¿Qué harías si se acaba el mundo?
La obra 'El fin: rave en el apocalipsis', propone a los asistentes pegarse la fiesta de su vida antes de que caiga un meteorito
En la película 4:44 El último día en la Tierra, de Abel Ferrara, mientras la gente se suicida ante la llegada del apocalipsis, uno de los personajes dice: "Es el fin del mundo. El final del sueño. Y yo quiero estar ahí para verlo". Esto es, precisamente, lo que promete El fin: rave en el apocalipsis, la inclasificable obra que se representa en Teatro Gymage, por el momento, los próximos 11 y 18 de enero.
El punto de partida es que la NASA anuncia de la caída de un meteorito: a partir de ahí, un reloj empieza a contar hacia atrás, y los 200 asistentes del público tienen libertad para pasar las dos últimas horas de su vida como quieran. Los directores de la obra, Pablo Raya y Gerard Martí, y el equipo actoral (Sarah Miró, Roser Pujol, John Varo, Lara Sajen, Alberto Frías y Martín Aslan), ponen todos los ingredientes para que opten por un buen fiestón. Aparte de una barra al uso donde se pueden pedir copas, en la función intervienen un grupo de batucada, cuatro músicos, un dj de música electrónica, bailarines de break dance, y un grafitero que pinta en directo. En un contexto donde desaparece la cuarta pared, los atores interpretan diferentes personajes que se adaptan a clichés reconocibles, pero llevan sus caracteres a extremos desopilantes. Al fin y al cabo, ¿qué importa cómo se comporta uno si el mundo va a desaparecer en un rato?
"Es una función difícil de acotar porque, al romper la barrera del teatro, todas las formas artísticas pueden convivir", explica Raya. Los dos directores rozan la treintena, y llevan diez años trabajando como actores en televisión, teatro, y musicales. Se conocieron en el escenario de High school musical, y hace un año decidieron que querían pasarse a la dirección. "Queríamos hacer algo nuestro, contar la historia que queremos de la forma que queremos", dice Martí, y añade: "Desde el principio tuvimos claro, eso sí, que queríamos plantear una propuesta teatral que rompiese con lo que la gente está acostumbrada a ver, esto es, que se saliera del 'entro, me siento, veo, me levanto y me voy'".
Raya interviene: "Queríamos que el público formase parte de la propuesta y del espectáculo. Y por otro lado, teníamos muy definido que el eje central iba a ser el carpe diem: vive el presente, porque en cualquier momento puede cambiar la historia, tu vida puede dar un giro drástico de 180 grados. Y nosotros hemos reflejado esa fragilidad del momento que vivimos con una ficción, la de que cae un meteorito. Y que a partir de ahí, los espectadores entraran en el juego y se hicieran la pregunta: ¿qué haría si supiera que el mundo se acaba dentro de una hora? Y no desde una butaca, sino integrado en un marco un poco salvaje".
Los debutantes sabían que se enfrentaban a un reto complicado: la imprevisibilidad de 200 actores circunstanciales, esto es, el público. "Todos los elementos de la obra tienen que estar engrasados para evitar que la gente se disperse, hay que agarrarles muy fuerte desde el principio, meterles en la historia, encauzarlos, pero que al mismo tiempo se sientan libres de interactuar como quieran", explican.
Los actores tienen un plan B por si las cosas se tuercen, o alguien del público bebe demasiado y se pasa de la raya. Ya ha sucedido un par de veces. Pero toda esta imprevisión es precisamente lo que define a El Fin. Cuando se acaba la obra (y el mundo), quien quiera puede quedarse a la fiesta posterior, a cargo del dj, hasta más allá de las dos de la madrugada. En la última, apareció la policía y tuvieron que terminar diez minutos antes. "No estamos representando Los miserables, sino una rave 'ilegal' al borde del apocalipsis", puntualizan sus directores, quienes reconocen que la recreación de una rave no les ha supuesto un gran esfuerzo, porque han estado en unas cuantas. Y zanjan, entre risas: "Sí, en ese sentido, la verdad es que ya hicimos mucho trabajo de campo".
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