Se nos ha ido la olla
Muchas alcorconeras y alcorconeros no pueden permitirse algo que jamás debería considerarse un lujo: vivir en el lugar en el que crecieron
El día que leí en este mismo diario que, con un 22,4%, Alcorcón encabezaba la lista de Municipios en donde más había subido el importe de la vivienda libre en el último año, casi se me salen los ojos de las órbitas. Nada que ver con la media del Estado, donde aumentó un 3,2% en 2018, que es mucho, pero no se puede comparar con lo nuestro.
Que sí, que en la periferia continúa siendo más barato comprarse una casa que en el centro, pero con estas cifras, muchas alcorconeras y alcorconeros no pueden permitirse algo que jamás debería considerarse un lujo: vivir en el lugar en el que crecieron. Tal es el caso de Silvia Santamaría, que abandonó la localidad hace una década porque, ya por aquel entonces, era imposible que su pareja y ella pudieran adquirir en propiedad algo a un precio razonable. En la actualidad, reside en Navalcarnero, donde encontró un piso casi a la mitad de lo que le hubiera costado en su barrio de siempre, sin embargo, le toca pegarse un madrugón diariamente, para pasar por la casa de sus padres y así dejar a su hijo con los abuelos, que son quienes le llevan al colegio.
Y no es la única, Jorge Sánchez Lázaro, del grupo inmobiliario ARES, con sede en el municipio, confirma que son muchas las personas, sobre todo jóvenes, las que han tenido que abandonarlo para irse a vivir a ciudades aledañas algo más baratas, como son Fuenlabrada o Móstoles. Con todo, no hay que quedarse solo con los que se van, sino pensar también en las y los que vienen. Según él, los precios están trayendo “nuevas y nuevos vecinos con un mayor nivel adquisitivo. Cada vez hay más aperturas de locales y negocios, muchos de ellos cerrados desde el inicio de la crisis”.
Silvia conserva a sus amistades de toda la vida a quienes procura visitar durante el fin de semana, pese a que reconoce que, poco a poco, va abriendo círculos nuevos en su vecindario actual
Cabe preguntarse el porqué de este incremento, que Sánchez Lázaro aduce a su ubicación estratégica entre tres grandes núcleos metropolitanos: el sur, el oeste y la capital; a la calidad del transporte o al hecho de que Alcorcón cuente con varias facultades y con más de un polígono industrial. Pero, además, hablando de números, explica que también puede deberse a la altísima demanda y a la escasez de oferta inmobiliaria que hay en Alcorcón donde, señala, hay un 60% menos de inmuebles a la venta que en el año 2015.
El problema es que, detrás de las cifras, hay personas. Silvia conserva a sus amistades de toda la vida a quienes procura visitar durante el fin de semana, pese a que reconoce que, poco a poco, va abriendo círculos nuevos en su vecindario actual. No queda otra. No obstante, aunque lleva diez años fuera, continúa identificándose como alcorconera. “No, yo no soy de Navalcarnero, de hecho, cada dos por tres miramos pisos en el barrio por si pudiéramos mudarnos, lo que pasa es que cada vez es más complicado y mira que lo hemos intentado”.
Si digo que se nos ha ido la olla, me quedo corta. Permanecer en Alcorcón no es un capricho, son recuerdos, lazos, sentimientos, personas, espacios o el mero pragmatismo que supone tener a la familia a mano. Desde el grupo Ares, arrojan cierta tranquilidad, puesto que comentan que notan un cierto periodo de estabilidad en la zona. Menos mal.
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