Con la excusa de los tomates secos
El fruto popular en Mallorca, reserva campesina desde hace dos siglos, es material gourmet en Sicilia
La diseñadora de mobiliario y arquitecta francesa Charlotte Perriand (1903-1999), colaboradora de Le Corbusier, en 1932 hizo un viaje en canoa por la costa de Mallorca. Moderna, roja, bella, buena fotógrafa y modelo, en sus memorias Une vie de création desvela: “El pueblo estaba perdido entre olivos, cantaban las cigarras, los habitantes mitad pescadores, mitad campesinos, estaban en el campo. Al mediodía, resonó largo rato una caracola de mar. Los hombres, uno a uno, volvían al pueblo para comer (...) Las casas encaladas bordeaban callejones estrechos, resguardados del sol con bandejas de cañizo (vimet) trenzado en las que secaban tomates, colgaban cebollas y pimientos”.
Los tomates secos (moda moderna) eran y son populares en Mallorca, reserva campesina desde hace dos siglos y hoy materia gourmet, por reflejo siciliano. El fruto es de América. En los años 60, cuando Charlotte hace memoria de sus 30 años y de los años 30 dice que ya no le gustaría volver al lugar porque es otro, totalmente, transformado por la era del ocio: “Cala d’Or es un lugar de moda, muy esnob”.
Los navegantes en canoa/kaiak a remo y vela, diseñada por Charlotte, vislumbraron son Sant Salvador, el hito de media Mallorca. En los años 30 y ahora, al santuario se sube para ver el retablo gótico, besar la virgen, gozar del paisaje marino y de los llanos y, sobre todo, degustar el arroz seco y un omelette souflè, intemporal. Un sábado, los Maga —el irrepetible pintor Rafel Joan, su compañera na Cati y compañía— regresaron a pie al Himalaya de Felanitx. Los Maga identificaron los pasos de Charlotte Perriand en un documental y suscitaron el recuerdo. Ante todo una imagen de su espalda morena y desnuda contra el horizonte marino, con un collar de bolas metálicas, al modo de rodamientos de auto.
Las imágenes y textos de Charlotte formaron parte de la exposición Le Corbusier en Mallorca. 1932, con los poderosos dibujos y textos de Corbu sobre la Seu de Mallorca Gaudí/Jujol, especialmente Formentor, en su frustrado proyecto de reforma del hotel icónico. La muestra fue en 2010, un parto de letras e ideas, preciso, del catedrático y arquitecto que no construye Josep Quetglas (con el equipo Magdalena Jaume, Jaume Mayol y Rafel Moranta). El arquitecto Jaume Carbonero era consejero de Obras Públicas.
Un día, un año, alguna persona cineasta/periodista/historiador/documentalista planteará a IB3, TV3 o Àpunt Media (TVE o Arte quizás) la gran historia de reconstrucción no mitificada ni egoliteraria de los vínculos europeos/americanos de los grandes cracks que se engancharon al buen pintor William Cook, con casa en el Terreno de Palma, vinculado a Le Corbusier —su cliente— de quién su familia tuvo una casa a Paris (derruida en la guerra).
Cook fue el reclamo además de las escritoras Gertrude Stein y Alice B. Toklas. Palma como refugio de la gran guerra. Stein, amiga de Picasso y coleccionista vendió un Matisse para tener dinero de bolsillo suficiente; ella y su pareja Alice B. residieron un año en Palma, en las faldas de Bellver. Cook era su ángel, persona para todo. Es sabido pero típicamente recreado que Gertrude Stein encaminó a Robert Graves hacia Mallorca con la célebre frase de catecismo: “Mallorca es el paraíso si lo puedes soportar/resistir”. Nicole d’Amonville Alegría, poeta y traductora, de Deià, conocedora de Graves y su mundo, especialmente de su musa y diosa Laura Riding (“mi musa soy yo”), tiene la versión más concreta y ajustada de la cita de Stein a Graves. “Si os gusta el Paraíso, Mallorca lo es”. Riding dijo: “Exacta Mallorca. Diminuta Deià”.
El relato posible de gente global, sin duda, relaciona Cook/Palma/El Terreno (para no incluir a Cela, Kerrigan, Ritch Miller, al gran y oculto Joan Miró, Borges, Caballero Bonald... ). Determinados isleños necesitan —desde siempre— la mirada de los otros, hallar su propio relato en el exterior, el análisis o retrato del viajero teóricamente importante. Entenderse o poder explicarse a sí mismo y a los otros.
Es una fijación hasta la reiteración dogmática, la repetición de citas de los pioneros geógrafos/cartógrafos o narradores clásicos, observadores coloniales, bélicos, para nada ciertos o meramente literarios. Las sentencias de entonces —casi 3.000 años más tarde— aún se usan como letras fundidas, verdades de lápida indelebles. Dietarios profundos, inventados u oportunistas, están repletos de observaciones, retratos y sentencias (penas de muerte, algunas) que dibujan una fenomenal recreación de los detalles y los errores.
El visitante suele sintetizar, destacar. Así Walter Benjamin, Cioran, Josep Lluis Sert, por ejemplo, perforan el Siglo XX que es más próximo real y cruel; dejaron rastros y opiniones de surco profundo sobre Ibiza, por no hablar de Josep Pla, la sal de todos los platos, el aceite inevitable de toda prosa cocinada con verdura y pescado.
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