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Sesión de claque al Govern

Cuando toca interpelar a Torra, a los partidos que le apoyan les cuesta encontrar una acción de gobierno a la que referirse

Manel Lucas Giralt
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante la sesión de control.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante la sesión de control.Quique García (EFE)

Que en las sesiones de control al Govern participen los diputados de los partidos del Govern es un contrasentido. ¿Qué van a controlar ellos? En su caso se trata más bien de la Sesión de Hacer de Claque al Govern. Eso en algunos casos. En otros, se convierte en Sesión de Control a la Oposición o a Otros Gobiernos. Ayer tuvimos algunos ejemplos del oxímoron. Primera intervención: el alcalde de Ripoll, Jordi Munell, pregunta al conseller de Lo Digital, Puigneró, sobre el Mobile World Congress. Bueno,pregunta es un decir, se dedica al elogio desmesurado y en versión 5G de la excelencia y la modernidad de Catalunya por acoger ese congreso; sí, de Catalunya toda ella, lo de que esté instalado en Barcelona —ciudad poco adicta— es un mero accidente. Tanto es el entusiasmo del diputado que se olvida incluso de formular una pregunta, que es, a priori, de lo que se trataría en una sesión de control. Acto seguido, otro diputado de Junts per Catalunya, Ferran Roquer, pregunta sobre la política de seguridad, o sea, se deshace en parabienes hacia los Mossos, de tal manera que el conseller de Interior, Buch, responde con un “comparto su análisis en toda la profundidad”, normalísimo cuando a uno le están, en teoría, fiscalizando la actuación. Por supuesto, los diputados de Esquerra interpelan a consellers de Esquerra en el mismo tono de standing ovation.

Cuando llega el turno de interpelar a Quim Torra, a los partidos que le apoyan les cuesta más encontrar una acción suya de gobierno a la que referirse: comprensible. En ese momento se activa la segunda estrategia: disparar de dentro hacia fuera. Con el juicio del procés en marcha, ése es un blanco fácil, y los portavoces despliegan un ramillete de conceptos entre la retórica, la ética y la poética dirigidos hacia los testigos de la acusación: miseria, bajeza infinita, cinismo, mentira, vergüenza, discurso del odio... Eduard Pujol, portavoz de Junts per Catalunya, ha acuñado el término “Millo-perjurio” —para referirse al testimonio de Enric Millo, delegado del Gobierno de España el 1-O y, desde ayer, community manager de Fairy—: y se ha gustado tanto, que se ha tuiteado a sí mismo con la frase en cuestión y, unas horas más tarde, se ha retuiteado. Ya lo dijo otro conseller: la República está en la nube.

Torra responde con placer a esas intervenciones haciéndoles de eco. En cambio, se incomoda cuando a la oposición le da por jugar a ras de suelo. Por ejemplo, si Inés Arrimadas, por una vez sin lucir cartelitos, le pregunta por el bloqueo del Parlament a la propuesta de Ciudadanos de ley contra los abusos y el maltrato sexual, el president contesta con alguna vaguedad tipo “lo estudiaremos”. A la insistencia de Jessica Albiach, de los Comunes, y Eva Granados, del PSC, sobre las carencias de la Generalitat en temas de igualdad de género, replica con algo similar a “nos preocupa mucho este tema”. Y cuando Alejandro Fernández (PP) le ataca con el mantenimiento del peaje en las autopistas de la Generalitat, el president aplica la vieja máxima: “La culpa es del déficit fiscal”. Lo dicho, Quim Torra se mueve mal fuera de su zona de confort de las palabras grandes. Por suerte para él, siempre habrá alguien dispuesto a mandar a la Guardia Civil a buscar una factura del 1-O al Parlament, un año y medio después del referéndum. Y con la instrucción judicial terminada; o si no, no sé qué hacen en el Supremo.

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