Muñecos parlanchines
Andreu Selvin estrena en el Escenari Brossa un espectáculo de homenaje a la ventriloquía el próximo día 19
En los años ochenta, Doña Rogelia, la abuela cascarrabias creada por Mari Carmen, y el descarado cuervo Rockfeller de José Luis Moreno formaban parte del paisanaje español desde la poltrona de TVE. Y no solo español. Rockfeller, a mitad de aquella década, fue enormemente popular en Italia. El presidente Pertini le regaló una de sus mejores pipas. Y, sin embargo, ahora, en España la ventriloquía es una artesanía residual que apenas se ve en los teatros. Por eso casi es un acto de justicia que un mago, y ventrílocuo, Andreu Selvin, estrene, el día 19, en el Escenari Brossa un espectáculo sobre la historia de estos muñecos parlanchines y de sus parejas humanas. Es un espectáculo familiar “y reivindicativo de la ventriloquía, que está tan abandonada en nuestro país”, explica
Ni sí, ni-nots, así se llama. No es una conferencia, es una gala en la que hay homenajes a las criaturas más singulares, magia y alguna voltereta inaudita como que un muñeco sea el ventrílocuo. Lo será la Loli (“le daré instrucciones para que lo haga bien”). La Loli lleva muchos años haciendo compañía a Selvin. Con ella, por ejemplo, practicó la ventriloquía desde la radio, siguiendo el legado de Toresky, con Miliu, y de Enric Casademont, con el travieso Pau-Pi, que triunfaron en Ràdio Barcelona. “Miliu debe ser de los pocos muñecos de ventrílocuo, si no el único, que tiene un monumento. Está en la plaza de la Sagrada Familia de Barcelona. La Loli debutó en la radio con Luis del Olmo, en RNE. Fueron cinco años. Participaban alumnos de escuelas, le enviaban sus chistes —todavía guardo algunos— y ayudaban a la Loli a hacer entrevistas a famosos. Así fue como la Loli estuvo en Moncloa con Leopoldo Calvo Sotelo”.
La decadencia de la ventriloquía española no es trasladable a otros países, avisa Selvin. “Aquí todo empezó a ir mal con la desaparición de los cabarets y salas de fiestas. Se ha perdido la tradición de que los teatros acojan espectáculos de ventriloquía y no hay una figura de renombre que devuelva la popularidad a este arte. En cambio, en Las Vegas, te puedes encontrar a Fator, que lleva más de ocho años llenando a diario un teatro de dos mil localidades. Es un espectáculo con música en directo, de una enorme perfección técnica, apenas mueve la boca”. La exquisitez técnica, sin embargo, para Selvin, no conduce forzosamente al éxito. “Lo importante es que el muñeco tenga vida”. Fator y Jeff Dunham, con Achmed, el esqueleto de un terrorista incompetente, aparecieron en el top ten de la lista Forbes de los comediantes mejor pagados en 2018. Suiza, cuenta Selvin, es otro país que ha dado grandes ventrílocuos, como George Schlick, que dejó los escenarios durante unos años para un retiro espiritual en la India y cedió su número al francés Marc Métral. “Cuando regresó a los teatros se dio la circunstancia de que dos artistas hacían el mismo espectáculo”. Ahora ya no. Métral es conocido en el mundo porque su compañero de escena es un perrito blanco, de verdad. Estuvo hace tres años en el festival de magia de Badalona.
La ventriloquía empezó siendo un truco de sacerdotes que deducían de los ruidos de su estómago los oráculos divinos. De ahí viene el nombre erróneo de esta disciplina porque sus artistas no hablan desde la barriga. Una pintura de William Hogarth (1754) da un primer testimonio de esta habilidad que lucieron en los siglos XVI y XVII bufones de las cortes inglesa y francesa. Uno de los primeros ventrílocuos modernos es Arthur Prince (1881-1946) que era capaz de beber y fumar mientras charlaba con sus marionetas. Las enciclopedias dicen que está enterrado con su esposa y… uno de sus muñecos. Uno de los más famosos fue Edgar Bergen, padre de la actriz Candice. Su criatura, el mordaz Charlie McCarthy, protagonizó varios filmes en la década de los treinta. Pero el cine no ha sido un buen amigo de los ventrílocuos. O ellos o sus criaturas acostumbran a ser asesinos tarados, celosos altamente peligrosos, seres deleznables. Apellidos tan notables como Eric von Stroheim, Lon Chaney o Anthony Hopkins han contribuido a esta odiosa galería de la que no se escapa ni Toy Story, con los inquietantes Benson de la cuarta entrega.
Acaba de ser homenajeado en una gala en la que actuaron Lari, Hausson, Stromboli, Magoo y el faquir Kirman
En los anales de la ventriloquía española figuran Francisco Sanz, muy popular en la primera mitad del siglo XX, o Wenceslao Moreno, el Señor Wences (1896-1999). “Era tío de José Luis Moreno. En España no le iban bien las cosas y emigró, sin saber inglés, a Estados Unidos, donde triunfó. Tanto, que tiene una calle en Broadway”. Su muñeco más popular era su propio puño, con los dedos-labios pintados y un peluquín. Bart Simpson lo imitó en una ocasión. Sanz trabajaba con autómatas de tamaño natural. Hay otros dos miembros de la familia Moreno en esta historia, Felipe, hermano de Wences y, según testigos, mejor ventrílocuo, pero que nunca salió de España y Talio, casado con una hermana de los citados y padre de José Luis Moreno. Era titiritero y fabricaba sus propios muñecos. “Si la Daisy, de Mari Carmen, y Monchito, de José Luis Moreno, son iguales es porque salieron del mismo molde de Talio”.
A Selvin, uno de sus primeros muñecos se lo regaló el señor Maymó, de la escuela de radio que había en la calle Pelayo, gran aficionado a la magia. Ya mucho más tarde, otros tres se los construyó el escultor vasco José Maria Cundín. “Me atrajeron unas figuras en una exposición suya en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, le comenté si querría fabricarme unos muñecos y se avino”. En el historial de Selvin hay colaboraciones televisivas con Tamariz o Màgic Andreu, la dirección de festivales de magia, el asesoramiento en producciones teatrales de Mag Lari y programas del Mago Pop…
Este lunes, sus amigos le tributaron un homenaje en el Escenari Brossa con una gala, privada y sorpresa, en la que actuaron Lari, Hausson, Stromboli, Magoo, el faquir Kirman, los músicos Pep Sala y Monica Green y los humoristas Joan Gimeno y Jordi LP. El espectáculo se cerró con una coreografia de las partenaires que ha tenido con los muñecos que Selvin ha paseado por los escenarios. 50 años con ellos y un mágico repertorio de abracadabras.
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