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Teatro para conjurar la muerte en el Temporada Alta

Àlex Rigola y Angélica Liddell estrenan en Girona dos espectáculos que abordan el tema desde extremos opuestos

Raquel Vidales
Pep Cruz y Alba Pujol, en la representación de la obra dirigida por Àlex Rigola en el Temporada Alta.
Pep Cruz y Alba Pujol, en la representación de la obra dirigida por Àlex Rigola en el Temporada Alta.Temporada Alta

La muerte —o cómo enfrentarse a ella— es un tema recurrente en la historia del teatro, con cumbres como el Hamlet de Shakespeare, al que siguen dándole vueltas los autores de hoy. Dos muestras radicalmente distintas de cómo lo abordan los creadores contemporáneos han podido verse los últimos días en el festival Temporada Alta: los nuevos espectáculos de Àlex Rigola y Angélica Liddell se sitúan en extremos opuestos, entre la aceptación serena y la rabiosa negación, la pena sostenida y el aullido desgarrado. Ambos, eso sí, desbordantes de amor y dolor. Cada uno a su manera, no dejaron indiferentes al público.

“Este país no descubierto que no permite regresar de sus fronteras a ninguno de sus viajeros”. Es un verso del famoso monólogo Ser o no ser de Hamlet y es también el título del espectáculo de Rigola. Sus protagonistas son dos personas reales, Josep Pujol y Alba Pujol, padre e hija, que dialogan sobre la muerte. En el escenario solo está la hija, pues el padre falleció el pasado 22 de octubre por cáncer de pulmón a los 63 años. Lo que los espectadores escuchan son extractos de las conversaciones que tuvieron en los últimos meses mientras él se sometía a quimioterapia. Lo interpreta (o más bien se transfigura) el actor Pep Cruz.

Todo lo que ocurre en el escenario es verdad. No solo en el sentido de que los diálogos son transcripciones exactas de las conversaciones originales, las mismas palabras que ambos se dijeron de manera espontánea, sino porque al ser pronunciadas de nuevo despiertan en la hija un torrente de emociones. Y también, por traslación, en los espectadores: ¿quién no ha vivido o teme vivir eso mismo? Se cumple con creces la máxima de que lo particular es universal.

Angélica Liddell durante la representación de la obra que ha presentado en Temporada Alta, 'Una costilla sobre la mesa'.
Angélica Liddell durante la representación de la obra que ha presentado en Temporada Alta, 'Una costilla sobre la mesa'.Susana Pavia

No es teatro documental al uso lo que sirve aquí Rigola. Es un formato singular, nacido durante el proceso de creación de la pieza, del deseo de acoplar de manera exacta forma y contenido. No podría haberse hecho de ninguna otra manera, pues nace de la relación de esa hija y ese padre concretos. Josep Pujol, doctor en Economía y catedrático en Historia e Instituciones Económicas, investigador en historia agraria, fumador, adoraba la isla de El Hierro, no le gustaban los bancos y pidió que sirvieran macarrones en su funeral. Alba Pujol, actriz, dramaturga, estaba preparando con Rigola una nueva obra teatral sobre la muerte y de pronto surgió la idea de grabar conversaciones con su padre cuando sabía que le quedaba poco tiempo de vida, charlas sobre el trabajo, el amor, la familia, los hijos, la amistad, el existencialismo, la sociedad y, por supuesto, el miedo a la muerte. Salió un material tan rico que no hizo falta nada más para montar el espectáculo. La obra llegará a finales de enero a la Sala Beckett de Barcelona tras estrenarse la semana pasada en el Temporada Alta.

Con el mismo asunto, pero desde un punto de partida contrario, Angélica Liddell presentó en Girona su última obra, Una costilla sobre la mesa. El dolor por la muerte de su madre convertido en delirio, un viaje sórdido al centro del sufrimiento y de la locura del alzhéimer, apoyado en esa poesía oscura que brota siempre de esta creadora, con esos monólogos viscerales que arroja como bombas al patio de butacas. La acompaña en ese viaje el cantaor El Niño de Elche con una tonada popular llevada al paroxismo.

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Rituales ancestrales

En esta obra, sin embargo, Liddell no dispara hacia el público, sino hacia sí misma, como un acto de expiación. “Hoy me alegro de no haberte asesinado, mamá. Poder despedirte sin odio es el verdadero milagro”, dice. El espectáculo está cargado de referencias e iconografías de Extremadura, de donde era la madre, como los famosos empalaos de Valverde de la Vera, esos penitentes que salen en Semana Santa con los brazos en cruz atados a un palo. Liddell se empala en directo sin escatimar ni un segundo del ritual.

En paralelo a los trabajos de Rigola y Liddell se pudo ver en Girona una tercera obra que se acerca también mucho a la muerte, o más bien, a la intersección entre la vida y la muerte. Una instalación sonora del dúo Cabosanroque que recrea los exorcismos en los que el poeta Jacint Verdaguer participó en Barcelona entre 1890 y 1893. Sonidos como venidos del más allá, cadenas que se mueven, un concierto de percusión de una fantasmagórica banda de flotadores gigantes con formas de animales, El Niño de Elche (de nuevo) cantando, fragmentado en distintas pantallas de vídeo, y un holograma espectral de la bailaora Rocío Molina.

De la ‘Odisea’ al porno con sexo explícito

R. V.

Terminó este domingo la gran semana que el festival Temporada Alta dedica a la creación contemporánea cada año, con la asistencia de casi un centenar de programadores de distintos países.

Junto a Rigola y Liddell, otro nombre destacado fue el de la brasileña Christiane Jatahy, que presentó O agora que demora (El presente que se alarga), un espectáculo a caballo entre el cine y el teatro que parte de la Odisea de Homero para desentrañar la tragedia de los refugiados y emigrantes de la sociedad actual. La creadora viajó a campos de refugiados de Líbano y Grecia, a Palestina, Johannesburgo y la selva amazónica para grabar allí directamente sus historias.

Y la compañía catalana El Conde de Torrefiel estrenó Kultur, en la que dos actores porno reproducen un casting para una película del género con sexo explícito.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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