_
_
_
_
EL JUBILATA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alegre tristeza

Nos invade y nos sobrecoge la pena de la definitiva ausencia de Julen. A la vez, este niño permanecerá en nuestro recuerdo por el ejemplo de solidaridad de un grupo de hombres y mujeres

Velas formadas en forma de corazón en memoria de Julen, en Málaga.
Velas formadas en forma de corazón en memoria de Julen, en Málaga.JON NAZCA (REUTERS)

A pesar de los años y aunque en el Grupo Jubilata determinados sucesos se relativizan, también nos hacemos eco del clamor popular en el triste y lamentable suceso que ha conmovido a España. Valga el título de este texto, una expresión contradictoria, un oxímoron que resalta la existencia en todos nosotros de dos sentimientos tan contrapuestos como son la pena y la alegría.

Nos invade y nos sobrecoge la pena de la definitiva ausencia de Julen. A la vez, este niño permanecerá en nuestro recuerdo al habernos proporcionado la alegría de descubrir la entrega de un grupo de hombres y de mujeres; un maravilloso ejemplo de solidaridad.

Todos tenemos el corazón hecho trizas. El paso del tiempo aplicará su cruel antídoto: transformará en efeméride esta triste pérdida. También se difuminará la impresionante demostración de cariño, de esperanza, de tenaz lucha y de unión entre la gente.

Durante todos los días de espera —en esa continuada atención a los medios de información para ver las últimas noticias— aparecían lágrimas en los ojos enrojecidos de muchos jubilatas cuando el inexorable factor del tiempo agotaba las posibilidades, a la vez que la montaña se empecinaba en mostrar su pétrea resistencia.

Más de 300 personas, hombres y mujeres de todos los rincones de esa España —no de la cainita, sino de la solidaria, esa que nos muestra su mejor cara—, sobrados de férrea voluntad y sin el menor atisbo de personalizar su imagen, mostraban su aliento, sus ganas de colaborar, su fe, su esperanza, su trabajo esforzado, codo con codo, cada uno en su especialidad y todos con su insomnio mezclado con duermevelas con los que recuperar fuerzas y eliminar esa lógica debilidad derivada del esfuerzo o de las dudas.

Valores, principios, trabajos, estudios, humanidad, cariño, ternura, pasión, fe que han servido para iluminar, y, en cierto modo, dulcificar la tristeza y el dolor de la frustración final. Las entrañas de la tierra habrán podido arrancarnos la esperanza de vida del niño, ya nuestro Julen. Julen ya de todos, pero repetimos, nunca van a poder borrar de nuestro corazón su recuerdo ni tampoco las cicatrices que todos llevaremos, unidas a las alegrías de comprobar que la conducta humana de muchas personas es ejemplar.

¿Qué nos deparará el tiempo futuro cuando el poder mediático haga mutis por el foro? Como terapia y recuerdo para siempre, se podrá acudir a pasear por esa calle principal que debería existir en cada pueblo de España con el nombre de “El niño Julen”, ahuyentando con esa leyenda el negro luto que impregna el olvido.

Nuestro duelo se une al esencial de los padres, ejemplo de entereza, de calma, de tensa esperanza, y al de todo aquel que en su interior confiaba en el rescate de Julen, el ángel, lo que al final ha cristalizado en la memoria y el corazón de todos nosotros.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_