_
_
_
_
_

Dos horas al día de libertad

El programa SGAE ACTÚA conecta, a través de la cultura, a socios y personas en riesgo de exclusión social

 Integrantes del grupo de rock CAL VIVA, formado en la prisión, tocando junto al músico Luis Martín.
Integrantes del grupo de rock CAL VIVA, formado en la prisión, tocando junto al músico Luis Martín. LUIS CAMACHO

En el interior del Centro Penitenciario Madrid III (Valdemoro), al que se accede tras cruzar una decena de puertas que solo se abren si la anterior se ha cerrado completamente, el tiempo se mide de otra forma. “La realidad de una cárcel es difícil de explicar”, dice el recluso Julio Sánchez, que está cumpliendo una condena de tres años y ocho meses. “Hay que estar dentro para saber qué es esto”. A su lado, Young Pil Wong Micó, que lleva 31 años en prisión, lo corrobora: “Las 24 horas del día son eternas aquí. En la cárcel no se vive, se sobrevive, y para eso tienes que mantenerte ocupado”.

Para luchar contra el tiempo, Sánchez y Wong Micó decidieron crear en 2016 un grupo de rock, “Cal Viva”, al que más tarde se unió el recluso Miguel Llanos. Los tres ensayan dos horas al día en el salón multiusos del módulo sociocultural de la prisión, donde han colgado un cartel para reclutar más miembros. “La música es, para nosotros, dos horas al día de libertad”, dicen mientras esperan al músico Luis Martín, quien en las últimas semanas les ha ayudado a perfeccionar su manejo de los instrumentos a través de un taller organizado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y que se enmarca dentro del programa SGAE ACTÚA.

Con esta medida, SGAE pretende conseguir un doble objetivo: reactivar las carreras profesionales de aquellos socios que atraviesan largos periodos de desempleo y acercar la cultura a personas en riesgo de exclusión social. “SGAE ACTÚA propone a sus socios impartir talleres y clases para un público que no tiene garantizado el acceso a la cultura como pueden ser reclusos, pero también se dan en comedores sociales, hospitales, residencias… y no solo de música, sino también de teatro, dramaturgia, cine…”, explica Rubén Dávila, trabajador social y coordinador del Área Social y Asistencial de SGAE.

“Trabajamos tanto con entidades privadas como públicas, como la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias con la que firmamos un acuerdo el año pasado”, añade. SGAE ACTÚA ha desarrollado también talleres en otras prisiones de la Comunidad de Madrid, Soto del Real y Navalcarnero, y de España.

Como explica Vanesa Valcárcel, directora de socios de SGAE, “los socios que, como Luis Martín, participan en este programa, son contratados y dados de alta en la Seguridad Social por un periodo de tres meses”. “Hay ciertos sectores como es el de la música, en el que no existen apenas los contratos fijos”, dice Valcárcel. “Nosotros les damos la oportunidad de que realizan un trabajo remunerado que, además, les permita cotizar y les puede servir para lanzar sus carreras de nuevo”, añade.

Desde 2016, una centena de socios se han beneficiado del programa SGAE ACTÚA, financiado íntegramente por esta entidad cultural. “Se destina una partida presupuestaria para todos los programas que se desarrollan dentro del Área Social y Asistencial, que también engloba ayudas económicas directas para socios. En concreto, para esta iniciativa de empleabilidad se han invertido unos cien mil euros”, explica Valcárcel.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Martín, líder de la banda Lobos Negros, “no había dado nunca clases en una cárcel, aunque sí que había tocado con mi grupo dentro en alguna ocasión”. “Este taller ha supuesto muchas cosas para mí, ha sido un aprendizaje en todos los aspectos”, cuenta y anuncia que para esta última sesión han preparado un pequeño concierto.

Tras saludarse, profesor y alumnos se colocan en sus posiciones sobre el escenario, junto a sus instrumentos. Martín a la guitarra acústica y a la voz, Sánchez a la guitarra eléctrica, Llanos al bajo y Wong Micó a la batería. Los cuatro se miran y sonríen. Suenan los primeros acordes. “¡Esto suena muy bien!”, les anima Martín, cuyo deseo es “continuar enseñándoles, aunque sea de voluntario”.

“Se nos ha hecho muy corto, yo me he quedado con ganas de preguntarle muchas cosas, de que nos enseñé más”, dice Sánchez y añade que le gustaría grabar un disco cuando los tres estén fuera. A él le quedan ocho meses, a Llanos tres, y a Wong Micó, dos años. “Lo primero que voy a hacer cuando salga es comprarme una batería electrónica, nunca pude tener una, ni antes de entrar aquí”, dice Wong Micó. “Y después, mi deseo es que los tres juntemos a nuestras familias y toquemos para ellos. Pero para eso todavía queda. Mientras tanto seguiremos viniendo aquí para combatir el tiempo a través de la música”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_