3.000 litros de agua para el belén de Sol: “Parece la desembocadura del Manzanares”
El pesebre del pasado año fue visto por más de 117.000 ciudadanos
"A Belén pastores, a Belén chiquillos, que ha nacido el rey…". Y los funcionarios de la Puerta del Sol de Madrid escuchan todos los días once horas y media seguidas de villancicos. El belenismo se abre paso en la ciudad. “No paramos de cantar. Llego a casa y sigo cantando”, cuenta una trabajadora entre risas. Lógico. 660 minutos de villancicos al día son muchos. Más aún si son 25 ininterrumpidos de 10.00 de la mañana a 21.30 de la noche. Spotify debería de tener un detalle y regalarles, al menos, el paquete prémium. Al grano: el belén más grande jamás creado en la historia de los belenes de la Puerta del Sol se inauguró el 10 de diciembre y estará abierto al público hasta el 5 de enero. “160 metros cuadrados, 20 más que el del año pasado”, dice la nota de prensa. La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, que cuenta en su despacho con una ventana que da al patio del gigantesco belén, dijo en la inauguración: “Pido a la Navidad que nos devuelva la España de la concordia y la convivencia”. Pero no, al contrario que el belén del Ayuntamiento, aquí no hay bandera de España.
"No, nada de política", dice Fernando de Miguel, creador y vicepresidente de la Asociación de Belenistas de Madrid. “A mí los belenes me los ponía mi padre”. De Miguel, de 68 años, cuenta que este club lo forman 600 socios, que empiezan a planificar el pesebre del año siguiente en febrero, que en estas reuniones se recogen las opiniones de cada uno y que, después, preparan un fotomontaje en un ordenador para ver cómo quedan las 400 figuras artesanales. "Este año la sorpresa es el mar. Tenemos 20 metros cuadrados con 3.000 litros de agua”.
— En plena cumbre del clima será reciclada...
— Pues no lo sé, es un circuito cerrado.
Por si acaso, insiste: “Somos conscientes de la necesidad del planeta, creemos que es reciclada”. Datos para Greta Thunberg: 1.900 kilos de corcho, 1.700 kilos de arena y el musgo, importado de Holanda. El montaje empezó a construirse tras la fiesta de la Constitución, organizada por el Ejecutivo regional el 2 de diciembre. “Hemos estado 30 personas trabajando 14 horas al día durante cinco jornadas", cuenta De Miguel. "Nuestra principal función es el belenismo”.
Mari Luz dice que el belén está precioso: "¡Pero si está lavando en el río la lavandera!”. Ha venido junto a María Teresa y Adela, de 72 años. Las tres forman parte del centro de mayores Maestro Alonso, muy cerca de la plaza de Toros de Las Ventas. No han hecho mucha cola, pero según cuentan los funcionarios, desde las 9.00 de la mañana ya hay gente esperando. “Se está planteando poner calefacción en el patio porque hay mucha gente que se queja del frío”, dice una trabajadora.
Luis Felipe, de 40 años, ha venido con su esposa desde Reus para ver un concierto de El Barrio. De paso, visita una de sus pasiones: “Yo hago un belén de seis metros cuadrados de Playmobil en casa. Mis hijos flipan. Soy un enfermo de los belenes. Esto de los 3.000 litros de agua y el mar es acojonante. Una pasada. En el mío tengo un río puesto".
— ¿De papel Albal?
— De agua, agua.
El inmenso pesebre está cuidado con mimo y detalle: reyes magos, camellos, Herodes, agricultores y, cómo no, el mar. Al contemplar los 3.000 litros de agua se escuchan todo tipo de comentarios. “Eso parece la desembocadura del Manzanares”. “Fíjate, fíjate, ¿cómo lo harán?”. “Eso son los barcos de los fenicios, digo egipcios”. Y en el rincón del portal, más de lo mismo: “Madre mía, qué portal”. “Es que son arquitectos”. “¡Precioso!, mira la lumbrecita que tienen, ponen cristales para que parezca fuego, qué arte”.
El pasado año lo visitaron más de 117.000 personas. Observar el de este año lleva unos cinco minutos, sin detenerse mucho. Con el mar, las expectativas están más altas. Solo faltaba. El ritual no ha cambiado: sacar el móvil del bolsillo, vídeo, foto y al grupo de WhatsApp. Lorenzo Velasco, de 74 años, y Mariví Martínez, de 71, han venido desde Santander para pasar el fin de semana en casa de su hija. “El de hace dos años nos gustó más. Eran palacios y casonas de Madrid”.
— Ese lo puso Carmena.
— Entonces no, Carmena, no.
“En Santander tenemos belén, pero es de chichinabo”. Tras el tour del belenismo, los visitantes se adentran en “El Bosque de los deseos”: otra sala paralela con 25 abetos artificiales. De fondo, eso sí, el ritmo no para: "Dime niño, de quién eres, todo vestidito de blanco...".
Ya dentro de la arboleda, seis azafatas reparten tarjetas: "Hola, para que pongan sus deseos". "Hola, tome esta tarjeta". Son de cartón: simulan una bola de Navidad para que cada visitante las cuelgue del árbol que quiera: “Que mi madre me compre un hámster”. “Que mi marido sea comprensivo con los demás”. “Dormir”. Tienen previsto repartir más de 250.000. Y, para quien quiera escribir un poco más, la visita culmina con un libro de firmas. O de ilusiones: “Ni política, ni políticos, más Navidad y, por Dios, no votar más. ¡Feliz Navidad a todos!”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.