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Carteristas de toda España en busca del botín del Camp Nou

Los Mossos peinan los accesos antes de los grandes encuentros

Alfonso L. Congostrina
Los agentes de los Mossos registrando a una persona que quedó detenida
Los agentes de los Mossos registrando a una persona que quedó detenidaGianluca Battista

Los alrededores del Camp Nou llevan horas invadidos por centenares de personas —la mayoría turistas— preparadas para un encuentro de Champions. Fuera del estadio hay cánticos, bufandas, billeteras llenas, flashes, cámaras y ese punto de descuido de aquel que cree que va a acceder a una de las catedrales del fútbol. Mientras los asistentes intentan impregnarse del ambiente en los alrededores del estadio y fotografían todo lo que se mueve, ladrones aprovechan la ocasión para hacerse con abultadas billeteras, móviles y bolsos cargados de tecnología. Un negocio rentable dentro del submundo de la delincuencia: cada vez son más los delincuentes que se trasladan desde otros puntos de España, e incluso de Europa, buscando las multitudes en los accesos del Camp Nou para vaciar, al descuido, de pertenencias a seguidores distraídos.

Es 13 de marzo y el reloj marca las 17.30. Faltan varias horas para que el Barça se enfrente al Olympique de Lyon. El Grupo de Delincuencia Urbana de los Mossos d’Esquadra —los agentes de paisano conocidos dentro del cuerpo como furas (hurones)— de Les Corts se preparan para detectar a carteristas.

“El fútbol en el campo ya hace años que se convirtió en algo casi exclusivo para turistas con dinero. Las entradas superan los 80 euros. Mira, aquí una hamburguesa en plato de plástico cuesta 21 euros”, señala uno de los agentes.

Iván es el cabo de los Mossos d'Esquadra que dirige a los siete agentes que se camuflarán sobre todo en los alrededores de los restaurantes, el museo del Barça…. “En realidad es muy sencillo detectar a los malos. La gente normal mira unas cosas y los ladrones están mucho más pendientes de otras”, asegura Iván.

En la calle los antidisturbios intentan que una y otra afición no acaben enfrentándose. La noche empieza a caer pero no hay ni rastro de robos. “Minutos antes de que comience el partido es cuando suelen actuar”, delata el cabo.

Los agentes informan que hay ladrones habituales pero lo normal es que en encuentros de la Champions aparezcan carteristas profesionales capaces de recorrer miles de kilómetros por una billetera que merezca el viaje. Decenas de reventas ofrecen “tíquets” a gritos ignorando que a las personas que están ofreciendo las entradas son policías. Los furas no están aquí para eso y pronto detectan un movimiento extraño en tres personas dentro de un restaurante del Camp Nou. Se dirigen hacia ellos pero parece que les han “mordido” (detectado) y salen del recinto. Fuera, un conductor les espera en un coche. Los agentes no quieren dar la “presa” por perdida y van tras el vehículo a la carrera dándoles el alto y obligándoles a detenerse en un vado de la calle Pinto Pahissa. Exigen la documentación a los tres hombres y una mujer que hay en el interior del coche y registran el vehículo. “El coche lo han alquilado hoy en Madrid y han venido hasta aquí para el partido. Es muy habitual. Se han dado cuenta de que les estábamos viendo y han desertado pero uno de ellos tiene una orden de detención pendiente y eso es lo que haremos”, informa Iván. Los cuatro aseguran ser cubanos, aunque la documentación advierte que son peruanos. “Es típico por el tema de las extradicciones”, aclara el cabo. Uno de ellos, vestido con corbata, queda detenido y el resto continúa su camino no sin antes intentar fotografiar, desde el coche, a los agentes. “No han conseguido el botín pero saben que los alrededores del Barça son un lugar vigilado”, explica otro agente.

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Faltan pocos minutos para que comience el partido cuando un mosso detecta a una pareja robando un móvil a un aficionado en el acceso 19 del campo. El teléfono, un Iphone, supera los 400 euros de valor y la pareja se enfrenta a una detención. “Mira, han cogido esta tarde un AVE de Madrid a Barcelona y se iban mañana”, muestra uno de los agentes tras revisarles el bolso. La pareja queda arrestada y los trasladan esposados hasta un coche patrulla. Mientras, centenares de personas intentan acceder al campo.

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