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La justicia y el jazz

Algunos dicen que el tribunal lo tiene crudo. Otros esperan que lo tenga claro, que cumpla con su obligación

Josep Cuní
Charlie Parker en el saxofón y Thelonious Monk en el piano en 1953.
Charlie Parker en el saxofón y Thelonious Monk en el piano en 1953. bob parent (Getty Images)

El mejor favor que la justicia puede hacerle a la democracia española es absolver a todos los encausados por el 1-O”. Así se expresa, claro y contundente como suele, Xavier Melero, abogado defensor de Joaquim Forn. Su documento remitido al Tribunal Supremo no deja lugar a dudas de su capacidad para neutralizar los alegatos de la fiscalía, de la que advierte que no tiene causa. Y que eso se verá durante el juicio a iniciarse en unos días cuando pueda desgranar ante la sala la documentación que demostrará que la instrucción ha construido un relato paralelo que, según Melero, no se sustenta. Por eso, dice, no necesita recurrir a consideraciones políticas. Respeta que lo hagan sus colegas pero entiende que esta opción se aparta de lo que los hechos demuestran por sí solos en el caso de su patrocinado. Tampoco dramatiza la falta de unidad de las defensas a pesar de haberse creado una coordinación para ello. “Esto es como una jam session. La pieza es una y suena como tal pero cada músico tiene sus momentos de solo”.

Charlie Parker, uno de los grandes de este estilo musical, describía tales combativos encuentros como la diversión de “muchas madrugadas, mucha buena comida pero, por lo general, mucha pobreza”. Y añadía que, en cualquier caso, “la música ha de ser limpia, muy precisa. Se trata de tocar claro y enfatizar notas bonitas”. Y ahí es donde radicará la fuerza argumental de los juristas que se enfrentarán a una vista sobre la que recaen ya hoy tantas expectativas como dudas. Algunos dicen que el tribunal lo tiene crudo. Otros esperan que lo tenga claro, que cumpla con su obligación. Y ya sabemos cuál debería ser. Pero, ¿podrá? ¿sabrá? ¿querrá? ¿le dejarán? A la vista de lo acontecido, las dudas parecen razonables.

A veces olvidamos, y no voluntariamente, que la justicia es uno de las tres pilares del estado de Derecho. Y que su independencia de las otras dos para arbitrar cuando toca, debería servir para no relacionarse con ellas más de lo que legalmente les corresponda. Pero hay sobradas muestras de que no es siempre así. Que algunas de las promiscuas amistades y ortodoxas convicciones de ciertos magistrados han condicionado sentencias y orientado decisiones tan incomprensibles como arbitrarias. Ahí tenemos al flamante portavoz de Vox en Andalucía, antes juez, Juanma Serrano. Inhabilitado en 2011 y rehabilitado después, el Constitucional acabó rechazando su petición de reingreso en la carrera judicial. No consta que le viera tintes de intransigente para mantenerle apartado pero, escuchándole esta misma semana en el debate de investidura de Moreno Bonilla, parece lógico que no se permitiera revestirse con la toga de la balanza a quien defiende que su partido es el del sentido común. Y si así lo piensa y así lo defiende es por la constante tergiversación de datos y fuentes esgrimidos cual observador de trileros y alumno aventajado de Trump. Si con este ejemplo presente no basta, abramos el objetivo y recordemos el reciente período de inseguridad jurídica de los afectados por el impuesto de las hipotecas a causa de una serie de incomprensibles decisiones que, a pesar de las justificaciones posteriores, siguen a la espera de una explicación lógica que aporte la transparencia imprescindible para la tranquilidad del sistema.

Que la cúpula de la justicia española necesita una sacudida democrática es de una obviedad extrema

Que la cúpula de la justicia española necesita una sacudida democrática es de una obviedad extrema. Que no puede extenderse la duda a todos sus agentes es de una necesidad meridiana. Que los primeros interesados deben ser sus propios actores es de una urgencia pragmática porque sin este papel imprescindible permiten que la sombra de la sospecha oscurezca su trabajo. Todo. De ahí la importancia del juicio a los independentistas catalanes.

Consta que los miembros de la Sala Segunda del Tribunal Supremo a quien compete el juicio del año son conscientes de ello. Y que pende sobre sus cabezas la misma espada que la diosa que les ampara blande en su mano derecha como símbolo de fuerza para imponer sus decisiones. Por eso saben de la responsabilidad añadida que asumen para ayudar a limpiar la mala imagen que la justicia tiene entre los españoles en contraste con las evaluaciones que hace la Unión Europea. Ahí está el Financial Times para corroborarlo. Por eso Xavier Melero se dice optimista. Y quizás por eso el presidente Marchena no parece tener inconveniente en citar a tantos testigos como le han propuesto ni a facilitar la presencia de observadores como Amnistía Internacional puesto que si las sesiones serán retransmitidas por televisión nada hay que ocultar, como ha señalado la fiscal general del Estado.

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Sucede, no obstante, que la transparencia se manifiesta cuando ha desaparecido la confianza y la sociedad apuesta por la vigilancia y el control, según el filósofo Byung-Chul Han. Habrá que ver si, en este contexto, Charlie Parker podrá lucirse.

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