Los rastros que traen hasta el ideólogo de BCN World
Enrique Bañuelos apareció en Barcelona el 2012 con el proyecto de BCN World, que continúa con retraso y encogido
Vallcab Capital era una compañía y hoy sólo es un rastro. Un más de los que dejaron a su paso los proyectos de Enrique Bañuelos. Ahora liquidada, la sociedad todavía aparece a la última lista de morosos de Hacienda . Figura a la posición número 48 y diez —y no pagará nunca, a pesar de que su último propietario, Miguel Valldecabras, asegura que había activos como garantía de cobro— 26,4 millones de euros en la Agencia Tributaria.
Vallcab —primer CV Capital y entremedias Kavaal Real State— era la patrimonial de Bañuelos cuando integraba la plutocracia del totxo antes de que estallara la burbuja, es decir, cuando ingresó a la lista Forbes de los más ricos gracias al fenómeno Astroc, una promotora que salió a bolsa valorada en 775 millones de euros y llegó a tener 9.000 millones. Pero esta sociedad sólo representa una parte del pasado de Bañuelos. Como el Instituto Valenciano de la Sartén, que el mismo promotor propuso crear a Canet de Berenguer (Valencia) o, en cierta medida, BCN World, el macrocomplex turístico con seis casinos con que el antiguo promotor inmobiliario apareció un día en Barcelona, acompañado del entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el presidente de La Caixa, Isidre Fainé.
Era el septiembre del 2012 y otro golpe Barcelona y Madrid se batían por un mismo objetivo: captar la inversión de Sheldon Adelson para construir en España un conjunto de casinos que se situara a medio camino de las dos grandes meques del juego , Las Vegas y Macao. Tanto Cortijo como la entonces presidenta de la Comunitat de Madrid, Esperanza Aguirre, habían accedido a rebajar las tributaciones autonómicas al juego en esta pugna por la inversión. Pero aquel mes de septiembre la decisión ya parecía muy decantada: los terrenos de Alcorcón serían los escogidos, por ante los de Viladecans, a pesar de que ni la decisión era todavía oficial ni se llegó a ejecutar.
Entonces apareció Bañuelos con una idea similar. Uno de sus colaboradores de entonces explicó como tejió el proyecto. Se fue a ver Fainé y le dijo una cosa parecida a: “Vosotros tenéis unos terrenos y yo una idea”. Una persona que trabajó muy estrechamente con Bañuelos explicaba que el empresario es una persona “muy convincente” cuando explica sus proyectos, sobre todo en “los primeros 20 minutos” de exposición, a pesar de que otra señalaba que después el tiempo certifica que algunas ideas tienen sus fundamentos construidos sobre el aire. “Es un visionario, capaz de anticiparse cuatro pantallas al que tiene que pasar”, afirmaba la misma persona.
A La Caixa, interesada a desprenderse de los terrenos que rodean Port Aventura, la convenció; del mismo modo que no le costó establecer conversaciones con el Gobierno catalán, que necesitaba un golpe de efecto en plena época de recortes de servicios públicos. BCN World evolucionó sin hacer ruido como segundo plato durante siete meses, hasta que el día convenido pusieron los datos sobre la mesa: 4.775 millones de euros de inversión, seis recintos turísticos con un casino y 2.000 habitaciones de hotel cada uno, la creación de 20.000 puestos de trabajo directos y otros muchos de indirectas y la capacidad para captar diez millones de turistas el año. Varios grupos internacionales apoyaban. Bañuelos volvía a España con un proyecto de cara a la galería.
Pero se repitió el que ya había pasado otras veces. “Así como tiene grandísimas ideas, falla en la ejecución. A veces le falta equipo, a veces paciencia, pensar a largo plazo... Es más emprendedor que empresario”, afirmaba otro antiguo colaborador.
La carpeta de BCN World se acabó encogiendo, en parte por la incomodidad política que generaba. Hoy cabe de las marcas que se presentaron aquel septiembre como patrocinadores de aquel ambicioso proyecto continúan embarcadas. Hard Rock, que llegó a la cabeza de unos meses, es la única compañía que dispone de la autorización de la Generalitat para montar un casino y se prevé una inversión de 2.000 millones y la creación de 11.000 puestos de trabajo directos e indirectas. Y La Caixa, a través de su brazo inversor Criteria, continúa interesada en la venta de terrenos, con un precio que todavía negocia con la Generalitat, que tiene que hacer de intermediaria.
Uno de los primeros a renunciar a la licencia fue el mismo Bañuelos, que pidió permiso para explotar licencias con Hard Rock (a través de su empresa Veremonte, promotora del proyecto) y el operador asiático Melco, que también se acabó retirando.
Con el proyecto de Tarragona, Bañuelos volvía a sus orígenes, la transformación del suelo. Este fue el negocio que lo trajo a las puertas del éxito con Astroc, si es que no entró para después salir. Su fórmula inmobiliaria no era la de construir pisos, sino la de comprar un suelo sin calificación y venderlo preparado porque se pudiera edificar. En el caso de BCN World no le salió bien y su inversión generó pérdidas abundantes que se compensaron por el otro negocio que tenía entonces entre manso, Veremonte: el 25% campeonato del mundo de fórmula E, la fórmula 1 de los vehículos eléctricos. Entonces dejó de ser el socio de Alejandro Agag, yerno del expresidente del Gobierno español José María Aznar, una muestra que siempre supo estar muy acompañado.
El nuevo negocio del vehículo eléctrico continúa siendo una prioridad para el antiguo promotor. Ahora tiene una participación indirecta de QEV Technologies, una startup barcelonesa especializada en el desarrollo de motorizaciones eléctricas que hay detrás del resurgimiento de Hispano Suiza, el proyecto para crear un vehículo de lujo de la familia Suqué. Otra familia muy conocida.
La ficha de Enrique Bañuelos
Lugar de nacimiento y años. Sagunto (Valencia), 53 años.
Formación. Licenciado en Derecho.
El peor momento de su carrera profesional. Probablemente cuando se derrumbó el imperio inmobiliario que creó alrededor de Astroc, una inmobiliaria que llegó a valer 9.000 millones de euros.
Qué hace en la actualidad? Participa en varios proyectos empresariales.
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