Kings of Leon lucen su rol patriarcal en Benicàssim
El indie rock de estadio de la banda de Nashville, esencial para entender la evolución del FIB en la última década, convence en la noche más concurrida del festival, en la que también destacan Carolina Durante o Belako
Cómo ha cambiado el cuento para Kings of Leon desde que actuaran por vez primera en Benicàssim, discretamente y en una de sus carpas secundarias. Entonces –2003– encarnaban la veta de rock sureño norteamericano de aquella vuelta a la crudeza de las guitarras rock (con pátina fashion) que comandaban los Strokes. Parecían su modesto equivalente en clave Nashville. Hoy en día son una banda infinitamente más popular, también más versátil. Hace cosa de una década que obraron el giro, metiéndole un buen chute de anabolizantes a su sonido, combinando la épica de U2 y la fiereza de Led Zeppelin en una fórmula apta para una nueva generación. Y a buen seguro que no debe haber un solo grupo más influyente sobre la inmensa mayoría de bandas de rock británicas que han pisado el FIB en los últimos diez años. Que son auténtica legión. Su evolución corre pareja a la del propio festival, de cuyo cartel han formado parte en cuatro ocasiones. Sus hechuras sonoras son el reflejo más fiel de lo que es hoy por hoy la cita que cumple 25 años.
La noche del sábado ha sido, hasta ahora, la única cuya asistencia podría equipararse a la de las últimas ediciones. Daba la sensación de superarse los 30.000 asistentes, en espera de recuento oficial. En cualquier caso, bastante más que los 18.000 del jueves o los 24.000 del viernes. La euforia que prendió cuando Kings of Leon enfilaban la recta final de su concierto al ritmo de Sex on Fire fue, por fin, uno de esos momentos que responden a la multitudinaria comunión colectiva que definen tantos años de FIB. Ese momento en el que prende la chispa, que parece hecho para ser inmortalizado. Los norteamericanos tampoco tuvieron que devanarse demasiado los sesos para lograrlo: sin fuegos de artificio ni sobradas de cara a la galería, con eficiencia y una medida dosificación de su mejor repertorio – el macizo central de su obra, poco material de su primera y de su última fase – y con un sonido excelente, tramaron un set que fue lo más parecido a un grandes éxitos, una lograda síntesis de sus mejores principios activos: algún recuerdo a su lejano anclaje al garage rock versión siglo XXI, guiños al rock and roll clásico (Mary) o al venerable ritmo soul de la Motown (Supersoaker) y, cómo no, esas buenas raciones de épica rock sazonada con coros onomatopéyicos, de esos de cantar a voz en grito, con Use Somebody como clímax. Vaya, lo que una vez alguien llamó rock alternativo convertido en el nuevo AOR. Una receta sin complicaciones, de indudable calado popular, y ejecutada por ellos (y se agradece) sin sobreactuaciones.
Se comenta de este FIB dubitativo, ahora de recortes, que se encuentra ante una encrucijada, tras unos años saneando sus finanzas. Los manidos años de transición. Ya saben lo que se dice de las sábanas que son demasiado cortas, que uno nunca sabe si taparse los pies o los hombros, porque a ambas cosas no se puede llegar con tan poca tela. Y la feroz competencia de los últimos años en verano es eso, tela. Pero mucha. Pues bien, mientras el festival se resetea y afronta esa posible disyuntiva, en la que lleva inmerso ya unos cuantos años, entre los reclamos para un público británico de muy amplio espectro y los ganchos para tratar de recuperar ese público español que hace tiempo se decantó por otras citas o que, más joven, ya creció sin acercarse por aquí (Vetusta Morla encabezan el cartel de hoy domingo, con su nombre a mayor tamaño que el de Franz Ferdinand), el reguero de músicos de nuestro país que pasean por sus escenarios –rara vez por el principal, eso sí– en los últimos tiempos sigue aumentando. Nunca dejó de estar ahí. Y con conciertos de lo más nutritivo. Fue el caso, anoche, de Carolina Durante o Belako, abultando una nómina que habían prologado los castellonenses Novio Caballo el jueves con efervescencia y descaro, y que ha tenido estos días en La M.OD.A., Cariño, La Zowi, Alien Tango, Cupido, Mueveloreina, Disco Las Palmeras! o Soleá Morente junto a Napoleón Solo a algunos de sus nombres más destacados.
Carolina Durante tienen en directo la eficacia de un martillo pilón, con su punk pop de estirpe ramoniana funcionando a pleno rendimiento, obrando a destajo en un escenario Thunderbitch que presentaba un estupendo aspecto. No debía haber un solo españolito que no se dejara caer por allí. Seguramente les cansen las comparaciones con Los Nikis, pero – más allá de sus trazas sonoras – resulta imposible escuchar la retranca política de la celebradísima Cayetano y no acordarse de El imperio contraataca, otra canción con vitriolo que en su día también prosperó entre quienes sabían de qué iba el tema y quienes no pillaron la broma y la entendieron justo al revés. Belako, por su parte, son ya unos veteranos de nuestra escena festivalera sin haber llegado a los treinta, y su manera de reformular un post punk enérgico y bailable sigue siendo un valor seguro (este sí) sobre cualquier escenario.
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