Recelos y venganzas en la comisaría del mal rollo
Un ‘mosso’ afronta cuatro años de cárcel por entregar a un ladrón de pisos datos personales de sus jefes, que le habían apartado de su unidad
Cuando dos agentes se presentaron en casa para detener a su hijo, la mujer les invitó a pasar. Bonatti, con antecedentes por robos en domicilios —el exjugador del Barça Seydou Keita fue una de sus víctimas— no estaba allí. Pero la mujer no dejó que los policías se fueran de vacío. Les entregó una nota anónima que, días antes, alguien había dejado en el buzón. “Estaba muy nerviosa. Decía que no quería la nota para nada y la rompió en pedazos delante de nosotros”, explicó ayer uno de los mossos que declaró en un juicio sobre el castigo y la venganza que ilustra el mal ambiente imperante en la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Gavà.
La nota anónima contenía datos personales (teléfono, dirección, nombre completo) de tres mandos de la comisaría. Y un mensaje dirigido al hermano de Bonatti, descrito por los testigos como un hombre “peligroso” y “violento” bajo tratamiento psiquiátrico: “Estos son los que metieron a tu hermano en la cárcel”. Esa noche, los agentes que habían acudido a casa de la mujer alertaron al jefe de investigación de Gavà, Jordi R., uno de los señalados por la nota.
Un mando afectado admite que tuvo “enfrentamientos” previos con el agente
“La gente suele escribir mi segundo apellido separado; me sorprendió ver que estaba bien escrito en la nota”, explicó el subinspector. Pero fue una sargento, su número dos, quien sospechó primero de que la información confidencial podría haber llegado a casa de Bonatti desde el corazón de la comisaría. En el documento se indicaba el número del piso, pero no la escalera. “Es un dato que solo se me olvidó poner cuando hice los papeles para acreditar que soy pareja de hecho. Y esa documentación la entregué a la administración de la comisaría”.
Acceso a los expedientes
Los expedientes de los agentes de Gavà estaban archivados en carpetas, dentro de un armario de libre acceso. Pero las sospechas de la División de Asuntos Internos (DAI) de los Mossos se centraron rápidamente en uno de ellos: Iván L., que afronta una petición de cuatro años de cárcel por revelación de secretos. La Fiscalía cree que Iván L. accedió a las carpetas de sus tres compañeros y que confeccionó e imprimió la nota en comisaría con la excusa de que estaba tramitando un parte de baja. El agente lo negó. Los investigadores hallaron huellas suyas en dos de las tres carpetas. Casi toda la unidad de investigación tuvo que someterse a las pruebas.
El incidente ocurrió el 13 de enero de 2017. Unas semanas antes, el jefe de investigación había apartado a Iván L. y a un compañero suyo, Jordi D., de la unidad de investigación. El subisnpector declaró ayer que sus superiores querían “tener a más mossos en la calle”. Y que eligió a los dos acusados por su “bajo rendimiento” pese a que nunca les dio un suspenso ni les abrió expediente. El testigo admitió que había mantenido “enfrentamientos” con ellos por actuaciones que no compartía.
Asuntos Internos tomó las huellas a casi toda la unidad de investigación
La nota, puesta a disposición de un delincuente, fue la vía que encontró Iván L. para vengarse de sus superiores. Para meterles el miedo en el cuerpo, siempre según la tesis acusatoria. Parece que funcionó. “Fue horrible. Pasé días haciendo vigilancias en casa de mis hijos con mi coche. No dormía y acabé cogiéndome la baja”, explicó la sargento. “Puse alarma, rejas, hice contravigilancias... Fueron semanas duras”, añadió el tercer agente afectado.
La historia la complica la conducta errática de un cabo de esa misma comisaría, jefe de la científica, que ha declarado cosas distintas según la ocasión. El magistrado le recordó que la de ayer era la única válida. El cabo contó la conversación que tuvo, durante una merienda, con el otro acusado, Jordi D., que afronta una petición de inhabilitación por omisión del deber de perseguir delitos. Mientras hablaban sobre el subinspector y la sargento, éste dijo, según el testigo: “A ver si va a parecer una nota y les dan un susto”. Cuando, unos días después, emergió la nota, el cabo contó esa charla al jefe de investigación. Pero después, ante la DAI, se desdijo. El jefe le llamó entonces a capítulo y le recordó que debía decir la verdad. “Pero no me sentí coaccionado en ningún momento”, afirmó ante el juez. “Fue una declaración voluntaria”.
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