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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Puritanos y mártires catalanes

Tras leer los últimos tuits de Quim Torra, he llegado a la conclusión de que el presidente de la Generalitat es un puritano del independentismo. No gobierna, se dedica a llevar al pueblo catalán (el suyo) hacia la independencia

Rosa Cullell
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en Bescanó el pasado 17 de noviembre.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en Bescanó el pasado 17 de noviembre.toni ferragut

Puritano tiene su origen en la palabra inglesa puritan. En Inglaterra y Escocia, durante el siglo XVI, llamaban puritanos a los reformistas que pedían que la Iglesia anglicana rompiese con el catolicismo romano. Su guerra civil acabó con la cabeza del rey en la guillotina, mientras una aristocracia burguesa y protestante tomó el poder; al final, de eso se trata, de mandar y decidir sobre un territorio. Una década después se restableció la monarquía. En general, llamamos puritanos a quienes son virtuosos y se apegan sin dudas a creencias y reglas. Dicho apego puede ser real o exagerado. Frecuentemente, exigen más de lo que ellos están dispuestos a sufrir. Tras leer los últimos tuits de Quim Torra, he llegado a la conclusión de que el actual presidente de la Generalitat es un puritano del independentismo. No gobierna, se dedica en cuerpo y alma a llevar al pueblo catalán (el suyo) hacia la independencia. Y todo sacrificio, el de la ciudadanía, es poco.

Torra, que comparó el procés con las marchas y acciones a favor de los derechos civiles de Gandhi, Rosa Parks o Luther King, solía hacer bandera de la no violencia. En la forma de actuar y pensar del actual presidente, católico y patriota, se observan similitudes con el carlismo catalán del siglo XIX. El famoso lema “Deu, pàtria, rei i furs” resumía los pilares de la santa tradición; el propio general Cabrera, líder de la primera y segunda guerra carlistas, colocaba al rey en último lugar. El independentismo conservador que representa Torra ha eliminado al monarca, sustituyéndolo por la república catalana. Al igual que el carlismo, buscan sus creyentes en el interior, en el norte, fuera de las pobladas y mestizas metrópolis.

Tras semanas de marchas hacia Barcelona, barricadas y fuegos patrióticos, sin escucharse una condena de la Generalitat, el president ha recomendado en las redes seguir los consejos del activista Paul Engler: “Si los catalanes queréis ganar, tenéis que polarizar mucho más, presionar mucho más y aceptar altos niveles de sacrificio”. Esas palabras forman parte del Manual de desobediencia, publicado por el norteamericano, a quienes muchos definen como un católico de ultraizquierda.

El pueblo de Cataluña no debe polarizarse más, ni presionar más; menos aún aceptar “altos niveles de sacrificio”

Este nuevo libro de cabecera del activismo recoge los pensamientos de un verdadero iluminado. Engler, en una entrevista concedida hace unos días al diario digital Vilaweb, aseguraba: “Los primeros cristianos decían que la semilla de la iglesia era la sangre de los mártires. Morir como un mártir es inherente a los movimientos ganadores. No queremos que suceda, pero es inevitable una vez aumentas la tensión”. Acabas de leer el librito y tienes ganas de ir a Palau a reclamar la baja voluntaria. Ya en 2017 Rosa Maria Sardà devolvió la Creu de Sant Jordi, con toda su laica razón. Representó con su gesto a muchos comunes mortales que no pueden devolver cruces y solo esperan que el fanatismo vaya de farol, de pasar a la historia como patriotas con pensión vitalicia, chofer y despacho.

No son épocas para más sacrificios. Esta semana, los empresarios catalanes han demandado “estabilidad política” y un informe de PwC alerta de que “las incertidumbres y la crisis política han afectado a la inversión extranjera en Cataluña y han frenado proyectos estratégicos”. La situación de la sanidad pública está generando verdaderas víctimas entre la ciudadanía. El Colegio de Médicos, también las asociaciones y sindicatos del sector, llevan meses advirtiendo sobre la parálisis del Govern y su incapacidad para impulsar proyectos. Actualmente, Cataluña invierte en sanidad un 3,7% del PIB, mientras que en España es el 6,2%.

La política parlamentaria tampoco es una religión que se nutra del martirio. No obstante, cuando ERC anunció que iba a ir a negociar la investidura de Pedro Sánchez, sus socios de Govern se lo tomaron fatal; los jóvenes de la CUP y los CDR incluso asaltaron sedes de los republicanos. Cada día son más los “traidores” y “botiflers”. En las redes, los llamados “independentistas puros” (o viceversa) mantienen su línea ultranacionalista, desacreditando a todo el que abandona las esencias, haciendo xenófobos juegos de palabras sin miedo a ultrapasar los límites de la democracia y la ley. Como tienen muchos seguidores, luego van a las radios nacionales o a TV3 a seguir reclamando la acción unilateral.

Los catalanes que no forman parte del “pueblo” de Torra y Puigdemont están hartos, a la vez que sienten rechazo y algo de vergüenza ajena ante tanto exceso. Poder circular por las carreteras sin miedo a aplastar a un grupo sardanista y conseguir iniciar el diálogo político son objetivos de los realistas, da igual si se declaran independentistas o constitucionalistas.

El pueblo de Cataluña no tiene que polarizarse más, ni presionar más; menos aún aceptar “altos niveles de sacrificio”. Las inversiones y las empresas huyen del martirio, se asustan ante las hogueras. Gobiernen, pacten y déjense de inútiles puritanismos.

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