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“El Gloria aquí pasa un poco cada año”

Agricultores del delta del Llobregat reivindican más infraestructuras para combatir las inundaciones

Josep Catà
El agricultor Josep Pañella muestra sus campos llenos de barro tras el temporal.
El agricultor Josep Pañella muestra sus campos llenos de barro tras el temporal.Cristóbal Castro

Con las botas de agua puestas, que se hunden varios centímetros en el fango, el agricultor Josep Pañella se adentra en uno de sus campos en el Parc Agrari del Baix Llobregat, donde tiene plantados calçots y patatas. Las lluvias de hace dos semanas todavía se notan: entre la tormenta y la llevantada, que empujó el mar hacia la tierra, buena parte de los campos de la parte baja del delta del Llobregat —la zona de Gavà y Viladecans— quedaron inundados durante días, y ahora el barro es la norma. Las infraestructuras para desaguar el delta se muestran cada año insuficientes, y los agricultores piden inversión para actualizarlas.

Pañella muestra el resultado del temporal: todas las patatas están podridas —el payés calcula que pierde entre 2.000 y 4.000 euros con esta cosecha— y los calçots, a pesar de aguantar la inundación, han quedado con las hojas amarillas, con lo que el precio, que se basa en buena parte en la apariencia del producto, bajará. En otros campos que tiene, el temporal echó a perder el 80% de la cosecha de espinacas: “Vas sumando y al final es dinero”, se queja.

El temporal Gloria, que azotó en enero la costa catalana, dejó dos zonas muy perjudicadas: el delta del Ebro, y el área cercana al río Tordera, en el Maresme. También causó estragos en el delta del Llobregat, pero los agricultores lamentan que ya empiezan a estar acostumbrados: “Lo que pasó con el Gloria a nosotros nos pasa un poco cada año. Siempre que llueve más de la cuenta, se inundan los campos, y una parte de la cosecha se desperdicia”, explica Pañella, presidente de la cooperativa agropecuaria de Gavà.

Según sus cálculos, el temporal Gloria dejó daños por valor de 1,5 millones de euros, pero todos los años las inundaciones causan pérdidas de al menos 500.000 euros. “Llueve sobre mojado y se está agravando. Podemos llegar a perder toda la capacidad productiva de la parte baja del Delta”, alertó el vicepresidente de la cooperativa de Gavà, Salvador Barri.

Los agricultores de Gavà se han aliado con los de Viladecans —las zonas más bajas del delta, que concentran 50 explotaciones agrícolas y más de 1.000 hectáreas, un tercio del parque agrario— para reivindicar a las administraciones que ayuden a aumentar y actualizar las infraestructuras que permiten luchar contra las anegaciones. Denuncian que los canales y los equipos de bombeo para sacar agua del delta están obsoletos y son insuficientes: algunos de ellos tienen 30 años de antigüedad. Ya no dan abasto a las necesidades de desagüe, que aumentan cada año. Primero, por el cambio climático, y después, por los cambios urbanísticos de los últimos años, como la ampliación del aeropuerto de El Prat a principios de los 2000 o la mayor urbanización de las ciudades, que ha aumentado el volumen de agua que hay que desaguar y han superado la capacidad de la infraestructura del delta.

Los agricultores reivindican mejoras cuyo coste calculan que ronda los dos millones de euros, según un informe de la Agencia Catalana del Agua de 2009. Piden dos nuevos “caracoles de Arquímides”, las infraestrucuras que elevan el agua para dirigirla al mar y mejoras en los canales, y dirigen su reclamación a todas las administraciones: desde el Parc Agrari hasta el Área Metropolitana de Barcelona, pasando por los ayuntamientos competentes.

Según los agricultores, esta situación aumenta las dificultades para que la agricultura siga siendo rentable. Los responsables de la cooperativa señalaron, como ejemplo, que el grupo Casa Ametller ya ha abandonado dos campos que tenía en la zona porque no le son rentables. Además, lamentan que las dificultades ahuyentan a los jóvenes para tomar el relevo de una comunidad de payeses menguante. “Es un lujo para cualquier ciudad del mundo tener una zona de cultivo de tanta calidad como ésta; Nueva York querría tenerla, la tenemos en Barcelona y la estamos dejando morir”, afirma Barri. Su compañero Josep Ibáñez recuerda que los agricultores llevan años haciéndose cargo de la situación y enfrentandose al temporal, y tira de refranero: “Qui vol estar ben servit, que es faci ell mateix el llit”. Ibáñez considera que ya es hora que las administraciones se impliquen y no den por válido el refrán.

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Sobre la firma

Josep Catà
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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