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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lecciones italianas

Es verdad que Salvini podría aliarse con Berlusconi, pero no salen los números y, la alianza lógica para gobernar Italia sigue estando, como en 2018, entre el Partido Democrático y las 5 Estrellas

El primer ministro de Italia, Matteo Salvini, en el Senado, el pasado julio.
El primer ministro de Italia, Matteo Salvini, en el Senado, el pasado julio.ap
Jordi Gracia

Del presidente de la República o del gobierno de Italia (¡Giuseppe Conte!) hay apenas noticia pero todo el mundo sabe quién es Matteo Salvini: vicepresidente, ministro del interior y el más desacomplejado seguidor del precoz Silvio Berlusconi, temible cuando todavía Donald Trump no había vivido la humillación pública más costosa de los últimos años. Barack Obama se rio de él en público y poco después era Melania, la mujer de Trump, quien lloraba desconsolada, según Michael Wolff, porque increíblemente su marido había ganado las elecciones de 2016 y empezaba su sabotaje estructural.

Todo había empezado venturosamente bien dos años atrás, hacia 2014. Ustedes recuerdan como recuerdo yo la fotografía (recortada) del trébol de camisas blancas de la socialdemocracia: Manuel Valls, Matteo Renzi y Pedro Sánchez. Abanderaban una juventud política en red, poscapitalista y adicta al móvil con servidor cautivo. A Macron, otra camisa blanca, le va hoy mucho mejor que a Valls, a Sánchez no le va mal y a Renzi empieza a ponérsele de cara el futuro. La egolatría es de patas cortas y ritmo veloz pero tiende a la caducidad del impulso y el fervor, como posiblemente le caduque a Matteo Salvini la estrella neofascista que lidera hoy en Italia. Puede haber cometido un grave error táctico y estratégico al reventar desde mediados de agosto su alianza con la izquierda de las 5 Estrellas. Ya nadie los asocia con Podemos, pero Podemos era su hermano silvestre, como lo era más orgánicamente de Syriza en Grecia.

Hoy casi ninguno está donde estaba, pero la hibrys o la inconscencia de los límites pueden regalar a Europa, y no solo a Italia, la remisión de su peor lacra interna. Matteo Salvini ha promovido entre baño y canallada de verano, como dijo Javier Cercas, una convocatoria adelantada de elecciones e increíblemente no ha previsto —o ha calculado mal— la afinidad social y política que quedó arrasada (y aplazada) con el estrambótico acuerdo de gobierno entre Salvini y Di Maio para hacer a Giuseppe Conte presidente del gobierno.

Lecciones, lo que se dice lecciones, no saco ninguna porque en política no existen lecciones sino aprendizajes

Es verdad que Salvini podría aliarse con la Forza Italia de Berlusconi, pero no salen los números y, a día de hoy, o de hace unos días, la alianza lógica para gobernar Italia sigue estando, como a principios de 2018, entre el Partido Democrático (con otra víctima de la hybris dentro, Matteo Renzi), y las 5 Estrellas. Para que 5 Estrellas limpie la culpa de haberse dejado aplastar mediáticamente por Salvini y su Liga Norte harán falta más de dos días, pero algún tipo de gobierno con Di Maio y un resucitado Renzi, tendría el aire de haber sacado del ropero la camisa y haberla planchado para blanquear con ella el sepulcro de sus pasados pecados. Lo que arruinó el acuerdo Salvini-Di Maio fue la continuidad de una idea respetable del gobierno italiano porque Salvini controló la agenda mediática como quiso: casi nadie sabía ya fuera de Italia que el presidente era un jurista prestigioso, Giuseppe Conte, y el otro vicepresidente pertenecía a las 5 Estrellas y se llama Di Maio.

Lecciones, lo que se dice lecciones, yo no saco ninguna porque en política no existen lecciones sino aprendizajes. Igual que el Partido Demócrata de Estados Unidos erró al promover a su lastrada candidata Hillary Clinton para enfrentarse en 2016 con el venenoso y patriótico triunfador Trump (aunque poquísimos habían previsto el resultado), puede ser que hoy Salvini esté equivocando su estrategia en plena ducha de autoestima narcisista y exposición mediática. Podría estar abriendo la puerta de atrás para un gobierno italiano reconectado con Macron y con el nuevo prestigio (inestable) de Pedro Sánchez en Europa, como si la moviola en política sí existiese (y aunque Manuel Valls esté hoy fuera de Francia, pero no de Europa).

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En España no hay gobierno pero puede haberlo. Un portugués con ascendente en la izquierda española acaba de redactar una invitación al pragmatismo político en un breve artículo de hace unos días sin reñir a nadie y sin exhibir la influencia que sabe que tiene en los dirigentes de Podemos. Boaventura de Sousa Santos apuesta por “alianzas que defiendan la democracia”, como si España tuviese todavía algo que decir en Europa, y lo hace desde el pragmatismo del mundo real, de la experiencia vital y de la asesoría amistosa a la izquierda, y a Podemos en ella.

Del gobierno de Italia (¡Giuseppe Conte!) hay apenas noticia pero todo el mundo sabe quién es Matteo Salvini

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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