De canterano a máximo accionista
"Tenía que poner mi granito de arena", dice Arribas, que comenzó a jugar en el Rayo Majadahonda con siete años
Ronaldo acababa de aterrizar en Barcelona, pero sus goles no impidieron que el Real Madrid conquistara la liga en 1996. En el centro de la defensa blanca sobresalía Fernando Hierro, un espigado central con facilidad goleadora. A 20 kilómetros del Santiago Bernabéu, un niño de siete años emulaba a su ídolo y soñaba con convertirse algún día en futbolista profesional. Alejandro Arribas ingresó aquella temporada en el Rayo Majadahonda y permaneció en el club 12 años. Pasó por todas las categorías, incluso debutó en 2006 con el primer equipo, entonces en Tercera División. Ahora se ha convertido en su máximo accionista y sueña con llevarlo a la élite.
“En Majadahonda me he hecho futbolista, pero sobre todo he aprendido a ser persona. Es el club en el que he crecido, guardo muchos recuerdos de la infancia. Tenía que poner mi granito de arena”, explica Arribas, de 30 años. El central madrileño abandonó su casa con 19 años para fichar por el Rayo Vallecano. Luego pasó por Osasuna, Sevilla, Deportivo de La Coruña y el Pumas mexicano. En estos momentos milita en el Real Oviedo, en Segunda División, y tiene contrato hasta el verano de 2021. Cuando lo cumpla, valorará seguir jugando al fútbol o volver a sus orígenes para ayudar al Rayo Majadahonda a crecer “desde cualquier función”.
Arribas no es el primer futbolista en activo que compra un club. En diciembre, Gerard Piqué adquirió el Andorra con la intención de seguir vinculado a este deporte una vez que cuelgue las botas. Pero el caso de Arribas es especial. Ha invertido sus ahorros en el club que se formó. Lo hace arrastrado por las necesidades del equipo, que el año pasado ascendió por primera vez en su historia a Segunda División. La categoría exige varios requisitos, como un campo adaptado a la competición. Eso llevó al equipo blanquirrojo a jugar buena parte de la temporada en el Wanda Metropolitano, mientras acondicionaba su estadio, el Cerro del Espino, que comparte con el filial del Atlético de Madrid por un acuerdo de colaboración suscrito en 1997.
Accionista mayoritario
Otra de las exigencias para jugar la liga profesional era convertirse en Sociedad Anónima Deportiva, tal y como establece la Ley del Deporte, de 1990. Con ello se pretende que las cuentas de los equipos estén saneadas. El Rayo Majadahonda tampoco cumplía ese punto, pero obtuvo una moratoria de un año para cambiar su naturaleza. Si no conseguía culminar el proceso en ese tiempo, el equipo no podía volver a jugar en Segunda División. Aunque finalmente descendió de categoría por deméritos deportivos, ha cumplido con sus obligaciones. El 9 de septiembre se celebró su primera junta de accionistas.
El trámite administrativo comenzó en diciembre, cuando se puso a la venta el paquete de acciones, con un valor total de 3,2 millones de euros. La compra se limitó a los 161 socios primigenios del club. Solo han adquirido 93, que han pagado 200 euros por cada acción. “Se hizo así para evitar que cayera en manos de gente a la que no le importa el equipo, que solo busca hacer negocio”, explica Enrique Vedia, presidente del club desde 1987. Vedia reconoce como “un éxito” que “alguien que comenzó en nuestro equipo con siete años sea ahora el máximo accionista. Queda en buenas manos, que es lo que queríamos”. El presidente llegó al Rayo Majadahonda hace 32 años, cuando deambulaba por regional y jugaba en campos de tierra. Ha sido el gran artífice del despegue del club, fundado en 1976.
Arribas formaba parte del selecto grupo de socios antiguos. “Jugaba en el Rayo Vallecano y mi padre, que es amigo del presidente, me dijo que teníamos que ayudar. El equipo nunca ha tenido una masa social importante, no iba mucha gente a verlo. Recuerdo que pagábamos 50 euros al año cada uno”, recuerda el futbolista. Su padre, un empresario de la localidad, también compró acciones y forma parte del consejo de administración. Es la persona que se encarga de gestionar el día a día del club. El jugador no tiene prisa. Ni siquiera ha pensado en cuál será su papel en el futuro. De momento, está centrado en devolver al Real Oviedo a la máxima categoría del fútbol español. “El proyecto es que el club crezca, que la afición vaya al campo, que se profesionalicen todos sus estamentos y que volvamos a Segunda División. Hay que tener paciencia, pero se están haciendo las cosas bien y hay mucha ilusión”, admite.
Estos días, en la cabeza de Arribas se agolpan muchos recuerdos en forma de imágenes. Las de su madre esperándole a la salida de las duchas cada entrenamiento pasadas las diez de la noche, muchas veces lloviendo. Los enfados del utillero Gómez cuando le escondía los balones o las sudaderas durante los entrenamientos del Rayo Majadahonda. O cómo sus problemas de crecimiento estuvieron a punto de apartarle de su sueño de ser futbolista por culpa de aquellos malditos dolores de rodilla. “La gente no sabe cuánto cuesta llegar. Nací futbolísticamente aquí y qué mejor que ayudar al equipo que me lo ha dado todo. Quiero devolver toda esa ayuda y que la gente se sienta orgullosa del equipo”.
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