Un banco morado
Los bancos son al barrio como la siesta al verano y los nuestros son morados para no olvidar que las víctimas no son solo números, tienen historia, nombre y cara
Este 25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, mi barrio se llena de bancos morados. Como recuerdo, como denuncia, como alternativa y como propuesta.
Empezaré por el final. Cuando concluyeron las fiestas de Alcorcón, en el mes de septiembre, la pena y la resaca, quien la tuviera, se pasaron pronto puesto que había una misión que cumplir: implementar un plan limpito y apañado. El medio ambiente entró de lleno durante y después de los días de excesos y lo hizo a través de una de sus armas defensivas: el reciclaje de plástico.
"La basura es un problema central de todas las urbes del mundo. El modelo económico está basado en el consumo y este deriva en el derroche de gran cantidad de materias, entre las que está el plástico, cuya mala gestión está provocando grandes desastres ecológicos". Poca broma destilan las palabras de Santiago Anes, director general de servicios a la ciudad de la localidad. "En esta lógica, el reciclaje es una necesidad objetiva", añade, y más cuando la cantidad de envases que se recogió en el municipio durante los festejos superó los 45.000 kilos. Si pensamos que el plástico tarda muchísimo tiempo en descomponerse (150 años una bolsa y un milenio la botella PET) y que hasta que eso sucede, puede acabar incorporado en nuestra alimentación y, por tanto, devenir perjudicial para nuestra salud, reciclar no solo es necesario sino vital.
La alternativa, sin duda, es reducir el consumo y reutilizar porque parece que ya no nos acordamos de que lo que usamos una vez puede volver a servir. No obstante y a pesar de los datos alarmantes, estamos en la senda correcta. En 2018, se recogieron algo más de 4.000 toneladas de envases solo en Alcorcón y este año, a 30 de junio, Esmasa, la empresa del Ayuntamiento que lleva a cabo la recogida de residuos y la limpieza, ya llevaba 3.600 toneladas. Eso refleja la buena salud de la conciencia ciudadana y nos sitúa dos puntos por encima de la media de la Comunidad de Madrid. "Cada vez la gente está más convencida de que esto es un problema de todos y que solo con la acción colectiva podremos resolverlo", explica Anes.
En este caso, las vajillas de las casetas y todos los objetos de plástico "recolectados" en las fiestas se convertirán en bancos. "Son un símbolo de la vida en la calle, del encuentro ciudadano, de la ocupación del espacio público por las personas frente a la invasión del automóvil", apunta el técnico de la localidad.
Claro que sí, los bancos son al barrio como la siesta al verano. En ellos se queda, se conversa, se cuentan penas, se ríe y se merienda. Pero es que los nuestros son morados y precisamente por eso, también invitan a recordar a todas las mujeres que sufren episodios de violencia, para reflexionar acerca de una lacra que aún nos acompaña, para no olvidar que las víctimas no son solo números, tienen historia, nombre y cara y para tener presente que, pese a que se luche a diario, todavía no es una batalla ganada. Para ellas y por ellas.
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