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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La noche en que Sílvia Pérez Cruz se fue a Brasil

La cantante dio en el Teatre Grec otra muestra de su arte camaleónico con Toquinho

Javier Colina, Silvia Pérez Cruz y Toquinho (derecha), en Sao Paulo, el pasado noviembre.
Javier Colina, Silvia Pérez Cruz y Toquinho (derecha), en Sao Paulo, el pasado noviembre.FERNANDO BIZERRA (EFE)

Sílvia Pérez Cruz es un verdadero camaleón. Quien entiende mínimamente de arte musical, lo sabe porque se la ha visto moverse con idéntica soltura en los contextos más diversos. Le gusta arriesgar y, lo que es más llamativo, siempre suele ganar. La velada que la noche del pasado miércoles ofreció en el Teatre Grec fue una muestra más, y con seguridad no será la última, de las infinitas capacidades de adaptación de la cantante de Palafrugell.

O no; bien pensado tal vez sería mejor hablar de las infinitas capacidades de la cantante para hacer suyas las más diversas sonoridades. Doblegar con una pasmosa facilidad estilos y propuestas de lo más dispar hasta convertirlos en un auténtico Pérez Cruz, así con sus apellidos. Y justo eso es lo que su público espera: verla y escucharla independientemente ya de lo que esta mujer esté interpretando.

Silvia Pérez Cruz, Toquinho i Javier Colina

Festival Grec

Teatre Grec

Barcelona, 24 de julio de 2019

En este caso, la cantante se fue a Brasil formando un trío de lujo con  el paulista Toquinho y el pamplonés Javier Colina. Se conformaba así un triángulo equilátero que llenó completamente el inmenso escenario del Teatre Grec sin ningún tipo de tramoya, nada que pudiera desviar la atención de lo verdaderamente importante: la música.

Mientras el escenario estaba completamente lleno con solo esas tres figuras ante sus micrófonos, el anfiteatro lo estaba también pero desde su condición de abarrotado: las entradas ya se habían acabado con semanas de antelación.

Comenzó la cosa con Toquinho en solitario. Derrochó su buen hacer con la guitarra y comenzó ya a recordar a los grandes de la música brasileña que irían desfilando a lo largo de la noche. Por supuesto, no faltó su Aquarela cantada en castellano y portugués (aplaudido por una parte del público cuando retomó el portugués). Se le unió presto el contrabajista Javier Colina a ritmo de bossa nova y recrearon una delicada Manha de Carnaval.

Intermedio intimista

Y entonces apareció Pérez Cruz y comenzó con Corcovado su personal paseo por un auténtico grandes éxitos de la música popular brasileña. Con habilidad, dejando reposar a Toquinho, la cantante y el contrabajista recordaron algunos de los temas de corte caribeño que suelen tocar juntos y hasta se atrevieron con una disparatada versión de The Sound of Silence.

Fue un intermedio intimista y, por momentos, turbador, pero la velada era brasileña y cuando volvió a salir Toquinho, con Chega de Saudade, recordando a Joao Gilberto, se abrió una recta final imparable marcada por un ritmo sinuoso y acariciante, nunca excesivamente presente, pero sutilmente insinuado. Por momentos, se notó, sin embargo, que faltaban algunos ensayos más para redondear las canciones y, sobre todo, algo más de compromiso en cada interpretación que captaban más por la belleza de la ejecución que por la fuerza implícita que contenían.

Así transcurrió una velada, en definitiva, sumamente agradable, rematada con una versión de Garota de Ipanema (¡no podía faltar!) y, ya como colofón, con un Toquinho en solitario recordando con intensa emoción Aquellas pequeñas cosas de Joan Manuel Serrat.

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