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Lo máximo peligra

Un fondo de inversión británico ha comprado la finca donde se encuentra Bodegas Lo Máximo

Sergio C. Fanjul
La entrada de Bodegas Lo Máximo el pasado domingo, en Madrid.
La entrada de Bodegas Lo Máximo el pasado domingo, en Madrid.David G. Folgueiras

En Lavapiés hay muchos que temen ese momento. Y, a veces, ese momento acaba por llegar. Un fondo de inversión británico ha comprado la finca en la que se encuentra el icónico bar bodegas Lo Máximo (c/ San Carlos, 6), un edificio en el que hay unas 20 viviendas y tres locales comerciales. Así se pone en riesgo uno de los lugares emblemáticos del barrio, uno de los últimos baluartes del Lavapiés que va desapareciendo a marchas forzadas.

“Nos habíamos enterado de que los antiguos propietarios estaban intentando vender alguno de los pisos y nosotras nos ofrecimos a comprar nuestro local”, dice Piluka Aranguren, socia de las Bodegas junto con Elena Ros y Mamen Fuertes. “No conseguimos una reunión y lo siguiente que supimos, mediante una carta, es que este fondo de inversión ha comprado el edificio entero. Los rumores dicen que quieren hacer una reforma integral”.

No puede decirse que bodegas Lo Máximo fuera un bar tradicional pero casi: como Bodegas Máximo había abierto sus puertas en los años 50, de mano de un señor, efectivamente, llamado Máximo. “Fue el primer bar del barrio con barra metálica y ambiente de cañeo, hacían su propio vermut y era una ebullición de vida”, recuerda Aranguren. En 2.000 Paco, el hijo de Máximo, se lo traspasó las tres actuales socias, que trabajaban en el vecino El Tío Vinagre, otro bar con solera barrial ahora cerrado. Hicieron de la necesidad virtud y solo añadiendo el artículo “lo” en el rótulo convirtieron, abracadabra, Bodegas Máximo en bodegas Lo Máximo. Ahora el futuro del negocio no está nada claro.

“No hemos conseguido comunicarnos con el fondo, solo con la empresa subsidiaria que hace los cobros de este local y de otros miles de pisos”, explica Aranguren, “lo tenemos complicado porque nuestro contrato finaliza el próximo mes de febrero y la ley, entonces, no nos protegerá. Es hora de que los políticos tomen cartas en este asunto”.

Interior del local bodegas Lo Máximo el pasado domingo, mientras algunas personas toman un aperitivo.
Interior del local bodegas Lo Máximo el pasado domingo, mientras algunas personas toman un aperitivo.David G. Folgueiras

Debido a la falta de recursos, aunque no de imaginación, las nuevas encargadas del local lo convirtieron, a su llegada, en una mezcla de dos épocas: de alguna manera seguía siendo una taberna de toda la vida, pero algunos elementos (la bola de discoteca, el papel pintado, la iluminación, sobre todo, la inconfundible fachada de gresite verde), la convertían en un genuino producto de aquel Lavapiés del cambio de siglo.

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El Lavapiés de la mixtura, del arte contestatario, de las casas okupas, de la multiculturalidad, un Lavapiés donde los alquileres eran bajos porque a mucha gente le daba miedo irse a vivir, pero que ahora se muere de éxito. “Antes a los turistas les decían que no vinieran por aquí porque era peligroso”, recuerda con sorna Aranguren, “pero este era un barrio donde los vecinos se conocían y donde los que teníamos bares nos ayudábamos. Siempre ha habido una intensa vida cultural y política”.

Además de un lugar de cañeo también se convirtió en un foco de actividad cultural, frecuentado en ocasiones por artistas como Tonino Carotone, Manu Chao, Ojos de Brujo, Kiko Veneno o Fermín Muguruza. “Eran los años del mestizaje y mucha gente de la que pasó por aquí tuvo éxito, como Eva Hache que empezó aquí con sus monólogos”, recuerda Aranguren, “luego tuvimos que dejar de hacer eventos durante la legislatura de Gallardón por el endurecimiento de las condiciones para hacer actuaciones: hasta nos tuvieron dos meses cerradas”. Hace unos tres años lo han retomado con su evento estrella semanal: los miércoles de boleros.

La amenaza a bodegas Lo Máximo se une a otras desapariciones en Lavapiés (el bar San Lorenzo, el F.M., el bar Los Titos o el OSS2, no siempre por las mismas razones), por no mencionar los sonados desahucios o la saturación de apartamentos turísticos que están cambiando la fisionomía del barrio (y de todo el centro de la ciudad) en tiempo récord. “Parece que de pronto alguien se ha dado cuenta de que tenía un barrio a explotar muy cerquita del centro y los cambios en los últimos meses están siendo cada vez más rápidos”, concluye Aranguren, “es penoso: van a destruir la esencia de Lavapiés”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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