“Estando incompleta me siento más completa”
Cuando Sara Andrés tenía 25 años su vida dio un vuelco de 180 grados después de sufrir un terrible accidente de coche que le hizo perder los dos pies.
Cuando tenía 25 años, la vida de Sara Andrés (Madrid, 32) dio un vuelco. Un terrible accidente de coche le hizo perder los dos pies. Poco a poco logró adaptarse a su nueva vida y encontró en el atletismo y en la competición, un mundo que desconocía hasta entonces y que le ha llevado a participar en la Paraolimpiadas de Río de Janeiro y a lograr dos medallas de bronce en las pruebas de 200 y 400 metros del Mundial de Atletismo Paralímpico en Londres 2017.
¿Qué se le pasaba por la cabeza después del accidente?
Fue un shock tremendo. Al principio, con los medicamentos, no era consciente de lo que había pasado, pero luego te das cuenta de que tu vida, como la conocías hasta entonces, se había acabado.
Sería como empezar de cero.
Totalmente. Las sensaciones, tu esquema corporal, todo cambia de golpe. Yo me sentía como un bebé, andaba igual, con el culo para fuera, de lado a lado. Primero con dos bastones, luego con uno y luego ya me solté. Al principio te da mucho miedo que se rompa la prótesis, pero poco a poco vas quitándotelo.
¿Cuánto tardó en superarlo?
Simplemente hubo un momento en el que cambié el chip. Sí recuerdo pararme a reflexionar y pensar que teniéndolo todo no era consciente de que valiera la pena. Una vez que no tienes cosas o no tienes una parte de tu cuerpo, lo valoras todo mucho más. Ahora que estoy incompleta, me siento más completa.
¿Qué papel jugó el deporte en su recuperación?
La gente piensa que el deporte fue mi vía de escape, pero no. Yo ya había superado lo que pasó antes de empezar con el atletismo. Pero si que es verdad que el atletismo me ha dado unas alas y una visión del mundo mucho más amplia, y me ha abierto oportunidades. Y ha reforzado esa fuerza que ya tenía. Fue una reafirmación en mi positivismo.
¿Practicaba deporte antes?
De vez en cuando, con amigos y por diversión. Tenis, pádel, caminar por la montaña... Pero nunca a nivel competitivo.
¿Por qué eligió el atletismo?
Me metí en atletismo porque si eres rápido puedes hacer cualquier deporte. Entonces pensé: aprendo a correr y después elijo. Y ya no lo solté. Empecé a entrenar y veía que se me daba bien, y mi entrenador me propuso competir. Y me encantó la sensación.
Ya clasificada para los Juegos de Río, llegó otro golpe.
Me diagnostican cáncer de tiroides. Pero creo que como el golpe primero fue tan bestia al perder los pies, el cáncer lo viví como algo más ligth. Fue muy duro, claro, pero dentro de lo malo, era un cáncer que me podían operar y quitar. Y así fue. Toco madera, pienso que ya está. Lo que marca la diferencia es la forma de afrontarlo. Amargarte por tener una enfermedad, o voy a vivir lo que me quede de vida, no sé si es poco o mucho, disfrutando y siendo feliz. Yo elijo la segunda.
Después de todo lo pasado, ¿qué sintió al poder participar en los Juegos Paralímpicos?
Después de estar a punto de perdérmelos por el cáncer, llegar a Río fue una burrada. Un regalo por todo ese sufrimiento. Sentir que soy deportista de élite y que podía competir con las mejores era algo que tenía que disfrutar. Una montaña rusa de emociones que nunca voy a olvidar.
Lo compaginaba con clases a niños pequeños…
Hasta la semana pasada he sido profe de primaria en el Colegio María Moliner. Durante los últimos cuatro años lo compaginaba todo, pero era complicadísimo. La vida del deportista es corta y tengo un gran objetivo, un sueño, que son las Paraolimpiadas de Tokyo 2020. Por eso he dejado el colegio, para darlo todo y no decir lo de 'y si hubiera hecho esto...'.
¿Cómo fue la despedida?
Lloramos un montón. Ya les echo de menos. Son super espontaneos y no tienen filtro. En mi caso al principio me decían cosas como que tienen miedo a las prótesis, y es normal. Pero ellos lo expresan de una forma tan natural... se lo explicas y en cinco minutos lo ven todo como normal.
Imagino que de forma más natural que algunos adultos.
La gente que me conoce se les olvida de que llevo prótesis... ¡Si incluso a mí se me olvida! Luego hay gente que mira muy descarada, otra que aparta la mirada para ser educada… A mí no me molesta ninguna de las reacciones, que son humanas y naturales. Al contrario, les invito a que miren y lo vean con normalidad. Al fin y al cabo, si lo ven una vez la siguiente persona que vean amputada, o en silla de ruedas, no va a ser un extraño, va a ser más normal.
10.000 euros por cada prótesis
Las prótesis de velocista cuestan 10.000 euros cada una. “Porque me esponsorizan, si no sería imposible costearlas, como para cualquier persona”, confiesa. La atleta es desde hace poco imagen de una marca de cremas solares, lo que le permitirá poder dedicarse al deporte a tiempo completo.
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