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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La amarga y amorosa alma teatral de Chéjov

Francesc Orella regala escenas memorables en el Goya con ‘L’últim acte’

Francesc Orella, en un momento de 'L'últim acte'.
Francesc Orella, en un momento de 'L'últim acte'.TEATRO GOYA

L’últim acte, la comedia basada en textos humorísticos de Antón Chéjov que Carles Alfaro dirige en el Teatro Goya, es un homenaje al oficio de actor. Hay ternura y tristeza, humor y sarcasmo, rabia e, incluso, odio al público en el corazón de Vassili Vassiliev, el personaje al que da vida con gran talento Francesc Orella, un viejo y famoso actor que se ha quedado dormido y encerrado en su camerino tras recibir un homenaje regado en vodka; el final de su carrera —y de su vida— se acerca, pero —y esto es puro Chéjov— bajo la grotesca capa de amargura late un amor indestructible al teatro.

El espectáculo, tejido a partir de algunos de los cuentos más famosos, cartas y relatos humorísticos de Chéjov escritos antes de 1884, cuando firmaba con el pseudónimo de Antosha Chejonte, habla de la soledad y las despedidas, del amor, sacrificado o inalcanzado, de los recuerdos y las ilusiones perdidas.

L'últim acte

Basado en textos de Anton Chéjov
Francesc Orella, Cristina Plazas, Nina y Bárbara Granados
Dirección: Carlos Alfaro
Teatro Goya. Barcelona
Hasta el 24 de marzo

Es el alma teatral de Chéjov en estado puro el que late bajo la piel del veterano actor, que recibe la visita de tres espíritus femeninos que activan sus recuerdos. Hay trazos de personajes emblemáticos —Tío Vania incluído, y también el mayordomo de El jardín de los cerezos— en las historias que Vassily revive en el escenario frente a un público espejo de sus éxitos pasados y también de sus fracasos.

La adaptación de los textos, realizada por Enric Benavent y el propio Alfaro, y la traducción de Anna Maria Ricart, funciona como espectáculo de lucimiento, pues Vassily es un bombón teatral al que solo un gran actor puede hincarle bien el diente. Lo es Orella, que asegura, con escenas memorables, el éxito de un juguete teatral quizá demasiado previsible y complaciente. Así, el actor levanta buenas risas como el viejo conferenciante sometido por su tiránica esposa del monólogo Sobre el daño que hace el tabaco, pero donde se crece es con el rudo Smirnov de la comedia El oso, que irrumpe dispuesto a cobrar una deuda en la casa de una viuda tan enérgica y combativa como él, de la que se enamorará locamente. Está sensacional ahí Cristina Plazas: el cruce de réplicas es lo mejor del montaje, producido por Focus.

Buen trabajo de Nina como espíritu observador —rigurosa en la composición del personaje; impecable y siempre afinada como cantante—, y eficaz en el papel de espíritu cándido Bárbara Granados, con buen olfato cómico curtido en sus muchas horas de vuelo como inseparable pianista del gran Ángel Pavlovsky.

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