Aviso a los bañistas de Galicia: no jueguen con el delfín ‘Manoliño’
El contacto de las personas con este cetáceo solitario en la ría gallega de Noia está condicionando la conducta del animal, que causa problemas para los mariscadores de navaja por la necesidad constante de atención
Los delfines tienen una vida social compleja. Forman amistades, eligen con cuidado su compañía y pueden cambiar de grupo varias veces en un solo día. De vez en cuando, uno de estos mamíferos puede quedar excluido, pero su apetito de interacción no cambia. Este es el caso de un animal que se relaciona con humanos en la ría gallega de Muros y Noia. Expertos de la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma) y del Bottlenose Dolphin Research Institute (BDIR) advierten del peligro de estos encuentros para él y para las personas, pero parece no haber vuelta atrás: los bañistas consideran al delfín como una atracción y él se ha convertido en un problema para los mariscadores que trabajan en la zona. No se ha ejercido ningún control específico en las playas y puertos de la ría, a pesar de que el contacto con cetáceos es ilegal.
Las primeras interacciones con el delfín, al que popularmente se bautizó como Manoliño, fueron muy similares a las idílicas imágenes de amistad submarina del reciente documental ganador de un premio Oscar Lo que el pulpo me enseñó (Netflix). En las redes sociales y la prensa se hablaba de la curiosa relación entre un mariscador submarinista y un animal salvaje. En cuestión de días, vecinos de la ría empezaron a ir al puerto en el que habitualmente se encontraba —ya vivía en la zona desde hace más de un año— para nadar con el delfín y hacerle fotografías, según cuenta Francisco Añón, presidente del grupo de mariscadores recolectores de navaja de la cofradía de Noia. Esto ya era un problema. Sin embargo, la creciente popularidad del cetáceo ha derivado en incidentes cada vez más graves: bañistas intentando montar sobre el animal o un encuentro peligroso entre el animal y un trabajador de la navaja.
Esto último le ocurrió a Jorge Senra, un joven mariscador que se llevó un buen susto con el delfín cuando estaba buceando. Ya un día antes, el animal intentó agarrarle el codo con la boca, aunque pudo retirarlo con la mano sin problemas. Pero esta segunda vez, Manoliño le mordió, le enganchó con los dientes, rompió su traje y lo arrastró de forma brusca a la superficie. El buceador tuvo que ir a un centro de salud para revisar la herida leve y asegurarse de que no había sufrido daños por la descompresión brusca. “Nos espanta a la navaja, es incómodo trabajar con un animal que lo que quiere es que dejes tu actividad para ponerle atención”, explica Senra, que asegura que deben interrumpir la faena varias veces al día por el acoso del cetáceo.
La conducta del ejemplar es normal, aunque ha sido condicionada por el contacto con las personas, según explica Bruno Díaz, presidente del BDIR. El caso de Manoliño no le sorprende, ha seguido otros similares en distintas partes del mundo, también el de un delfín que interactuaba con embarcaciones en la ría de Ferrol. Sin embargo, le preocupa que el cetáceo haya perdido una característica vital para la supervivencia de los animales salvajes: el miedo a las personas. “Es necesario que la gente empiece a darse cuenta de que es muy egoísta el comportamiento humano”, lamenta el experto.
Un daño irreparable
Díaz explica que es una cuestión de tiempo hasta que el delfín encuentre un nuevo grupo y pare de interactuar con los humanos, pero eso no va a suceder si se refuerza este comportamiento. En esto coincide Alfredo López, de la Cemma, que además califica el daño de irreparable. Por eso lleva más de un año pidiendo medidas: control en las playas para que la gente salga del agua cuando aparezca el cetáceo, carteles informativos, personal técnico y voluntarios que ofrezcan explicaciones a los bañistas sobre la importancia de alejarse del animal. El experto del BDRI está de acuerdo: “No es nada complejo de solucionar, estas acciones son ilegales. Solo hace falta asegurar que se cumpla la ley”, reclama.
La preocupación de los expertos y la cofradía está ahora concentrada en el futuro cercano: ¿Cómo se gestionará esta situación cuando las playas estén llenas en verano? López lamenta que cada llamada de atención por evitar incidentes más graves, con un animal salvaje de 300 kilos, haya tenido el efecto contrario: más atención y más interacción. Esto también preocupa a Liliana Solís, bióloga del gremio marisquero. “Hay un desconocimiento total de que es un animal que puede ser peligroso. Las imágenes de gente nadando con él son irreales y provocan un efecto llamada hacia algo que no existe”, asegura Solís. La distancia es la única forma de mantener ese retrato idílico como lo que realmente es: algo extraordinario.
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