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Gata Gata
Columna
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Cómo cenar una hamburguesa en tanga

Pienso en un Madrid donde los disfraces no sean disfraces y atesten los armarios de cualquier barrio, un Madrid lleno de noctívagas, en tanga y felices

I.V
Isabel Valdés

Elige su menú para la cena en tanga y sujetador balconette de una especie de lamé rosa pálido con aguas violetas: una hamburguesa doble con queso y bacon, patatas fritas clásicas y una coca cola light. La veo desde la terraza de enfrente mientras me como un helado de turrón —hay quien cata palmeras de chocolate, croquetas, croissants o tortillas de papa, yo soy probadora de helados de turrón [ver nota al pie]—. Va cambiando el peso de pierna a pierna sobre unas sandalias de tacón de plástico amarillo neón y apoya el codo en el hombro de un chaval sin camiseta y sin un solo gramo de grasa, luego se dobla hacia atrás y se rasca las corvas. Bosteza. Son las 23.37 del viernes 2 de agosto. Se estira y la coleta, rubia y lisísima, le roza el final de la espalda como un fleco. Cuando le entregan la bolsa de papel con su pedido va a sentarse en el bordillo de la acera con sus amigas —mismo look, distintos colores—, que han dejado la coca de su menú para el final, están vertiendo la mitad sobre el asfalto y rellenan con unos buenos chorreones de whisky de 6,5 la botella. Pólvora para las vaqueras.

Esas seis veinteañeras no reparan en nada más que en abrir las piernas a todo lo ancho para que lo que gotea no manche sus outfits plásticos y brillantes. Esto es Sant Antoni de Portmany, Ibiza 2019. Y a eso le puede seguir cualquier cosa, como las intro de las canciones de reguetón. La elección del destino la hizo el libre mercado. Oferta y demanda a dos semanas de viajar. Desde Madrid hacia cualquier destino (con sol y playa), del 2 al 5 de agosto y 2 billetes en clase turista: esto era lo más barato. Y desde Madrid-Barajas Adolfo Suárez hay pocos vuelos baratos en pleno julio.

Esta noche hay Glow Party, Water Party, Pool Party, Shiny Night, Crazy Night, 80's Night y no sé cuántas parties y nights más. A alguna de ellas irán las comedoras de hamburguesas y la riada de chanclas, calcetines altos de blanco impoluto, vestidos de rejilla sobre bikinis fluorescentes, pestañas postizas, gorras de talla grande, torsos de mármol, glúteos de mármol, bronceados al punto, enrojecidos y churruscados, cadenas de oro, uñas de águila decoradas que ni la porcelana china, camisas abiertas, camisetas que se podrían sostener solas de pie y toneladas de maquillaje waterproof. Muy waterproof.

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Pasan entre las mesas de las terrazas con bolsas del súper llenas de hielos, mochilas reflectantes o botellas abiertas que van empinando de tanto en tanto. Pasan entre un par de parejas de jubilados; una familia de padre, madre y bebé; otra numerosa y francesa con dos niños y una niña que no llegan del todo a la mesa; un grupo de señoras con blusitas estampadas y bolsitos de mano. Ninguna de esas mesas repara en ese desfile inacabable.

Lo hace una larga, con 14 adolescentes de camisas color pastel, mocasines, menorquinas, patillas hasta mitad de la mandíbula y perlas que asoman entre mechones rubios que parecen naturales. Bueno, lo hacen ellas. Levantan las cejas frente a esa trashumancia de piel y expectativas nocturnas, hacen una mueca que les arruga la barbilla. Ellos echan miradas fugaces y de reojo. Mientras, todos discuten sobre dónde meter la moto de agua que el padre de alguno de ellos acaba de comprar. Deben ser primos. Todos viven en Goya y entre todos deciden meter el "cacharrito nuevo" en la casa de la sierra del abuelo. Uno de ellos, el que parece el mayor y que por la pinta y el color de ojos podría ser sobrino de Fran Rivera, paga con tarjeta. Se levantan para irse a tantear algún sitio "vi ei pi" y, al paso de un grupo muy parecido al de las comedoras de hamburguesas, una bajita de nariz aguileña chasquea la lengua: "Vir, tía, mira... Pfff". Vir le contesta que "sí, darling", pero que igual les vale para la "pool party de disfraces" de Ramón para despedir el verano. Sería "cool, cool".

Me pregunto si Vir y ella quieren disfrazarse o quieren usar el disfraz como excusa. Me pregunto por qué hay quien decide usar un poco de mentira para ser un poco más verdad, como cuando dices algo y lo terminas con un "es broma, ¿eh?". Me pregunto por qué todavía ese ellas contra ellas y por qué ese desdén que parece desprenderse de la convicción de clase.

Entonces me imagino un cambio de territorio. Aquí, los de Goya juegan en campo contrario. Calculo cómo serían las comedoras de hamburguesas paseando enfundadas en sus rejillas y sus plataformas de pvc por Jorge Juan o Ponzano sin que sea Carnaval ni el Orgullo ni Halloween. Un martes por la tarde, por ejemplo, que un domingo por la mañana va a ser muy obvio. Con su purpurina y sus risas a todo volumen tomando cafés y cócteles y haciéndose peelings mientras van dejando un caminito de brilli brilli a su paso de perreo-techno-dance. Me las imagino y me entra la risa, la que me da siempre que veo cómo ofende a quien le ofende la libertad de quien la ejerce.

Y pienso en un Madrid lleno de trikinis de lamé que hacen aguas según les da la luz. Un Madrid donde los disfraces no sean disfraces y atesten los armarios de cualquier barrio sin que salgan solo para el Orgullo o Halloween o Carnaval. Un Madrid lleno de noctívagas, en tanga y felices.

Probablemente no sean las mejores y tal vez mañana cambie de opinión, pero estas a 6 de agosto son mis favoritas. Palmeras de chocolate: las de La Duquesita, en Fernando VI, 2. Croissants: los manolitos, de Manolo Bakes, tienen varias tiendas, una en la plaza de Santa Bárbara, 4. Croquetas: las de Viridiana, en la calle Juan de Mena, 14. Tortilla de papas: la de la Taberna Pedraza, antes en Ibiza, 38, ahora en Recoletos, 4. Y los helados de turrón: los de Mamá Elba, en calle de la Ruda, 15 (tienen otra en Cea Bermúdez, 29)

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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