El precio de la lealtad en el crimen de la Guardia Urbana
El fiscal sopesa acusar a un cabo de encubrir el asesinato de Pedro Rodríguez por ayudar a Rosa Peral con su coartada
Tal vez no hizo honor a la verdad, pero sí a su apellido. Juan José Leal, cabo de la Guardia Urbana de Barcelona, se mantuvo fiel a su amiga Rosa Peral, acusada de matar a su pareja, Pedro Rodríguez. Su lealtad tiene un precio: aunque declaró como testigo, puede acabar acusado por “encubridor de un delito de asesinato”. El fiscal sospecha que el cabo Leal ayudó a Rosa a urdir una coartada mediante llamadas cocinadas para desorientar a los investigadores. “¿No es cierto, señor Leal, que todo fue una farsa?”, preguntó ayer sobre una conversación mantenida entre ambos ocho días después de que el cadáver de Rodríguez apareciera en un coche en el pantano de Foix.
Leal admitió ante el jurado que es “amigo” —en presente— de Peral y del otro acusado, Albert López, todos ellos guardias urbanos. El 5 de mayo de 2017, un día después de que se hallara el cuerpo sin vida de Rodríguez, el cabo escribió a Peral. “¿Sabes qué ha podido pasar?” “Ni idea. No me imagino a nadie tan malo”, responde ella. Días más tarde, el cabo llamó a un abogado que había defendido a Peral en la denuncia contra un superior por la difusión de un vídeo sexual. Quiso saber por qué había renunciado a defenderla. “Por qué se inmiscuye?”, preguntó el fiscal. “Porque siempre había tenido protección hacia ella”, contestó el fiel Leal.
Un abogado dejó a la acusada tras las sospechas de la familia de la víctima
La del abogado es también una historia de lealtades, pero en sentido inverso. Francisco Ruiz era amigo de la víctima y de su familia. Por eso accedió a defender a su pareja, Peral, en el caso de la pornovenganza. Tras el suceso, trató de consolar a Peral e incluso la visitó en su casa. “Ella decía que no sabía si podía ser el subinspector de la pornovenganza, que habría cometido alguna locura, o su exmarido, con el que tenía un conflicto”. Peral le explicó que había discutido con Rodríguez unos días antes y que éste se había ido de casa. “Si no se hubiera juntado conmigo, no estaría así ahora”, le escribe la acusada junto al emoticono de una cara triste. “Tú no tienes la culpa”, le dice su abogado. Ella insinúa que el subinspector “tiene una cuenta en Andorra” y puede haber contratado a un sicario. El letrado le anima a ir a los Mossos.
La reacción del abogado
Todo cambia cuando el abogado visita, el día 9, al hermano de la víctima. “Me dijo que no se había ido de casa, que no tenía sentido, que Pedro nunca apaga el teléfono. Se me giró el estómago. Me fui con la sensación de que ella podía tener alguna implicación”, declaró ayer. Por lealtad a su amigo, renunció a defender a Peral. “Utilicé eufemismos para no decirle que sospechábamos de ella”. Esa renuncia motivó, según el fiscal, que ésta pidiera ayuda una vez más al cabo Leal. “¿Le pidió Rosa sonsacar si la familia de Pedro sospechaba?” El cabo admitió que hizo la llamada y que se quedó extrañado cuando el abogado le contestó: “Hay cosas que tú desconoces”. De forma sorprendente, y pese a que tenía a Peral al lado, no le transmitió el mensaje. El fiscal estalló entonces y anunció que “valorará” acusar a Leal por encubrimiento pero también por falso testimonio.
Un agente hizo de mediador en la relación entre la mujer y Rodríguez
La telenovela judicial que es el crimen de la Urbana reserva para ciertos personajes un papel especialmente penoso. Darío Prieto era amigo y compañero de patrulla de la víctima y fue testigo directo de los altibajos que atravesó su relación con Peral —de la que estaba “muy enamorado”— meses antes del suceso. Se convirtió en una especie de mediador de pareja que lidiaba con los celos de él y las quejas de ella. “Me sentía un poco incómodo porque estaba en medio de una relación. Pero si podía ayudar...”
La lealtad de Darío es más difícil de medir. Aunque en teoría informaba a su compañero de todo, acabó tejiendo una relación tan estrecha con Rosa. La lectura dramatizada de sus mensajes con Rosa prueba ese papel de intermediario. “Estoy un poco preocupada por Pedro, le veo cambiado. Dice que no le presto atención y estoy con él a tope. Cada vez que le veo decaído se me cierra el estómago”, le escribe Rosa. Darío trata de templar gaitas, dice que a su amigo “se le junta todo” y que superan el bache la relación será “para toda la vida”.
Rosa envió al consejero Darío pantallazos de mensajes que su amante Albert López le enviaba y que ella, supuestamente, ignoraba. Se supone que para que éste tranquilizara a Pedro. En paralelo, sin embargo, seguía manteniendo una viva comunicación con López. Todo ello ocurría en los primeros meses de 2017, en una relación que, después de una intensa crisis, parecía que se encaminaba hacia una boda. Un día, Rosa puso a prueba la lealtad de Darío hacia su compañero de patrulla. “Me pidió que me instalara Telegram para que Pedro no se enterara de que nos escribíamos. Lo hice”. No recuerda si avisó a Pedro. “¿No es cierto que él podía pensar que entre ustedes había una relación?”, preguntó el abogado de la víctima. “Eso se lo diría a Rosa y por eso ella actuó de esa manera”.
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