Orgullo de barrio
El Museo Reina Sofía organiza un ciclo de cine de verano que reflexiona sobre el valor de estos núcleos urbanos y su transformación
Las ciudades no solo han sido escenario de obras literarias o cinematográficas del siglo XX, sino también sus protagonistas. La vida de sus barrios ha inspirado a autores para narrar historias sobre el concepto de comunidad y como esta conforma la identidad de los individuos. Para Joao Fernandes, subdirector del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, “Madrid es un ejemplo de ello, una ciudad viva y alegre gracias a la convivencia y solidaridad de sus vecinos que aún hoy mantiene esa vida comunitaria”. Con esta premisa, el museo nacional ha organizado Vidas de barrio, un ciclo de cine de verano dedicado a las maneras de apropiarse, resistir e imaginar la ciudad desde el barrio que podrá verse todos los viernes y sábados hasta el 31 de agosto en las terrazas del Edificio Nouvel (entrada gratuita previa retirada de entradas en taquilla y en la web del museo).
“El museo adoptó una estrategia de acción y colaboración con el barrio donde se ubica, Lavapiés, uno de los más diversos y cosmopolitas de la ciudad”, explica su subdirector. “Ya en junio organizamos un pícnic con los vecinos, una actividad que consiguió el acercamiento de la institución con los residentes de Lavapiés. Este ciclo de cine busca crear la misma armonía y fomentar distintas formas de convivencia”, añade.
La primera sesión estuvo dedicada a Madrid con la proyección de varias películas sobre los orígenes del cine en torno a la ciudad. “El propósito era recrear el imaginario colectivo del Madrid castizo y popular de las primeras décadas del siglo XX”, explica Fernandes.
También con Madrid de fondo, se proyectó El inquilino (1957), de José Antonio Nieves Conde, una comedia costumbrista sobre la búsqueda de una vivienda en el barrio de Lavapiés durante la década de 1950; y La Grieta (2017), de Alberto García Ortiz e Irene Yagüe Herrero, en la que se narra el desahucio de una familia tras la venta de su vivienda pública a un fondo buitre en el distrito de Villaverde, en la que se retrata con sensibilidad la empatía y ayuda de los vecinos. “Dos películas separadas por más de 50 años que tratan un drama permanente, la lucha por la vivienda, y que nos muestran que la vida en las ciudades y en sus barrios no ha cambiado tanto en algunos aspectos”, dice el subdirector del museo.
Lista de películas
Viernes 16 de agosto, 22.00 horas
La bocca del lupo [La boca del lobo], de Pietro Marcello
Sábado 17 de agosto, 22.00 horas
Los chicos del puerto, de Alberto Morais
Viernes 23 de agosto, 22.00 horas
Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution [Lemmy contra Alphaville], de Jean-Luc Godard
Sábado 24 de agosto, 22.00 horas
La substància [La sustancia], de Lluís Galter
Viernes 30 de agosto, 22.00 horas
Do the Right Thing [Haz lo que debas], de Spike Lee
Sábado 31 de agosto, 22.00 horas
Paris is Burning [Arde París], de Jennie Livingston
El ciclo de cine también explorará la vida de barrio y su transformación en otras ciudades del mundo. Este viernes 9 de agosto (22.00 horas), el propio Fernandes presentará Oporto de mi infancia (2011), del célebre cineasta Manoel de Oliveira en la que, a través del documental, la ficción y el teatro, desgrana la vida de la ciudad portuguesa. “El barrio es el eje de esta programación que a su vez nos permite viajar sin movernos de la butaca, así veremos algunas películas que retratan la vida de barrios italianos, franceses, latinoamericanos…”, apunta Fernandes. El sábado 10 de agosto, se proyectarán dos filmes sobre Londres y Madrid, El Londres que nadie conoce (1967), de Norman Cohen, y Souvenirs de Madrid (2019), de Jacques Duron. Una doble sesión dedicada a los anacronismos que persisten y que muestran la identidad de las ciudades bajo la apariencia de lo novedoso.
Y para estimular de otra forma la vida de barrio, el ciclo propone un coloquio con expertos y cineastas a la finalización de cada proyección. “Queremos que cada película pueda ser contextualizada y discutida con el público, no solo que la gente vaya a verla y se vuelva a su casa. Experiencias así también crean comunidad”, concluye Fernandes.
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