Cuchillos de Tàpies para la conciencia
La fundación del pintor expone 20 enormes grabados calcográficos creados entre 1988 y el 1990
“Cuando sumerjo la plancha de cobre en una cubeta de ácido nítrico, en ese momento el ácido es mi cuchillo”, dijo en 1988 el pintor Antoni Tàpies (1923-2012), en un momento en el que experimentaba con pasión e intensidad, como hizo siempre, con la calcografía que obtenía tras sumergir el metal en la solución química para conseguir el mismo resultado y aspecto que obtenía con los dedos y con los pinceles, pero esta vez con el líquido viscoso y corrosivo. Entre los temas que dibujó en el cobre, la mayoría de los que forman parte de su corpus que le han dado personalidad y carácter: la cruz, las partes del cuerpo -sobre todo los pies, silueteados o las huellas-, las cifras, las letras y los objetos cotidianos que evocan algunos de los temas que le preocupaban como la conciencia de vivir, el comportamiento humano, la relación con el universo, el sexo y la muerte.
De todo eso va la sorprendente exposición Antoni Tàpies. El ácido es mi cuchillo, que ha abierto sus puertas en la Fundación Antoni Tàpies (hasta el 24 de mayo). Sorprendente por la calidad de las obras y por el hecho de que Tàpies asumiera retos tan impresionantes como crear grabados de dos por dos metros y tres por dos, como la mayoría de 20 enormes obras que pueden verse en los niveles 1 y 2 de la fundación barcelonesa.
“Tàpies entendía el arte no como un bálsamo, sino como un medio para sacudir el pensamiento, como un cuchillo para rascar en la conciencia del espectador”, explica Núria Homs, conservadora de la Fundación Tàpies y comisaria de la muestra que no ha dudado en escoger para abrir la exposición la impresionante Daga, de 1988, en la que una enorme arma blanca de color negro y empuñada parece amenazar a todo aquel que la mire. “Utiliza dos elementos de la iconografía budista que tanto le gustaban; la daga, que combate la insatisfacción y el sufrimiento que radica en el deseo, la aversión y la ignorancia y la sílaba hum, que se utiliza en la meditación con la finalidad de purificar el odio y la agresividad, e invita a la compasión”, explica la experta.
La obra, en tonos ocres y negro, impacta por su fuerza y sus dimensiones, como la mayoría de las 17 piezas que ha cedido la familia del pintor —enmarcadas incluso— para la muestra y que hace un par de décadas que no se exponían. Todas están realizadas entre 1988 y 1990 y dejan claro cómo le gustaba experimentar a Tàpies y no se amedrentaba con el riesgo. “Las obras muestran la subversión que el artista hizo de las técnicas tradicionales para obtener las mismas texturas que en la pintura”, asegura Homs. “También, poder tener una mayor difusión social con su obra y que sus ideas y pensamientos llegaran a más público y tuvieran una mayor incidencia”. Y recuerda: “Para el cartel de la Mercè de 2002 escribió cuatro palabras: Cantar, conèixer, estimar, servir, porque para él el arte de vanguardia tenía que estar al servicio de la sociedad”.
Todas las obras que pueden verse en este nivel 1, en el que se han recuperado dos de las paredes que se eliminaron en la exposición de postales de Oriol Vilanova en 2017, son “tan tapianas”, media Homs, como la primera y no caben duda de quién es su creador. “En la mayoría tuvo que utilizar enormes planchas que no se ajustaban al estándar. Lo mismo ocurrió con el papel, pero Tàpies, lejos de ocultarlo lo potencia y lo deja al descubierto”. Como en Gran tríptic, de 1990, en el que numera cada uno de los trozos y escribe un enorme “Tres”, o en Díptic, de 1988 en la que “deja visibles los puntos de sutura colocando cinco trozos de venda que une los dos enormes papeles”.
En el nivel 2 puede verse un video de 60 minutos que hizo la BBC en estos años en los que se ve al pintor en su taller creando, incluso, algunas de estas obras. Todo un documento que permite ver en acción a uno de los grandes creadores del arte catalán. También varias obras que forman parte de tres libros de artista. Dos de 1988 son de la publicación que Tàpies hizo cuando fue investido doctor honoris causa por la Universitat de Barcelona, en la que leyó un discurso titulado, Arte y espiritualidad. Una declaración de principios y de intenciones, como la mayoría de sus comprometidas obras.
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