“A Madrid no le importa el flamenco, tiene suficiente con el turismo y la gastronomía”
'La Tati', conocida como la bailaora de Madrid desde finales de los 80, compatibiliza su faceta flamenca con la de maestra en la academia Amor de dios en Lavapiés
Francisca Sadornil Ruiz, conocida como La Tati, lleva el baile flamenco anclado en sus raíces y fusionado con su imagen y semejanza. Original, de carácter y personalidad propia, la bailaora de Madrid, como se la empezó a conocer a finales de los años 80, tiene 71 años pero mantiene en su mirada felina una juventud de espíritu a la que se aferra con uñas y dientes. “Estoy en esa edad que no soy ni joven ni vieja, pero sigo siendo ante todo una artista”. Medio cíngara, medio mora, algo de judía, castiza entera, es, ante todo, madrileña de pura cepa, y esto último a pesar de que lo ha dado todo por el lugar donde nació, en el mismo Rastro, y de que su ciudad no le ha otorgado ningún reconocimiento: “Madrid nunca ha pensado en mí para nada”. Sigue montando espectáculos, “cuando me lo permiten”, e imparte clases en la academia Amor de Dios, en el mercado de Lavapiés. Es bailaora y maestra, dos profesiones “muy diferentes” con una misma raíz: la que emerge de la salvia singular de La Tati.
¿La Tati nace o se hace?
No bailo por afición, sino por vocación. Yo creo que nací para bailar porque yo de pequeña no conocía el flamenco… , pero estaba rodeada de gitanos. Fui a la academia de la que me enseñó a ser maestra, La Quica, y yo era la chica de los recaos, pero soy autodidacta, no tomé una clase de baile en mi vida. Soy hija de la posguerra y de los que perdieron la guerra. Y era pobre hasta decir basta. Pero lo bailaba todo, una jota, un pasodoble… y el flamenco lo aprendí ya de mayor… Cuando empecé a trabajar en el tablao, a los 13 años, yo bailaba los bailes de la calle, es decir, los tangos y la bulería, lo que bailaban los gitanos, pero yo no sabía una coreografía por soleá o por seguidilla…. Luego ya empecé a saber, a distinguir, a estudiar… todo el mundo habla de los tangos de La Tati porque son muy personales, son míos, saco las cosas de la cabeza. Luego aprendí a enseñar, que es otra cosa. Porque yo bailaba siempre por intuición, era una salvaje bailando. Yo pienso en un paso, en un ritmo, y lo saco como me sale.
Se le ha considerado la flamenca más internacional de Madrid, una de las más versátiles y originales, pero ¿reniega de su lugar de origen?
Yo siempre digo que soy de Madrid, pero yo a Madrid no le debo nada salvo haber nacido. Porque yo no tengo ningún premio de Madrid, no me han considerado para nada… y soy patrimonio español por la Unesco por mi carrera artística, antes de que el flamenco fuera patrimonio, lo fui yo. Yo en 2009, y el flamenco en 2010. Tengo el Guaicaipuro de oro de Venezuela, he estado en todas las televisiones del mundo, pero en cambio Madrid no me ha dado nada.
Pero luego defiende el arte flamenco de la capital hasta la extenuación
Porque Madrid, con el tiempo, se ha quedado en el patito feo. Muchos dicen, ‘es que el flamenco de Madrid …’ y yo digo, pero si Madrid es la cuna del flamenco, los mejores festivales del mundo han estado en Madrid, ha sido la capital del flamenco… no porque hubiera muchos artistas, sino porque aquí se han hecho, se han formado y han salido. Antonio el bailarín vivió en Madrid, hasta que se fue para Málaga ya cuando estaba retirao. Paco de Lucía vino con 18 años… Todos se han formado aquí, el ballet nacional aquí, la cumbre flamenca aquí, los grandes festivales de flamenco aquí. Camarón vivió ocho años aquí. Porque Madrid es de donde salían todos los espectáculos del mundo. Pero ahora la junta de Andalucía tiene todo el dinero y allí se han hecho los dueños del flamenco. Y a Madrid no le importa, tiene suficiente con el turismo y la gastronomía… y no lo ha cuidado.
¿Y qué piensa de los que defienden la pureza del flamenco?
El flamenco está fusionado desde la raíz, porque es un compendio, una amalgama de culturas: la árabe, la judía, la de los gitanos… está fusionado desde la raíz. Pero para fusionar hay que hacer primero el clásico. Tú para pintar tienes que saber primero dibujo. Pues eso pasa con el flamenco. Para hacer lo que tú quieras, tienes que conocer primero la raíz. Y tienes que educarte e instruirte en el clásico. Igual que Beethoven es un clásico, el flamenco puro es un clásico, aunque no sea puro, porque ya viene mezclao. Yo no creo en la pureza, pero sí creo que en las personas que marcaron una época, porque el flamenco no ha nacido de la noche a la mañana, tiene siglos. Ya hablaba Cervantes en La gitanilla. Yo reivindico a esa gente que hicieron que el flamenco esté hoy donde está, como un arte grande.
¿No cree entonces que exista apropiación cultural en Rosalía?
El flamenco tiene muchas vertientes. Cuando empezó Manolo Escobar o cuando salió Camarón cantando Como el agua, los ortodoxos decían que eso no era flamenco. Con Paco de Lucía pasó lo mismo. Y con todos los que han hecho algo diferente. Así que yo esas cosas no las critico. Yo creo que Rosalía tiene mucho mérito, está haciendo una cosa moderna, es muy atrevida, súper guapa, tiene una voz bonita y la ha cogido una multinacional y la ha hecho figura. Yo creo que hay que dar apertura y abrir la mente. Yo soy vanguardista, aunque conozco la raíz. Yo fui la primera que sacó el violín y la flauta en un tablao flamenco, en el año 83, y eso también era flamenco aunque a algunos al principio no les gustara.
El arte de dosificarse
La otra orilla, el último espectáculo de La Tati, se fraguó en Casa Patas el año pasado "con un sitar y música de oriente". Con sello propio y su garra inconfundible. "Yo sigo trabajando, lo que pasa es que estoy en esa edad que no soy joven ni vieja, y tengo que hacer algo por mí misma, dosificarme y hacer justo lo que quiero", explica. Mientras, su cabeza ya taconea hacia su próxima función. "Quiero hacer una cosita este año si dios quiere, autobiográfica… A lo mejor me lo dirige José Maya, que es muy bueno y ya ha trabajado conmigo varias veces". De momento, no quiere revelar nada más, "para que no se gafe".
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