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Noche de carreras ilegales en Villa de Vallecas

El polígono de La Atalayuela acoge competiciones nocturnas de turismos ante las quejas de los vecinos y operaciones de la Policía Municipal para erradicarlas

Un Lamborghini circula a gran velocidad por el polígono de La Atalayuela en una carrera ilegal.
Un Lamborghini circula a gran velocidad por el polígono de La Atalayuela en una carrera ilegal.VÍCTOR SAINZ
F. Javier Barroso

Es jueves y ya es de noche. Mientras miles de madrileños regresan o se encuentran en sus domicilios, las calles desiertas del polígono de La Atalayuela se convierten en un hervidero. Coches tuneados, otros alquilados para la ocasión, y más de un motero se concentran en este paraje apartado del distrito de Villa de Vallecas. Las carreras y los piques entre los conductores se prolongan hasta la madrugada. Los motores rugen ante los aplausos y vítores de un público reducido. El olor a rueda quemada se hace palpable en el ambiente. La Policía Municipal lleva más de dos años vigilando las denuncias reiteradas para acabar con estas concentraciones, sobre todo, tras las quejas de los vecinos de la zona por ruidos y altercados.

Las carreras siempre se celebran la noche de los jueves, pero de forma aleatoria, sin que haya fechas fijas. Los participantes se convocan por grupos cerrados de redes sociales (en especial WhatsApp), a los que resulta imposible acceder. En su mayoría son vecinos de la cercana Cañada Real. A partir de las ocho y media o las nueve empiezan a dejarse ver algunos jóvenes. Estos comprueban que no haya policía por la zona.

Desde ese momento, los aparcamientos comienzan a llenarse, en especial los de la calle Provisional Atalayuela Cinco; es la más larga del polígono, con cerca de 500 metros, y carece de rotondas, por lo que los coches alcanzan mayor velocidad. Esta zona, en la que no hay ninguna industria, se abrió hace unos años para conectar la carretera de Vallecas a Vicálvaro y el Ensanche de Vallecas.

Los coches y las motos van llegando poco a poco, en su mayoría, turismos deportivos tipo Seat León, aunque también se puede ver algún Lamborghini, Audi A-8 y lujosos BMW. “En ocasiones hemos detectado coches robados, que nada más terminar las carreras los dejan abandonados. Otras veces han intentado huir campo a través, pero no lo han logrado porque han destrozado el coche al romper el cárter. Una vez quemaron uno para borrar las huellas”, explica el subinspector de la Policía Municipal, Juan Antonio Barrientos. “Muchas veces van familias enteras con los niños. Lo que no hemos podido comprobar hasta ahora es que haya apuestas”, añade.

Los conductores, en su mayoría jóvenes y treintañeros, suelen estacionar hacia la mitad de la calle para exhibir sus coches e iniciar los piques con los rivales. Las carreras suelen ser de dos en dos vehículos que se paran en paralelo en los dos carriles de la calle y aceleran a toda velocidad hasta la glorieta de la avenida del Mayorazgo. Pese a que se mezclan con el tráfico habitual, allí dan la vuelta a velocidades de vértigo. Las ruedas chirrían casi al unísono. Después regresan a la calle del polígono, conducen a la rotonda de abajo y regresan a la meta. Algunos conductores rozan los maceteros instalados por el Ayuntamiento hace unos meses para evitar que los conductores escapasen campo a través.

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Un agente con cadenas para evitar que los competidores en las carreras ilegales escapen.
Un agente con cadenas para evitar que los competidores en las carreras ilegales escapen. VÍCTOR SÁINZ

Los vecinos de la zona, que tienen miedo de dar sus nombres, aseguran que están “hartos” de las carreras, sobre todo en verano, dado que se duerme con las ventanas abiertas. “No dejan de oírse los motores a todo trapo y la gente chillando y aplaudiendo hasta altas horas de la madrugada”, resume una residente. “Siempre son los jueves, como si estuvieran preparando el fin de semana. Cada dos por tres acelerones y frenazos”, añade otro vecino.

El punto álgido llega hacia las once de la noche, cuando pueden implicarse hasta cuatro y cinco vehículos en una misma disputa. También se puede ver a motoristas haciendo caballitos pese a llevar acompañantes y pasar a toda velocidad entre los turismos. En el asfalto son visibles las huellas de frenadas y derrapes, sobre todo, en las cercanías de las glorietas. “Hemos visto a gente que llevaba ruedas de repuestos para cambiarlas cuando se le gastasen las que tenían puestas”, explica la intendente de Policía Municipal de Villa de Vallecas, que prefiere no dar su nombre.

La Policía Municipal lleva tiempo intentando acabar con estas carreras ilegales, pero se enfrenta a varios problemas. Entre ellos, está el que se trata de un grupo muy cerrado que no organiza las carreras de forma regular. Pueden pasar semanas entre unas competiciones y otras. “Si les presionamos mucho, a veces las organizan en la zona del Cañaveral, en Vicálvaro, o en el polígono Los Molinos, en Getafe. Una vez lo hicieron al lado del Wanda Metropolitano. Pero se han tomado medidas pues allí están muy cerca de la M-40 y de una gran avenida, como Arcentales, con las graves consecuencias para los conductores de esa zona”, reconocen desde la Policía Municipal.

Despliegue policial

Durante una de las citas, justo a medianoche, se despliegan en la zona unos 50 agentes. Colocan coches patrullas y motos en todas las salidas de La Atalayuela de forma que todos los vehículos tengan que pasar por los dos filtros de salida. Antes, policías de paisano camuflados entre la multitud se dedican a apuntar matrículas. Cuando intenten salir, se les notificará una denuncia por conducción temeraria (seis puntos y 500 euros de multa).

El cierre de La Atalayuela ha mejorado con el paso del tiempo, ya que antes aprovechaban los fondos de saco para huir por el parque de la Gavia y los caminos rurales. Así llegaban a sus viviendas en la Cañada Real, donde ya es casi imposible seguirlos y mucho menos detenerlos. “A veces se han subido por las aceras y se han dejado el motor”, reconoce Barrientos. “Bastaría con instalar resaltos en las calzadas para acabar las carreras”, resume.

Los turismos van saliendo uno a uno, tras pasar los controles policiales. Se pide la documentación a todos los ocupantes y se les obliga a que dejen sus pertenencias en el capó. A veces se les cachea. También se busca en el interior de los coches. A algunos conductores se les practican pruebas de alcoholemia y de drogas.

“El primer día que aplicamos este dispositivo, identificamos a 283 personas y comprobamos 195 vehículos. Algunos tardaron hasta más de dos horas en salir”, describe la intendente. “Es un problema de educación y de concienciación de lo peligroso que es todo esto. Una vez, paramos a una joven de 18 años que con el carné recién estrenado llevaba un Porsche Cayenne que costaba más de 100.000 euros. Se lo había regalado su padre”, añade. Poco a poco, La Atalayuela recobra la tranquilidad, lejos ya de derrapajes y acelerones.

Una actividad ilegal que roza el delito

Las carreras en vías públicas sin autorización están prohibidas en España y su actividad roza el delito. El artículo 381 del Código Penal recoge condenas de prisión de dos a cinco años, multa de 12 a 24 meses y retirada del carné de conducir hasta diez años por conducir “con manifiesto desprecio por la vida de los demás”. Si no se ha puesto en peligro la vida o la integridad de personas, las penas se reducen hasta dos años de prisión y multa de seis a 12 meses. El problema en estos casos es la dificultad para imputar el delito y demostrar ante el juez que se ha conducido de forma temeraria. No siempre basta el testimonio de los agentes.

Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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