; o los dos enormes machos que estuvieron durante un buen rato intentando ganarse la atención de una hembra a empellones; o la guardería de cachalotes con la que se topó al norte de Menorca...

Todos esos encuentros, además de apuntarlos, los ha grabado con drones este doctor en Biología especializado en cetáceos en general y, en particular, en cachalotes, el depredador más grande del planeta. Este gigante —Physeter macrocephalus— era el leviatán de la novela del siglo XIX Moby Dick. Aunque en realidad era la víctima de una industria pesquera que diezmó esa especie hasta que a finales del siglo pasado se firmó un acuerdo internacional para poner fin a la pesca comercial. Hoy sigue en riesgo debido a las colisiones con grandes buques y a la contaminación marina generada por las redes y el plástico. Una población de alrededor de 2.000 ejemplares sobrevive en el Mediterráneo occidental, y Brotons, director científico de la asociación Tursiops, los lleva rastreando desde 2003 para ayudar a sacarlos de la zona de peligro. “La mejor herramienta de conservación es el conocimiento”, resume este biólogo experto en acústica.

Aunque a simple vista esos vídeos de dron puedan parecer lo más espectacular de su trabajo, el verdadero tesoro lo guarda en decenas de discos duros en los que acumula miles de horas de grabaciones de audio que ayudan a comprender el universo sonoro en el que se mueve esta enigmática especie catalogada como en peligro de extinción por la UICN. Lo que vemos cuando está en la superficie es solo un pequeño porcentaje de su vida. Bajo el agua está el misterio y la forma de acercarse es a través de los hidrófonos que registran el cliqueo, los chasquidos que producen estos cetáceos dentados para, entre otras muchas cosas, cazar a calamares a cientos de metros de profundidad. “Son animales difíciles de observar, porque tienen densidades muy bajas y viven en lugares inhóspitos. Nosotros no vemos su vida, la escuchamos”, resume el responsable de Tursiops.

Huella acústica

Bajo la cubierta, al lado de donde guarda la bitácora, el velero Irifi esconde un equipo de grabación. Con los auriculares puestos, Brotons y el resto de miembros y colaboradores de Tursiops rastrean los fondos marinos cada campaña para tratar de localizar el rastro sonoro de los cachalotes. Una semana en tierra, otra semana embarcados en busca de estos gigantes.

El velero 'Irifi' con el hidrófono para localizar los cachalotes.

De la popa cuelga un cable de 100 metros de longitud. Al final del cabo, para evitar la contaminación acústica que genera el motor del barco, está el hidrófono con el que buscan a estos animales en una especie de acantilado marino ubicado al sudeste de las Baleares: el Escarpe Emile Baudot, que alcanza los 2.000 metros de profundidad y los 200 kilómetros de longitud. Ahí es donde estos cetáceos —el mamífero marino que más profundo se sumerge— acuden para cazar los calamares. Hacen inmersiones de 45 minutos de media en las que alcanzan los 1.000 metros de profundidad. El cliqueo que emiten les sirve para rastrear el fondo marino y capturar a sus presas allí donde la luz ya no llega. “Viven en un universo acústico, no visual”, dice el biólogo.

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“Los buscamos a 1.000 metros, en la oscuridad total. Por eso cazan con sus clics”, añade Brotons. Gracias al retorno que reciben en su enorme cabeza logran hacer un mapa de los fondos como los sistemas de sonar. Pero esos chasquidos no solo sirven a los cetáceos para alimentarse y ver todo lo que les rodea. “También es un sistema de comunicación y socialización”.

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Brotons admite que la humanidad está todavía “a años luz de poder interpretar todos sus sonidos”, pero una parte de este cliqueo la ciencia empieza a descifrarlo. Tras años de estudios, señala el biólogo, se han podido identificar codas (repeticiones de clics) idénticas que usan los individuos de un mismo grupo de población. “Cada clan tiene sus propias codas”, detalla este ecólogo.

Escuche a continuación la coda de uno de los clanes.

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“Tienen una cultura no humana y están clicando continuamente”, sostiene el responsable de Tursiops, que explica que “la acústica ha sido una revolución” para el estudio de este animal. En sus archivos guarda horas y horas de audios de cachalotes, como esta grabación en la que se aprecia la tensión entre varios ejemplares.

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Así suena

Animal colosal

El cachalote es un animal de récords. No solo por su tamaño —los machos alcanzan los 16 metros de longitud y los 41.000 kilogramos de peso, las hembras llegan a los 11 metros y los 14.000 kilos— o por ser los mamíferos marinos que más profundo pueden sumergirse. También por la potencia de su cliqueo. Es el animal que produce el sonido más intenso de todo el reino animal: el conocido como big clang, que alcanza hasta los 223 decibelios a un metro de la fuente emisora. “A partir de los 150 un sonido ya genera dolor en el ser humano”, apunta Brotons.

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El big clan del cachalote es el sonido más potente desarrollado por un animal. Se ha llegado a registrar uno de 223 db.

El big clang se asemeja a un golpe breve y seco sobre una superficie metálica y los cachalotes macho (los únicos que lo emiten) pueden repetirlos cada seis u ocho segundos. Pero, ¿para qué sirve? Aunque en algún momento se especuló con que podrían usarlo para aturdir a sus presas, Brotons sostiene que se trata de una herramienta de socialización. “Para atraer a las hembras o para repeler o localizar a otros machos. Quizás, algo así como decirle al resto: ‘aquí estoy, qué macho soy”.

Declive

La población de cachalotes del Mediterráneo ha vivido un declive brutal en los últimos 90 años. “En solo tres generaciones ha sufrido un descenso de al menos el 70%”, explica la bióloga especialista en cetáceos Margalida Cerdà. La asociación Tursiops, para la que trabaja también ella, ha solicitado al Ministerio para la Transición Ecológica una modificación del Catálogo Español de Especies Amenazadas para aumentar su protección. Actualmente, en ese catálogo la situación del cachalote en España se considera como “vulnerable”. Esto se debe a que en el documento no se hace distinción entre las poblaciones del Atlántico y la del Mediterráneo, más castigada. Cerdà y Brotons han solicitado que se cree un apartado específico en el catálogo español para la población mediterránea de cachalotes y que se equipare su situación a la que la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) recoge en su lista roja. Esto supondría que pasara de estar considerado como “vulnerable” a “en peligro” de extinción. Los responsables de Tursiops creen que este cambio ayudaría a aumentar la protección de una especie a la que el ser humano ha estado acosando durante décadas.

En su cabeza, se encuentra el espermaceti, un aceite blanquecino que forma parte de su complejo sistema de sonar. Pero esta sustancia también ha sido su perdición, porque durante décadas los balleneros cazaron a los cachalotes para extraérsela. El preciado aceite se empleaba como lubricante de relojes, también para hacer velas y para mantener encendidos los candiles. “La industria ballenera es el claro ejemplo de mala práctica, llevó a la población casi al exterminio”, lamenta Cerdà.

Algunos países siguen cazando cachalotes —como Japón y Noruega, que arguyen motivos científicos—, pero el problema no alcanza la dimensión que tenía antes de 1986, cuando se decretó la moratoria para la pesca comercial. La recuperación de la especie es lenta, porque estos animales tienen pocas crías cada muchos años y son de crecimiento muy lento. Además, todavía persisten algunos peligros, como las colisiones con los grandes buques. Tursiops tiene varios proyectos en marcha, financiados con fondos públicos y privados, que buscan entre otras cosas evitar las colisiones estudiando el comportamiento de los animales.

Colisiones en hipoxia

Tras las profundas inmersiones de 45 minutos, los cachalotes vuelven a la superficie en un estado de hipoxia, explica Brotons. “Su cerebro está en ese momento apagado”. Permanecen aletargados durante 10 o 15 minutos en la superficie marina. “En ese momento, son muy vulnerables”, apunta el biólogo, y cuando un ferry se acerca a 35 nudos de velocidad no reaccionan y se produce la colisión.

“Es complicado saber la dimensión del problema”, reconoce Brotons. “Pero sabemos que es importante porque encontramos ejemplares mutilados por las hélices, y creemos que los que sobreviven aprenden a evitar las colisiones, pero es un problema muy complejo”, explica el director científico de Tursiops. En cualquier caso, Cerdà incide en que “técnicamente la principal solución es bajar la velocidad”. “Es el único método eficaz”, remacha. El rastro de estos encontronazos, en forma de cortes en las aletas o el lomo, lo han fotografiado los miembros de Tursiops.

Cachalotes 1 Cachalotes 2 - Full
Cachalotes 3
Cachalotes 4 Cachalotes 5

Además de a las colisiones, los cachalotes en el Mediterráneo se enfrentan a otros peligros, como las redes de deriva, un sistema de pesca indiscriminada en el que quedan atrapados estos cetáceos al igual que otras muchas especies. Los cachalotes también son vulnerables a la contaminación por plásticos y a la polución acústica.

Esta asociación, además de hacer campañas desde el velero, cuenta con tres hidrófonos fijos fondeados a varios cientos de metros de profundidad. Y próximamente pondrán en marcha otro proyecto para colocar marcadores de seguimiento por GPS a varios ejemplares. “Nuestro trabajo es aportar la información a los organismos gestores para que tomen las decisiones”, resume Brotons desde la cubierta del Irifi, fondeado ya frente a la isla de Cabrera, cuyas aguas forman parte de un parque nacional marítimo-terrestre que ayudaron a diseñar con los datos recabados durante dos décadas de campañas de investigación.

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Créditos

Diseño y dirección de arte: Fernando Hernández 
Edición de vídeo: Olivia López Bueno, Eduardo Ortiz y Rodrigo Merino
Agradecimientos A Tursiops por ceder las imágenes de dron, fotografías y los audios. Y la Fundación Banco Santander, una de las entidades que financia a esta asociación.      

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