Luz cosmopolita
Con ‘Madrid, pasarela de laberintos’ el extremeño Genín Andrada asalta la gran ciudad a golpe de fotos
Tiene un punto instagramero el último trabajo del fotógrafo Genín Andrada (Cáceres, 57 años). La fauna urbana desfila a su rollo, viste a su rollo y, aparentemente, vive a su rollo en Madrid, pasarela de laberintos. Pero detrás de esa vena actual, casi de cuaderno de notas con bocetos hechos a vuelapluma, hay mucho vivido en la capital. No es por tanto, aunque pueda llegar a parecerlo, un producto de fast food fotográfico.
Si echamos la vista atrás, veremos el Madrid de los años ochenta del siglo XX en el que aterrizaron Andrada y otros colegas de su generación. “Llegábamos a la tierra prometida casi en patera en aquellos trenes infectos con olor a chorizo”, cuenta antes de la presentación de su libro en la Real Sociedad Fotográfica, el jueves pasado.
El batiburrillo capitalino convierte en coctelera de ropas y colores de piel una ciudad muy diferente de aquella que acogió al fotógrafo hace ya más de tres décadas. “Madrid ha cambiado mucho en los últimos diez años”, percibe Andrada. Así, estamos ante una “nueva población flotante”, un “nuevo turista que muchas veces no sabemos quién es” y que él ha querido perpetuar en las páginas de este proyecto. “El paisaje cambia el fin de semana”. Personas que vienen a barrios como Chueca o los que acuden a la llamada de los musicales, los museos, las tiendas o las ofertas gastronómicas.
Fotogalería: "Madrid, pasarela de laberintos"
Para desarrollar esta idea de su Madrid fotográfico y ponerla en práctica Andrada ha tenido como referencia los personajes de Metrópolis, la película de Fritz Lang de 1927. Los mismos pero coloreados, habría que añadir. A partir de esos seres robots de vidas automatizadas, Andrada dice que ha creado su propia película.
Hay, sin embargo, una asignatura pendiente, quién sabe si una segunda parte de esta pasarela de laberintos que el fotógrafo guarda en su mente. “Los domingos por la tarde hay en Gran Vía unos personajes que parecen sacados de otra época. Me recuerdan al Madrid más castizo, a las pelis de la 2. Ese personaje me interesa mucho”, reconoce Andrada.
El diseño del libro que abraza Madrid, pasarela de laberintos es de Antonio M. Xoubanova. Manejable y versátil. Uno puede acabar sin saber si tiene en la mano un catálogo de alguna marca de ropa moderna o un inventario de variopintos personajes: el currela, el encorbatado, el viajero, el consumidor, la abuelita… Y todo bajo la paleta de color de Andrada. El negro, el blanco, el rojo, el amarillo...
Se trata de un retrato cosmopolita y cercano. El fotógrafo deja que la vida fluya delante de su cámara sin esconderse. No hay posados ni pies de foto que tengan nada que aclarar. Tan solo el texto introductorio de Julio Llamazares, que no es la primera vez que abre el telón a un fotógrafo. “Nos une la trashumancia, esa que une a León con Extremadura”, dijo Andrada sobre su relación con el escritor leonés.
A la luz propia de Madrid se ha unido el bombardeo de flashes y reflectores empleados por el autor, que a veces dibujan un panorama irreal y onírico en la imagen. “Estamos pues ante una iluminación en el doble sentido que la palabra tiene: alumbrado de alguien o de algo e inspiración y descubrimiento”, escribe Llamazares.
El propio fotógrafo se iba preguntando qué es lo que se esconde detrás de cada uno de los personajes que iba retratando y que, como él mismo dice, son “devorados por la ciudad”.
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