‘Rodelinda’ enamora al Liceo
Lisette Oropesa y Bejun Mehta triunfan en un estreno con encanto barroco en el foso
El Liceo se apunta un éxito con el estreno, en un fantástico montaje, de Rodelinda,joya barroca de Georg Friedrich Händel. La reveladora lectura escénica de Claus Guth explora la psicología y la fragilidad de los personajes del claustrofóbico drama con imaginación e intensidad dramática. En el foso, bajo la ágil dirección de Josep Pons, una orquesta del Liceo con sorprendente alma barroca da alas a un notable elenco con la soprano Lisette Oropesa y el contratenor Bejun Mehta como espectacular pareja protagonista.
Guth nos explica la trama a través de los ojos de un niño asustado, Flavio, hijo de la reina Rodelinda y el rey Bertarido. Handel lo priva de voz, pero el director de escena alemán le concede un papel escénico determinante. El niño —encarnado con gran acierto por el actor Fabián Augusto Gómez— vive con el miedo y el horror instalado en su mente. No es para menos: su madre, que permanece fiel a Bertarido, al que, erróneamente, cree muerto, accede a casarse con el usurpador del trono, Grimoaldo (un falso malvado), pero le impone como condición que mate a su hijo.
La proyección de los dibujos infantiles que representan el mundo interior de Flavio invaden y transforman la escenografía —una mansión blanca y pura que los adultos ensucian con sus bajos instintos—, y nos revelan sus miedos reales y soñados. El escenario giratorio permite cambiar la perspectiva y las proyecciones exploran la psique de los personajes. Hay golpes de humor, como la bandeja de langostas que Rodelinda convierte en instrumento de venganza, que animan una bellísima partitura que se ofrece con algunos cortes en recitativos y algunos de los da capo de las arias.
El trabajo de Pons y la orquesta del Liceo, con una plantilla ajustada a las exigencias barrocas, es admirable. Hay energía constante en el foso y finos detalles camerísticos, gracias al impecable y riguroso trabajo de Lina Tur Bonet como concertino y los clavecinistas David Bates y Dani Espasa. La formación liceista suena barroca y eso es un puntazo teniendo en cuenta que frecuenta repertorios de mayor peso.
Con fantasía y buen gusto en las ornamentaciones y una coloratura espectacular, Lisette Oropesa es una Rodelinda de ensueño. La voz es bella, cálida, rica en colores, tan fascinante como su riqueza expresiva. Siempre en escena —y eso que la ópera dura más de tres horas— muestra de forma admirable las agitadas emociones de una mujer enamorada y fiel, que sufre, se resigna y se rebela con furia.
Bejun Mehta es un Bertarido antológico; a la calidad vocal suma una técnica prodigiosa y un dominio absoluto del estilo barroco. Ambos brillaron en sus arias y crearon un clima mágico en el dúo Io t'abbraccio, que cantan —la escena es antológica— en dos balcones alejados.
Muy verde en cuestiones de estilo, el tenor Joel Prieto (Grimoaldo) solo convence en las arias que le permiten lucir un color y fraseo de raíz mozartiana.
Estupendos, por voz y dominio del estilo, el contratenor Gerald Thomson (Unulfo) y la mezzosoprano Sasha Cooke (Eduige) y muy insuficiente el barítono Gianluca Margheri como Garibaldo, verdadero villano de la trama.
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